Félix de la Concha: habitar el tiempo de la pintura

Exhibe en Fernández-Braso sus trabajos realizados en Iowa

Madrid,

Dos años después de que se estrenara en la Galería Fernández-Braso mostrando su serie dedicada a los interiores y las vistas desde Torres Blancas, Félix de la Concha regresa a esta sala madrileña para exhibir un conjunto de trabajos que realizó, de nuevo a plein air, en el lustro comprendido entre 2009 y 2014, un periodo en el que residió en Iowa y en el que también llevó a cabo la concienzuda reproducción de Las Meninas a tamaño natural cuyo proceso de ejecución ha explicado en el volumen Las Meninas desde una luz artificial. Diario de una copia, editado por Reino de Cordelia.

Este autor leones siempre se ha manejado sobre lienzo y en el terreno de la figuración, siendo sus géneros habituales el del retrato y el del paisaje (ambos se encuentran representados en esta exhibición), pero sobre todo ha elaborado paisajes habitados por arquitecturas en los que no contemplaremos figuras humanas: los artífices o moradores de estas construcciones nunca están presentes, aunque sí sus huellas; estos edificios, de alguna manera, los trascienden. Más allá de escenarios naturales y de urbanismos, en todo caso, el centro de la producción de De la Concha viene siendo el tiempo: no solo intenta congelar sus motivos de manera veraz en sus escenas, sino también captar las múltiples versiones de ellos que nos ofrecen las horas del día, las estaciones, los cambios de luz y lo que, pese a los cambios, permanece. Decía la crítica María Escribano que el suyo es un combate contra lo mutable, a cielo abierto, porque este creador, como los realistas decimonónicos, trabaja casi siempre fuera de su estudio o, más bien, hace de cada lugar donde desarrolla sus obras su taller.

Félix de la Concha. IOWA. Galería Fernández-Braso
Félix de la Concha. IOWA. Galería Fernández-Braso

Haciendo frente a no pocas inclemencias meteorológicas (en el caso de Estados Unidos, sus muy fríos inviernos), el pintor porta su caballete portátil y sus tubos de color, se asienta ante el motivo elegido y transita, de hecho, en dos tiempos que transcurren paralelos: el marcado por el desplazamiento de las nubes y el sol, del paso más o menos fugaz de una luz que define tonalidades, y el de la inmediatez que demanda la creación de sus telas, determinado por la rapidez del secado. Elige verse, en sus palabras, obligado a depender de ese momento que si no aprovecho ya no vuelve; no le preocupa la precisión en los detalles, sino en la armonización de esa iluminación.

Pese a ese trabajo sin techo, en ocasiones se viene desenvolviendo en formatos vinculados, en la mayoría de las ocasiones, a la labor en el estudio: es el caso de sus polípticos, que no crea pensando en retablos; más bien en la serialidad ligada al minimalismo. Le ofrecen la posibilidad de desplegar panorámicas más amplias de ciertos escenarios, o de mostrarlos a diferentes horas o acotando áreas; lo vemos en Siete momentos de luz en La Granja de los Siete Hermanos en el día más largo del año, conjunto de lienzos en los que se preserva la continuidad del horizonte pero las nubes quedan fragmentadas, revelando su movilidad en el paso de las horas. En términos fílmicos, hablaríamos de una ruptura del racord. En este tipo de composiciones podremos detectar, igualmente, el uso de la secuencia de Fibonacci que aplicaba Mario Merz o de la noción de diario creativo, o la de archivo; por supuesto, los prolegómenos de la realización de todas sus creaciones tienen que ver con múltiples paseos basados en la observación, en el registro visual de lugares.

Félix de la Concha. IOWA. Galería Fernández-Braso
Félix de la Concha. IOWA. Galería Fernández-Braso
Félix de la Concha. IOWA. Galería Fernández-Braso
Félix de la Concha. IOWA. Galería Fernández-Braso

Incluso, como apunta Armando Montesinos en el catálogo de esta exposición, la pieza de mayor formato ahora en Fernández-Braso, LA REGLA DEL 25. Una granja en Prairie Du Chien Road: por la mañana, a mediodía y por la tarde, que se compone de setenta y cinco imágenes articuladas en tres grupos, fue llevada a cabo conforme a instrucciones que habría podido establecer un performer seguidor de Fluxus: Cuando acababa cada cuadro avanzaba o retrocedía 25 pasos y pintaba una nueva visión desde allí. Grupo de 25 de la izquierda: Pintados por la mañana. Me desplazaba ladera abajo y me aproximaba más a la granja en cada nuevo cuadro. Grupo de 25 de la derecha: Pintados por la tarde. Me desplazaba ladera arriba y me alejaba de la granja en sentido contrario. Grupo de 25 del centro: Pintados al mediodía. En vez de hacer un recorrido continuo, como en los otros dos, empecé en un punto, en el medio, desde donde me desplazaba alternativamente hacia arriba o hacia abajo. Siempre avanzaba o retrocedía 25 pasos entre un cuadro y otro. Otro número 25 determinaba si se quedaba en casa o no: el de los grados bajo cero.

Félix de la Concha. Reflejo de una casa en Dodge Street desde Prairie Du Chien Road, 2009
Félix de la Concha. Reflejo de una casa en Dodge Street desde Prairie Du Chien Road, 2009

Si algún espectador tiene la tentación de ligar estos trabajos minuciosos a resultados propios de la fotografía, puede desengañarse; afirma el artista que él mira directamente, la cámara interpreta involuntariamente, por eso entre sus blancos y los de una instantánea, en su misma expresión, no hay color. Además, sus encuadres no los establece un objetivo, sino el giro (subjetivo) de su cabeza. Las variaciones sutiles de la naturaleza, quizá, solo puedan ser atentamente contempladas y traducidas por la mirada del pintor, que se enfrenta repetidamente a su motivo y decide llevarlo a la superficie, mayor o menor pero pequeña, sobre la que trabaja, seleccionando las perspectivas y los desplazamientos de sus ojos.

En definitiva, es posible entender las obras de De la Concha en esta exhibición, “IOWA”, como fragmentos de luz, tiempo y modos de pensar: supone un esfuerzo intelectual esbozar una impresión certera del entorno que exprese, además, sus paradojas, como los cuadros dentro del cuadro que implican los reflejos en el cristal o las llantas de los coches veloces sobre nieve que ha caído lentamente.

Félix de la Concha. Hilltop Tavern on a Bright Day, 2009
Félix de la Concha. Hilltop Tavern on a Bright Day, 2009
Félix de la Concha. Hilltop Tavern como en America the Beautiful, 2009
Félix de la Concha. Hilltop Tavern como en America the Beautiful, 2009

 

 

Félix de la Concha. “IOWA”

GALERÍA FERNÁNDEZ-BRASO

C/ Villanueva, 30

Madrid

Del 12 de septiembre al 8 de noviembre de 2024

 

Comentarios