Si el año pasado comenzaba con el arranque de la programación cultural destinada a conmemorar en Alemania, especialmente en Greifswald, el 250 aniversario del nacimiento de Caspar David Friedrich, este año la celebración de sus paisajes llega a Estados Unidos: hasta el próximo mayo, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York presenta “The Soul of Nature”, la primera antología de este autor en América, que hace hincapié en su tratamiento de la naturaleza como espacio para el descubrimiento personal, la reflexión filosófica y también la devoción. Es sabido que, aprovechando el poder expresivo de la perspectiva, la luz, el color y las atmósferas, el artista ideó paisajes que articulan una profunda conexión entre el mundo natural y el yo interior, o alma, y que aquellas imágenes encapsularon los postulados emergentes del Romanticismo, una revolución cultural que defendió concepciones de la percepción y el sentimiento individuales que, en buena medida, podemos considerar que continúan vigentes.
Organizada junto a la Alte Nationalgalerie de Berlín, la Staatliche Kunstsammlungen de Dresde y Hamburger Kunsthalle, esta exhibición cuenta con préstamos de estas tres instituciones y de más de una treintena de colecciones públicas europeas y americanas y es la tercera que se brinda en Estados Unidos al alemán: las dos primeras tuvieron lugar en 1990 y en 2001 y se centraron, respectivamente, en su producción en las colecciones rusas -el origen de la presencia de Friedrich en los fondos de ese país lo explica bien Florian Illies en La magia del silencio– y en sus observadores de la luna.
La actual en el MET se vuelca en su mirada a la naturaleza, personal pero también representativa de su tiempo: como recordó la comisaria Alison Hokanson en la inauguración de la muestra, las creaciones de Friedrich se enmarcan en un momento decisivo en el desarrollo de la comprensión humana del mundo natural, y sus paisajes, aunque mucho mejor recibidos en las últimas décadas que en vida del pintor, contribuyeron al entrelazamiento del entorno y el yo, una sensibilidad que se desarrollaría en paralelo al inicio de la revolución industrial y al crecimiento de lo que hoy llamamos conciencia ecológica. Al observar su obra podríamos discernir, en definitiva, los comienzos de una experiencia de la naturaleza que aún perdura, tanto en nuestro acercamiento físico a la misma como desde la perspectiva artística y desde la cultura popular.
![Caspar David Friedrich. Plant and Tree Studies, 1799. Kupferstichkabinett, Staatliche Museen zu Berlin](https://masdearte.com/media/n_friedrich_metropolitan.jpg)
Encontraremos en el recorrido pinturas al óleo, dibujos terminados y bocetos de trabajo significativos de la evolución de Friedrich junto con algunas composiciones de autores que le fueron contemporáneos (Johan Christian Dahl, Carl Gustav Carus, August Heinrich y otros); se han escogido con el fin de subrayar el vocabulario simbólico presente en sus paisajes y relativo a los significados personales y existenciales que descubrió en la naturaleza. No faltan piezas fundamentales que hasta la fecha no habían podido verse en Estados Unidos, como Caminante frente al mar de niebla, llegado de Hamburger Kunsthalle, o Monje frente al mar, procedente de la Nationalgalerie berlinesa; sí había podido contemplarse en aquellos montajes anteriores otro icono: Dolmen en otoño, que ha cruzado el océano desde el Albertinum de Dresde. Asimismo, se han reunido por vez primera las cinco obras del artista que poseen otros tantos centros estadounidenses: el propio Metropolitan, el Kimbell Art Museum, el J. Paul Getty Museum, la National Gallery of Art o el Saint Louis Art Museum; se ponen en relación con el resto de su trabajo, ganando contexto, y también junto a una extensa selección de obras sobre papel que pondrán de relieve la importancia del dibujo en la práctica de Friedrich. Hay que señalar que el MET ha incremetado en las últimas cuatro décadas su acervo de pintura romántica del norte de Europa, apenas representada en los fondos de los museos americanos.
