El artista donostiarra Fernando Pagola es el último autor en sumarse al programa Tender Puentes del Museo Universidad de Navarra, destinado precisamente a estrechar lazos entre las colecciones de fotografía histórica de este centro pamplonés y la producción de artistas contemporáneos, a quienes se invita a llevar a cabo piezas de nueva creación que después se exhiben en el edificio de Moneo.
Su propuesta, titulada “Triple concierto”, tiene como eje la reflexión sobre los pormenores de la representación y se articula en tres secciones, vinculadas a otros tantos tempos musicales, en las que veremos obras en distintas disciplinas que, como viene siendo habitual en su trayectoria, adquieren su sentido último en los espacios donde se exponen, a los que además tendremos que asociar sus lecturas: busca Pagola el planteamiento de situaciones novedosas en los contextos expositivos, evitando los recorridos basados en la acumulación. Aludiendo al título y al trasfondo musical de esta exhibición, podríamos decir que sus trabajos se guardan en los cajones de su estudio hasta que adquieren plenitud al mostrarse al público, del mismo modo que las notas de una partitura cobran vida al ser tocadas, no tanto cuando son pensadas o únicamente llevadas al papel.
Explica Pagola que sus obras oscilan entre dos dimensiones, la material y la espiritual, y en la relación de ambas nociones busca el equilibrio, como procura obtenerlo también entre las vertientes visceral y racional de su proceso creativo. Buena parte de sus temas, formas y figuras proceden del inconsciente y tienen que ver con el misterio y con lo incontrolable, pero también, entiende el artista, con un origen sagrado o don divino que concede trascendencia a sus composiciones y que les da vida más allá de su despliegue formal. La vertiente terrenal la encontraríamos en la atención, casi devoción, otorgada a los objetos.
Las imágenes recientes que podemos ver en Pamplona se nutren, en todo caso, de temas y materiales que han acompañado al vasco a lo largo de su carrera: al tiempo que remiten a los mencionados fondos fotográficos del Museo, plantean un hilo conductor de su trayectoria y de sus estudios sobre las estrategias y ambigüedades de toda representación artística.
El primero de los apartados de este “Triple concierto” lleva por título Gilgamesh Enkidu – Allegro Enérgico, y nos ofrece un gran mural, de seiscientos metros cuadrados, cuya disposición recuerda a los monumentales ciclos mitológicos de la pintura barroca, poblados de los cuerpos en tensión y movimiento de héroes, furias o titanes. Entiende Pagola que esos arquetipos, si hubieran surgido en nuestra época, los leeríamos como metáforas de las potencias o corrientes ideológicas en conflicto por el poder o los recursos naturales; por eso este mural, que nació como ilustración de un texto de Andrés Barba referido justamente a la lucha física, viró desde 2020 a parámetros más complejos, en lo conceptual y lo plástico.
Hace tiempo ya había presentado una pieza, en el propio Museo Universidad de Navarra, inspirada en un mosaico romano sobre el enfrentamiento entre Teseo y el Minotauro: la ha reinterpretado, sumando estas nuevas miradas y su proyecto inicial para Barba, para experimentar con la plasmación del cuerpo en batalla en diversas fases, en lo psicológico y lo relativo a la expresividad y el dinamismo. Concebido como actualización de los combates antiguos, clásicos, contra la adversidad, el enemigo y uno mismo, este mural implica por tanto una especie de coda a Gilgamesh, aquel héroe que, al enfrentarse a su enemigo Enkidu, terminó por hallar su verdadera personalidad.
La contienda, en la que es la obra más antigua de la literatura épica, terminó con la amistad entre ambos y, como motivo, a Pagola le permite aquí experimentar con el espacio, la escala y las transformaciones del cuerpo sumido en la lucha, el juego, la danza… Tras fotografiar a dos modelos en acción, manipuló esas imágenes por la vía de su multiplicación fotocopiada: en un principio, controlaba las modificaciones, pero a medida que aumentaban las copias lo aleatorio ganaba, naturalmente, terreno, al reducirse los tonos. Las tensiones de la lucha se acabarán así resolviendo en la cabeza del espectador y, a medida que pierden nitidez los cuerpos, será posible que crezcan el erotismo o el juego.
La segunda sección de la exposición, que ocupa además su espacio central, es Proyecto Frankfurter – Andante espressivo. En esta ocasión, el punto de partida del artista fueron hojas del periódico Frankfurter, las dobles páginas del diario y las del dominical: ha utilizado las páginas sueltas para dar lugar a nuevos mensajes y contenidos durante décadas, sirviéndose del collage, la pintura y la fotografía. Así, las hojas han sido soporte de composiciones figurativas y abstractas; Pagola ha alumbrado nuevas imágenes a partir de las dadas y, cuando la pintura no tapa mensajes, estos quedan recortados o alterados por tonalidades de fondo.
Estas obras las veremos en las mesas de trabajo donde precisamente Pagola ha elaborado sus piezas, que se disponen en formato mural como si se tratara de grandes pinturas abstractas (fruto de una batalla procesual). Y la partitura expositiva termina con Dietario – Grazioso e giocoso, un compendio de agendas y notas que este autor ha tomado a lo largo de unos treinta años, en las que podremos rastrear su camino en cuanto a temas e inquietudes plásticas. Se exponen las originales, pero también su proyección audiovisual.
Fernando Pagola. “Triple concierto”.
Campus Universitario s/n
Pamplona
Del 25 de abril al 27 de agosto de 2023
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