Ya sabéis que ver cine japonés es cambiar los biorritmos, pensar y mirar con una cadencia diferente durante, mínimo, un par de horas; fijarnos en los detalles.
En Aguas tranquilas, un drama nipón con el sello de la directora Naomi Kawase, lo de menos es el argumento (los pasos adelante y hacia atrás en el camino hacia la madurez de dos adolescentes tras descubrir uno de ellos el cadáver del que había sido amante de su madre en el mar) y, lo de más, la manera de contárnoslo: gestos, silencios, música, manos, compañías; una poesía y un apelar a los sentidos que también caracterizaron El bosque del luto, filme de Kawase de 2007 que tiene mucho que ver con éste en cuanto a la presencia de la muerte, del duelo individual y las despedidas colectivas o de la traslación de nuestras emociones privadas a la naturaleza, a cómo la contemplamos, cómo nos sumergimos en el mar sin miedo o lo miramos de lejos porque “está vivo”.
Aquí, sin embargo, gana importancia la figura de la madre, de tintes tan distintos para cada uno de estos dos escolares: casi siempre ausente para él, que suple su falta con un resentimiento que cava una brecha; muy presente para ella, que se prepara para aceptar su muerte inminente ahondando en lo que queda de los muertos en tierra, en cómo encarar la soledad que dejan, a partir del consejo adulto. En esa omnipotencia latente de la madre como origen y hogar, y también en sus naturalezas, Aguas tranquilas nos hace pensar en El árbol de la vida de Malick.
La fotografía seduce; si alguna vez queréis disfrutar en vivo de estos paisajes tendréis que buscar viajes a la isla de Amami-Oshima, al sur de Japón, donde, por cierto, hunde sus raíces la familia de Kawase. Ella alude en la película a sensaciones personales que vivió en persona durante el rodaje de Aguas tranquilas: la muerte de una tía que fue como una madre para ella.
Con mucho talento, la directora consigue que nuestra mirada se cruce con la de los niños protagonistas, transmitirnos su emoción del descubrimiento ante los vaivenes del ciclo de la vida, a veces desde el encantamiento, otras desde la rebelión.
Como habréis podido adivinar, Aguas tranquilas es, más que una historia llevada a la gran pantalla, un poema visual. Mojándonos, una de las mejores pelis que hemos visto en los últimos meses.