12+1 películas fundamentales inspiradas en libros casi olvidados

10/08/2017

Las novelas de Isaak Dinesen, Margaret Mitchell, Daphne du Maurier o Patricia Highsmith no han quedado, en la mayoría de los casos, a la sombra de las películas que inspiraron, pero hay filmes basados en novelas o relatos prácticamente desconocidos: pocos saben que, en esos casos, también hay literatura tras el cine. Estos son trece ejemplos:

Murnau. Amanecer, 1927
Murnau. Amanecer, 1927

AMANECER, 1927

Murnau fue uno de los directores europeos cortejados en los veinte por Hollywood, y tras el éxito logrado con El último en 1924, los estudios Fox se pusieron a su disposición. En ellos rodaría Amanecer, en 1927, basándose en la historia de Hermann Sudermann Viaje a Tilsit.

En su habitual estilo expresionista, los personajes eran identificados simplemente como el hombre, la mujer y la mujer de la ciudad y los decorados fueron construidos desde una perspectiva forzada, haciendo que parecieran más espaciosos que en la realidad. Murnau empleó enanos en los segundos planos para resaltar aún más ese efecto: logró que un restaurante pareciera, de hecho, un campo de fútbol. Su utilización de la iluminación también resultó casi inédita.

También convirtió el ritmo en esencial por el uso de una cámara ambulante que se movía por todas partes, a veces adoptando el punto de vista del actor para que el público pudiera entender su expresión. Incluso a la hora de explicarlo, Murnau recurrió a la literatura: Tenemos nuestros pensamientos y también nuestras realizaciones. James Joyce, el novelista, lo demuestra muy bien en sus obras. Primero representa la mente y después la contrapesa con la acción.

Este fue uno de los grandes ejemplos de la importancia del trabajo de la cámara antes de que se introdujera el sonido. El primer cámara, ganador de un Óscar, fue Charles Rosher, y los actores, pese a ser estrellas americanas (George O´Brien, Janet Gaynor), recurrieron a la escuela alemana de interpretación.

Amanecer tuvo mucha influencia: en directores como Borzage, en El ángel de la calle y El río, o en John Ford, que utilizó sus decorados en Cuatro hijos. Además, en 1939 Veit Harlan dirigió un remake que recuperaba el título de la novela, Viaje a Tilsit, y que a diferencia de la mayoría de los remakes de clásicos, no está mal.

ALARMA EN EL EXPRESO, 1938

Frank Launder y Sidney Gilliatt adaptaron para el guion de esta película temprana de Hitchcock la novela de Ether Lina White The Wheel Spins. La historia sería adaptada en muchas ocasiones, algunas por el propio director inglés, pero esta fue su interpretación más siniestra.

El argumento no guarda mucha lógica, pero para Hitchcock no era un problema, decía que eso, la lógica, era lo primero que rechazaba.

Casi toda la acción transcurre en un tren transcontinental con un pasaje lleno de viajeros hitchcocktianos. Cuando una institutriz desaparece, los detectives aficionados comienzan las pesquisas para hallar su paradero.

Rodada en un incómodo y estrecho estudio de Islington durante cinco semanas de 1937, logró el premio de los críticos de Nueva York a la mejor película de 1938.

 

EL HALCÓN MALTÉS, 1941

Cuando ya era un reputado guionista, Warner Bros pidió a John Huston que dirigiera lo que quisiera. Él mencionó El halcón maltés de Dashiell Hammett, una historia de detectives llena de gente básicamente desagradable. Incluso el héroe, Sam Spade, envía a la horca a la que podría ser su amante.

La misma historia había sido rodada dos veces, con otros títulos, en los treinta, y Huston actualizó la novela a su época (la historia de Hammett data de 1929). Título y autor tampoco son desconocidos, aquí el verdadero milagro fue la fidelidad.  Dejó Huston que el estilo disperso de Hammett se mantuviera y permitió que mínimos movimientos de cámara fuesen el contrapunto a la trama, confusa, y a los personajes tortuosos y torturados.

También siendo fiel al libro, no buscó el suspense mediante persecuciones de coches monótonas y tiroteos, sino al estilo Hitchcock: mediante el engaño y el peligro se ser atrapado.

Esta fue la primera de las seis pelis que Huston realizó con Bogart, y un gran impulso a la carrera del actor.

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John Huston. El halcón maltés, 1941

LA TERRA TREMA, 1948

El segundo largo de Visconti fue casi un documental. Inspirado en la novela de Giovanni Verga, trata de la lucha de los pescadores con la naturaleza, el reclutamiento, la opresión de los ricos, la muerte y, sobre todo, el destino.

