Examen a Liotard

Las National Galleries of Scotland le dedican una retrospectiva

Edimburgo,
Jean-Etienne Liotard, Self-Portrait in Profile. Royal Collection Trust © Her Majesty Queen Elizabeth II 2015
Jean-Etienne Liotard, Self-Portrait in Profile. Royal Collection Trust © Her Majesty Queen Elizabeth II 2015

Jean-Etienne Liotard (1702-1789) disfrutó de una larga vida para su tiempo y también de una extensa carrera: lo consideramos uno de los grandes artistas del s XVIII por el asombroso realismo que alcanzó en sus retratos gracias a su enorme sentido de la observación y a sus habilidades técnicas. Pese a ello no se le han brindado demasiadas muestras individuales, y la más amplia que le ha dedicado hasta ahora el Reino Unido podemos verla hasta el 13 de septiembre en las National Galleries of Scotland.

Sobresalió en el arte del pastel, pero también en la pintura al óleo: creó esmaltes y fue grabador y un refinado miniaturista; como tal se había formado en Italia y París. Su actividad fue casi ingente: escribió un tratado sobre pintura, fue coleccionista, comerciante y viajero y uno de las más influyentes figuras europeas en la era de Mozart y Casanova.

En Edimburgo podemos ver sus obras más significativas: retratos, autorretratos y brillantes naturalezas muertas realizadas al final de su trayectoria.

En una etapa en la que el género del retrato era fundamentalmente una herramienta de propaganda de cara a la opinión pública, Liotard optó por dotarles de una atmósfera más íntima y relajada; sus trabajos, a menudo de pequeño formato, llaman la atención por su radical honestidad, por su despojamiento de símbolos o atributos representativos (Horace Walpole llegó a afirmar que la verdad prevalecía en todas sus obras). Buena parte de ellas se destinaron a espacios privados o eran adquiridos en viajes.

El pintor, que se describía a sí mismo como “un ciudadano de Ginebra”, convirtió a los miembros de la burguesía de su ciudad natal en sus modelos más frecuentes, retratándolos con gracia y realismo, sobre todo en la década en 1750. En Gran Bretaña su clientela incluyó a aristócratas, actores, turistas y caballeros y damas muy preocupados por la moda. Liotard los representó concediendo mucha atención a los detalles de su ropa, de sedas y encajes, y a la veracidad de su piel.

Sus trabajos, a menudo de pequeño formato, llaman la atención por su radical honestidad, por su despojamiento de símbolos o atributos representativos

Cinco secciones articulan la exposición: Constantinople, Britain, Self-Portraits, Family Portraits y Later Life.

Liotard viajó a Constantinopla en 1738 junto a dos británicos que realizaban el Grand Tour y que había conocido en un café de Roma. Permaneció allí cuatro años trabajando, entre otros, para el embajador británico, Sir Everard Fawkener. De aquel periodo datan lánguidos interiores, estudios de figuras reclinadas sobre divanes y retratos de diplomáticos y comerciantes de petróleo en los que se entremezcla lo occidental y lo oriental tanto en su vestimenta como en los muebles que los acompañan. Más tarde se estableció en Viena, donde trabajaría para la corte de los Habsburgo, cargo que le permitió multiplicar sus relaciones con la aristocracia de todo el continente.

En Inglaterra fue apodado como “el Turco”, por haber realizado numerosísimos grabados basados en los dibujos que llevó a cabo en Constantinopla y por su vestimenta, inspirada en las que vio allí: llevaba una túnica roja, un llamativo sombrero y barba larga. No fue el único: entonces se desarrollaba en Europa una corriente orientalista que tuvo su peso tanto en la moda como en las bellas artes y las artes decorativas, y a la turca se pintó en alguno de sus autorretratos.

En esa serie de trabajos documentó su propio envejecimiento, además de desarrollar y refinar su modelo de imagen exótica. También retrató a miembros de su familia en una serie de retratos que nos ofrecen una visión deliciosamente íntima de su círculo más cercano. En 1756 se había casado con Marie Fargues, hija de un comerciante francés, y con ella tuvo cinco hijos a los que pintó en numerosas ocasiones, sobre todo en pasteles.

Fue en la última etapa de su larga y fructífera carrera cuando Liotard, ya en Ginebra de nuevo, comenzó a explorar nuevos temas, como la naturaleza muerta, donde buscó el mismo realismo que persiguió en sus retratos. Se inspiran en modelos franceses y holandeses, pero también destacan por su originalidad.

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