Cinco libros que recomendar sin miedo

23/04/2015

Siddharta. Herman Hesse.

Siddharta deja huella. Herman Hesse decía no compartir ni uno solo de los ideales de nuestro tiempo y no creer en la política ni en la ciencia, pero sí mantuvo su fe en las leyes milenarias que, en su opinión, conceden sentido a la vida cuando todo parece confusión.

Este clásico se publicó en 1922, cuando Hesse era ya un autor consolidado pero aún no se había hecho con el Nobel de Literatura, que recibiría 24 años después. Narra la historia de Siddharta, un hijo de brahmanes que no encuentra calma ni respuestas en la religiosidad canónica que le transmite su familia y decide iniciar un camino propio de soledad y riesgo que le lleve a alcanzar el llamado Atman, la causa original de su existencia, lo que une a todos los seres humanos, una verdad primera.

Su viaje es el de una vida con sus momentos de luz y sus caídas, sus fases en soledad y en buenas y malas compañías, y le hace comprender que las doctrinas religiosas son un medio para alcanzar el conocimiento, no un fin en sí mismas, y que la paz consigo mismo será fruto de su esfuerzo personal y no de un camino trazado por otros.

Plagada de simbolismos y de conceptos tomados del hinduismo y el budismo, Siddharta es una obra maestra atemporal, porque su tema fundamental es el de la condición humana. Es algo absurdo calificarla como libro de autoayuda, pero sí, leerla es un buen ejercicio de autoaprendizaje.

Tolstoi. La muerte de Ivan Ilich
Tolstoi. La muerte de Ivan Ilich

La muerte de Ivan Ilich. Tolstoi

Cotidiano, triste, uno de tantos. Tan anodino que, tristemente, cualquiera podría identificarse con él. Así es Ivan Ilich, el funcionario de la administración zarista, de vida recta que no plena, que protagoniza este brillante cuento largo de León Tolstoi: un individuo gris al que conocemos en su velatorio. Ha estudiado, ha entrado a trabajar, ha ascendido, se ha casado con una burguesa tan poco reseñable como él, ha tenido hijos, es temido por quien puede necesitar o temer a la justicia rusa y se ha hecho respetable, y eso le gusta.

Sólo ante la proximidad de su muerte, Ilich comienza a plantearse esas cuestiones esenciales que hasta entonces no se le habían pasado por la cabeza: cómo la muerte de cualquiera puede ser el inicio del resurgimiento de otros, cómo nadie padece igual que uno mismo sus propios males (la empatía es bien escaso, y cuando lo hay, tan humanamente limitado), y cómo sólo el cariño puede aliviar en parte el dolor que padece quien es consciente de su final próximo.

Si sentimos que empezamos a sobrar, a lo mejor sobramos; para qué tanto esfuerzo, cuándo morirá mi superior para poder sustituirlo yo. Resignación pesimista y clarividente ante nuestro lado miserable.

Leer La muerte de Ivan Ilich no os llevará mucho tiempo (son sólo unas cincuenta páginas) y es un buen plan para días especialmente soleados. A Gandhi le parecía la mejor historia de la literatura rusa.

La hija del capitán. Aleksandr Pushkin
Esta obra de Pushkin os gustará aunque no seáis muy partidarios de la prosa en verso con la que desarrolló Eugenio Oneguin. Aunque se base en una historia de amor, Pushkin la trasciende para ofrecernos una sorprendente sucesión de aventuras e intriga, una trama poco previsible y de humor muy cuidado.

Su protagonista es Piotr Andréich Griniov, un joven de familia acaudalada que no realizará el servicio militar en un destino fácil, como era su deseo, sino en una aislada fortaleza de la que deberá salir “hecho un hombre”. Si su traslado al lugar ya está salpicado de peligros, a su llegada sólo encuentra soldados de edad. Como os imaginaréis, la única mujer en la fortaleza es la hija del capitán que da título a la obra, María, de la que Piotr se acaba enamorando en contra de la opinión de su familia y de un amigo también prendado por ella.

No os desvelamos el final para que podáis disfrutar leyéndolo; os garantizamos que la novela es altamente adictiva.

Yasmina Khadra. Lo que el día debe a la noche
Yasmina Khadra. Lo que el día debe a la noche

El malentendido. Irène Némirovsky

Ya os hemos comentado alguna vez aquí que el orden de publicación de las obras de Irène Némirovsky en español no se corresponde con el orden con el que esta  autora de origen ucraniano las escribió. El malentendido fue su primera novela, apareció en 1926 en Les Oeuvres Livres, y se dedica, quizá con mayor extensión y profundidad que el resto de sus libros, al amor, su frecuente levedad, y los intentos infructuosos por resucitar sentimientos muertos, o nunca habidos en realidad.

También como en el resto de sus novelas, en El malentendido observamos de fondo la mecánica de las relaciones sociales en la clase alta parisina de comienzos del siglo pasado, las consecuencias de adorar la apariencia por encima de todas las cosas y la caída de las ilusiones prebélicas de los años veinte, que sólo pueden revivir en la nostalgia.

Lo que el día debe a la noche. Yasmina Khadra

A los más jovencitos el título de esta novela os sonará por su versión fílmica de 2012; el libro es algo anterior (de 2009) y supuso un corte en la trayectoria de novelas de tema bélico y maneras de reportero de Yasmina Khadra, pseudónimo de Mohammed Moulessehoul, un militar argelino exiliado en Francia que con este libro, escrito con precisión psicológica y sencillez, quiso crear una epopeya en torno a la historia contemporánea de su país.

Narra la historia de Younes desde su infancia en la miseria junto a unos padres sufridos, trabajadores y perseguidos por la mala suerte, hasta su historia de amor imposible con la seductora Émilie. En el camino se habla de religión y de las posibilidades de convivencia entre musulmanes y occidentales en torno a la II Guerra Mundial y la revuelta posterior por la independencia de Argelia.

Si queréis compartir lecturas hoy, podéis apuntaros a alguna de las muchas actividades que se han programado con motivo del Día del Libro y de los Derechos de Autor.

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