Articulada desde criterios tanto temáticos como cronológicos, la exposición recuerda que la trayectoria de Friedrich, cercana a las cuatro décadas, coincidió con relevantes transformaciones sobre el paisaje alemán y europeo, tanto en un sentido puramente físico como en el simbólico: el final del siglo XVIII y el primer tercio del XIX, además de conocer el auge del movimiento romántico, fueron tiempo de descubrimientos científicos ligados al territorio, de una industrialización naciente, de agitación política y de guerra. El recorrido aborda el peso en la obra del artista de la espiritualidad y la religión, su experiencia de lo infinito y lo inabarcable, sus referencias al paso del tiempo y la mortalidad, la sugerencia de soledad patente en algunas de sus piezas y también la de la compañía que puede proporcionar la naturaleza, la yuxtaposición en algunos trabajos de lo familiar y lo desconocido y también la de la belleza y el peligro, esa conjunción que los románticos llamaban sublime.
Se inicia la antología con los primeros años de Friedrich en Dresde, entonces floreciente centro cultural y semillero del pensamiento romántico temprano. Trabajando principalmente como dibujante y grabador, se desenvolvía aún con diferentes estilos y técnicas para encontrar su camino, previa formación danesa. Sus primeras obras, basadas en el dibujo al aire libre, revelan su apreciación del mundo natural como un lugar de experiencia emocional y su enfoque cada vez menos convencional de la perspectiva y la composición.
Un segundo capítulo del recorrido destaca el período entre 1803 y 1808, años de avance profesional: Friedrich llevó a cabo ambiciosos dibujos a tinta para exposiciones públicas en Dresde y Weimar, y obras como Vista de Arkona con luna naciente (actualmente en la Albertina vienesa) suscitaron una considerable atención de la crítica tanto por su virtuosismo técnico como por su alineamiento con el gusto romántico de entonces, por la captación de estados de ánimo y también de misterio. Esta vista de la isla de Rügen en el mar Báltico evoca, a través del sobrio paisaje costero, la soledad, la melancolía y el anhelo.
![Caspar David Friedrich. Statue of the Madonna in the Mountains, 1804. The Art Institute of Chicago](https://masdearte.com/media/n_friedrich_metropolitan1.jpg)
Tras hacerse un nombre como dibujante, Friedrich empezó, alrededor de 1807, a centrar gran parte de su energía en la pintura al óleo. Muchas de sus primeras composiciones en esta técnica, realizadas en medio de la inestabilidad y la violencia que envolvieron su ciudad durante las guerras napoleónicas (1803-1815), representan emblemas de sufrimiento y consuelo: cruces cristianas, crucifijos y monasterios católicos abandonados hace mucho tiempo, comunes en el territorio alemán. El vigor de esos temas, y de su elevada fe personal, lo acrecentó el artista con manipulaciones de la perspectiva y la atmósfera: sus paisajes son terrenos para el encuentro sagrado y, precisamente, una de sus meditaciones más extraordinarias (y explícitas) sobre la espiritualidad susceptible de hallarse en la naturaleza es el citado Monje junto al mar, radicalmente minimalista. En sus palabras, quiso representar el más allá incognoscible… ¡la oscuridad del futuro! La cual es siempre una intuición sagrada, que solo puede verse y reconocerse en la creencia.
Aunque la soledad, una experiencia descrita con gran intensidad en esa misma imagen -e inherente a su personalidad-, es como dijimos un tema importante en el arte de Friedrich, su práctica creativa se desarrolló en medio de una comunidad de amigos y familiares. La Academia de Arte de Dresde, de la que se convirtió en miembro y más tarde en profesor, atrajo a compañeros y alumnos con ideas afines con los que pudo explorar el paisaje e intercambió pareceres y métodos. La camaradería que dio forma al arte de Friedrich está documentada en dibujos realizados cerca de otros autores y también en lienzos como Dos hombres contemplando la luna, del Metropolitan.
![Caspar David Friedrich. Monk by the Sea, 1808-1810. Nationalgalerie, Staatliche Museen zu Berlin](https://masdearte.com/media/n_friedrich_metropolitan2.jpg)
A finales de la década de 1810 y en la de 1820, los símbolos religiosos evidentes que dominaban la obra temprana de Friedrich dieron paso a imágenes imbuidas de asociaciones espirituales en un sentido más amplio. Durante este período, desarrolló numerosas escenas inspiradas en la geografía y la vida cotidiana de lugares que conocía bien y sus paisajes marinos y urbanos entablan lazos entre la existencia familiar y rutinaria y los reinos distantes y desconocidos. Esta dinámica podría resumirse en Luna saliendo sobre el mar, en la que figuras en tierra firme miran a través de una extensión de agua hacia los barcos que se aproximan y, más allá de ellos, el horizonte. En otras obras, entre ellas Mujer frente a la puesta de sol, alude igualmente a la promesa de comunión con la naturaleza.
