David Barro
En la pintura de Franz Ackermann todo es posible, ya que ésta se muestra como actitud,
como memoria destilada por el tiempo, como deriva de un espectador que no tiene más remedio que
habitar la pintura.
“Franz Ackermann. Home, Home Again/23 Ghosts”
Da2, Salamanca
Del 9 febrero al 8 de abril de 2007
Da2, Salamanca
Del 9 febrero al 8 de abril de 2007
Ackermann traduce la pintura en una geografía que nace de la perversión de la escala, ya sea maximizando o minimizando nuestro encuentro con ella. Es, por tanto, uno de esos ejemplos perfectos para entender cómo el arte cedió el espacio de lo contemplativo a esa suerte de ciencia del comportamiento que hoy lo caracteriza.
La idea es generar nuevos territorios expansivos que puedan ser penetrados, un desplazamiento que permita entender la pintura como escenografía; una vez divorciada del cuadro, la pintura se ha escapado del muro de modo “aliciante” y se ha rebelado como técnica para asumir su condición de “tradición”, como han señalado teóricos como Thierry de Duve. Ackermann trabaja asumiendo la pintura como idea, como cartografía de un viaje mental, deconstruyendo la experiencia misma para generar sutiles o explosivas interferencias que paradójicamente funcionan como partes indisolubles de un todo de indiscutible belleza.
Con todo, queda un lugar importante para la crítica social. Siempre a partir de una figuración estrangulada o caleidoscópica que esquiva el habitual realismo por capítulos -pictóricos o fotográficos- para llegar como exceso, como un torbellino multicolor que seguramente resulta más fiel a nuestra accidentada sociedad. De ahí el desorden, las conexiones aleatorias (“turbulencia”, dirá Michel Serres), que devienen poesía, o lo que es lo mismo, azar y excepción. Y siempre con la ciudad como tema, como lugar para la alienación del viajero perdido en la utopía.
Ackermann es un artista excelente y lo demuestra en esta exposición que combina sus Mapas mentales (pequeñas aprehensiones) y sus Evasiones (desbordamientos apocalípticos vomitados en cuadros de dimensiones colosales). Como ejemplo, quedémonos con su Por fin en casa, donde advierte de la dificultad que emana a la hora de redefinir un lugar para una sociedad eternamente en tránsito a partir de coloridos despojos; o con su impresionante 23 fantasmas, enorme instalación creada ex profeso para el Da2, donde todo cabe en lo que en principio no sabemos si obedece a un paraíso desordenado o a los restos de una catástrofe, para más tarde advertir de que aborda la problemática de los refugiados africanos en lugares turísticos del Mediterráneo.
Ackermann denuncia sin dejar de hablar de pintura, y ahí radica su acierto. En un momento donde no caben reivindicaciones metafóricas sobre ella y hemos asumido con normalidad su débil contemporaneidad, la pintura se mueve después de la pintura, alejada de estilos y problemas derivados del género; aunque, en el fondo, continuemos hablando de “pintura”.
Franz Ackermann, City Planning 5 Delta Tower