Fue rodada en exteriores en Aci Trezza, un puerto de pescadores siciliano, con un reparto de aficionados, y, sin embargo, es un modelo de estilo y organización.

Visconti. La terra trema, 1948
Visconti. La terra trema, 1948

EL TERCER HOMBRE, 1949

Di mi último adiós a Harry hace una semana, cuando su ataúd fue introducido en la helada tierra de febrero… Con los primeros compases de la novela El tercer hombre, Graham Greene atrajo a Korda para que produjese este filme.

Korda le envió a Viena, una ciudad en 1949 aún devastada por la guerra, para que pensara en una película sobre la ocupación de la ciudad por las cuatro potencias, y a los tres meses de investigarla a fondo, saltó la liebre: un oficial del servicio de espionaje inglés le reveló el complejo sistema de alcantarillado vienés y un fraude en torno a la penicilina.

Inicialmente Greene escribió el guion como una historia y luego trabajó con Carol Reed en el guion verdadero. A Reed le debemos -y a aquel programa de Garci también- que hoy sigamos tarareando el Harry Lime Theme: eligió un café local en el que Anton Karas tocaba una cítara para lograr propinas.

Mizoguchi. La vida de O-Haru, mujer galante, 1952
Mizoguchi. La vida de O-Haru, mujer galante, 1952

La combinación de feliz coincidencia, valentía y precisión hicieron de El tercer hombre una película genial, premiada en Cannes ese mismo año. Y Graham Greene no es ningún escritor en la sombra, pero su papel fundamental en que esta peli se rodase quizá no se haya recordado lo debido.

LA VIDA DE O-HARU, MUJER GALANTE, 1952

Siendo un niño, Mizoguchi presenció la venta de su hermana mayor para convertirse en geisha, y aquel recuerdo tuvo una gran repercusión en su trabajo. Para Rosenbaum, esta obra es “un retrato de la mujer tratada, vendida, valorada, degradada y desechada como objeto físico”.

Se basa en una obra literaria, bien conocida en Japón pero no aquí: La vida de una mujer que amó el amor. Habla de la fortuna menguante de la hija de un rico mercader y se ambienta en el Japón del s XVII. Termina siendo una prostituta, y esta película es un buen ejemplo del interés del director por la victimización de la mujer en el Japón medieval.

Mizoguchi obtuvo el León de Plata en Venecia y la actriz principal, Kinuyo Tanaka, se convertiría con el tiempo en la primera directora de cine de su país.

MADAME DE…, 1953

Esta peli dirigida por Max Ophuls es una adaptación de una novela corta de Louise de Vilmorin: trataba de unos pendientes que un hombre regala a su mujer y que esta vende para pagar una deuda. El marido los compra para regalarlos de nuevo, pero esta vez a su amante, que los vende otra vez. Ahora los compra un diplomático que se enamora de Madame de… y se los regala. Al verlos, su marido se da cuenta de la infidelidad de su mujer, se los devuelve al diplomático y le cuenta la historia.

Abandonada por el que consideraba su amor verdadero, la mujer se va deteriorando hasta la muerte.

A partir de esta historia de engaños en la alta sociedad, Ophuls creó una obra maestra.

Max Ophuls. Madame de..., 1953
Max Ophuls. Madame de…, 1953

EL INTENDENTE SANSHO, 1954

Esta película de Mizoguchi, basada en una novela de Ogai Mori, es un relato de sufrimientos y autosacrificios. El muy sádico intendente Sansho sistemáticamente persigue, tortura y arruina a la que antes fue una familia noble y próspera. La persecución nos la enseña el cineasta a través de escenas de violencia terrible y, a la vez, con una delicadeza visual sutil.

Destacan los fundidos a cámara lenta, algunos primeros planos, y una casi translúcida fotografía de Kazuo Miyagawa, maestro de los largos planos en movimiento, como había demostrado en Rashomon. Sorprende también la majestuosidad de la naturaleza, bella como en casi ninguna otra película japonesa.

Mizoguchi. El intendente Shansho, 1954
Mizoguchi. El intendente Shansho, 1954

CENIZAS Y DIAMANTES, 1958

Cuando Wajda llevó esta novela de Jerzy Andrzejewski a la pantalla lo hizo bajo la estricta censura existente en la Polonia de la Guerra Fría, y aún así hizo de la película un hito de libertad creativa. Como la novela, el filme transcurre durante un día y una noche en el hotel de una ciudad.

Su triunfo dentro y fuera de Polonia tuvo que ver con la elección del actor Zbigniew Cybulski como Maciek: con sus gafas oscuras y su forma de vestir, encarnaba a los rebeldes de los cincuenta. Andrzejewski no lo imaginó así, pero después no podía pensar en Maciek de otra manera.