![Caspar David Friedrich. Woman before the Rising or Setting Sun, 1818-1824. Museum Folkwang, Essen](https://masdearte.com/media/n_friedrich_metropolitan6.jpg)
La siguiente sección de la exposición explora el interés de Friedrich por el paso del tiempo. Las representaciones de las estaciones, como el mencionado Dolmen en otoño, unen los ciclos de la naturaleza con los ritmos de la vida y la historia humanas. El alemán se sentía particularmente intrigado por el invierno, y creó numerosas obras que capturan los colores sutiles de la estación y evocan sus asociaciones a la muerte y el renacimiento. De manera similar, las deslumbrantes acuarelas del artista de castillos centenarios, cubiertos de vegetación, conmemoran el esfuerzo humano y lamentan su carácter efímero. A raíz de las guerras napoleónicas, estos vestigios del pasado vinieron a convertirse en emblemas de las esperanzas y decepciones políticas modernas.
La era romántica marcó, además, el comienzo de una nueva apreciación de las montañas como lugares de belleza y grandeza y señal del inmenso poder de la naturaleza. Friedrich respondió al creciente interés de la época por las vistas y sensaciones de las grandes elevaciones en El Watzmann, una pintura monumental de un pico de los Alpes que representó con llamativo detalle, a pesar de no haberlo visto nunca de primera mano. Fue precisamente el carácter imponente de las montañas lo que atrajo de ellas a los románticos; para estos autores, las altas cumbres ofrecían un encuentro con lo sublime: una mezcla de belleza, peligro, asombro y exaltación que adquiere forma icónica en El caminante sobre el mar de niebla.
![Caspar David Friedrich. Wanderer above the Sea of Fog, hacia 1817. Hamburger Kunsthalle](https://masdearte.com/media/n_friedrich_metropolitan5.jpg)
A finales de la década de 1820 y principios de la de 1830, el gusto del público se alejaría de los paisajes introspectivos y enigmáticos de Friedrich en favor de una forma de representación más directa. Aunque la reputación del artista decayó, él se mantuvo fiel a sus principios. Al estructurar sus composiciones en torno a amplias franjas de tierra, agua y cielo, plasmadas con nitidez pero con detalles reducidos, imbuyó sus últimos lienzos, entre ellos La estrella vespertina, de ritmos visuales sorprendentes. En este período, plasmó igualmente su filosofía creativa en el papel, escribiendo: “La tarea de una obra de arte es reconocer el espíritu de la naturaleza y, con todo el corazón y la intención, saturarse de él, absorberlo y devolverlo en forma de cuadro”. La íntima conexión que percibía entre el individuo y el mundo natural se ejemplifica en Las etapas de la vida, obra en la que un grupo de personas en la orilla del mar, los barcos en el agua y el cielo claro sugieren una meditación conmovedora sobre la familia, la mortalidad y la continuidad generacional.
Para cerrar la exposición, una sala se centra en los últimos años de Friedrich. Aunque su obra había perdido consideración en gran medida y los efectos de un derrame cerebral le dificultaron pintar, el impulso creativo de este autor permaneció intacto. Regresó a la tinta aguada como su principal vehículo creativo y se dedicó a representaciones de cementerios, tumbas antiguas y playas vacías: imágenes que reflejan un amplio interés filosófico por la muerte y todo lo que pueda haber más allá de ella. Estas últimas obras son una poderosa piedra angular del conjunto de paisajes que había producido durante las cuatro décadas anteriores; una evocación visionaria de la compleja relación de la humanidad con la tierra viva.
![Georg Friedrich Kersting. Caspar David Friedrich in His Studio, 1811. Hamburger Kunsthalle](https://masdearte.com/media/n_friedrich_metropolitan3.jpg)
“Caspar David Friedrich: The Soul of Nature”
1000 Fifth Avenue
Nueva York
Del 8 de febrero al 11 de mayo de 2025
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