El relato, denso y difícil, trata del intento por parte de miembros de la clandestinidad nacionalista de asesinar al nuevo secretario de distrito comunista.

2001: ODISEA DEL ESPACIO, 1968

Esta película de Kubrick se estrenó en marzo de ese año, ocho meses antes del lanzamiento del Apollo 8 para el primer viaje a la luna, y había comenzado a rodarse en 1965. Estaba inspirada, solo inspirada, en dos obras de Arthur C. Clarke: El vigilante, de solo 11 páginas, y la novela más larga El fin de la infancia. El relato cuenta desde el descubrimiento del arma por el hombre prehistórico (con ayuda de un monolito negro enviado por extraños del espacio exterior) hasta un futurista viaje espacial para descubrir el origen de otro monolito en la luna. Durante el viaje, el ordenador de la nave trata de hacerse con el control y mata a tres de los astronautas a bordo, hasta ser “asesinado” por el último tripulante.

Hoy aceptamos esta película como obra maestra, pero en su momento los críticos discutieron si era buena aunque confusa o, simplemente, trivial. Al público lo confundieron sus simbolismos, pero fue un inesperado éxito comercial, hasta el punto de que Así habló Zaratustra quedó convertida en parte de la música popular.

SIGNOS DE VIDA, 1968
Fue el primer largo de Werner Herzog. Rodado en Creta y Kos, se basa en la historia de primeros del siglo XIX de Achim von Arnim El inválido loco del fuerte Rattoneau, que retrata la locura sobrevenida al soldado alemán Stroszek, quien, junto a su mujer griega y dos soldados, es enviado a 1942 a convalecer en una isla fuera de la zona de combate.

La estupenda fotografía en blanco y negro transmite el calor del verano, la lejanía y el descenso del hombre a los abismos.

Truffaut. Jules et Jim, 1971
Truffaut. Jules et Jim, 1971

JULES ET JIM, 1971

Alguna vez dijo Truffaut que se dedicaba a hacer las películas que le hubiese gustado ver cuando era joven. Esta, su tercera obra, entra desde luego en esa categoría.

Se trata de un relato romántico y triste sobre dos hombres, Jules y Jim, enamorados de la misma mujer, Catherine; argumento propio de muchas comedias sofisticadas. El francés quiso desarrollar dos temas: la amistad entre los dos hombres, que trata de mantenerse viva, y la imposibilidad de vivir los tres juntos. En sus palabras: La idea es que la pareja no es una solución satisfactoria, pero hoy por hoy no hay otra.

Por su valor emocional y desenvoltura, esta es una de las grandes obras de la Nouvelle Vague: las escenas se superponen, se utiliza el montaje rápido y se juega con la continuidad. La recientemente fallecida Jeanne Moreau nunca estuvo tan expresiva como interpretando a Catherine y la música de Delerue acentúa la tensión entre técnica y emoción.

Y aquí llega la inspiración: Truffaut se basó en una novela de Henri-Pierre Roche y mantuvo casi todos sus elementos, aunque libremente dispuestos, sobre todo en el rol de Catherine, que se convirtió en una mezcla de varias mujeres del libro. La historia es relatada como un cuento de hadas, con una narrativa irónica y poética.

Pese a lo potencialmente escandaloso del tema y su pesimismo inherente, lo que domina la película es su frescura, que el remake de Mazursky Una almohada para tres (1980) no pudo superar.

ALGUIÉN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO, 1975

Ken Kesey, protagonista de Gaseosa de ácido eléctrico de Tom Wolfe, era a su vez el autor del libro en el que se inspiró la obra que Kirk Douglas compró en 1963 y quiso hacer. Pero se hizo demasiado viejo, así que fue su hijo quien la produjo y Nicholson la interpretó doce años después.

Kesey ni la vió ni lo intentó, porque pensaba que habían falseado su historia. Cuando escribió su libro utilizó sus experiencias con el LSD para describir qué pasaría con los pacientes de un asilo si se les obligase a tomar drogas por prescripción médica para controlar su metabolismo. Consideraba que esta era una parte fundamental de la historia, pero la película de Milos Forman, entonces un recién llegado a Estados Unidos, dejaba al margen la presencia social de la droga en los setenta mientras que Kesey quería realismo antes que entretenimiento. Menos alucinación y psicodelia.

Cuando se estrenó, en cierto modo el público la convirtió en reflejo de una reacción social contra la guerra de Vietnam, y se llevó la mayor parte de los Óscars, el de Nicholson incluido.

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