Hace algo menos de un año, en el verano de 2023, se anunciaba la donación al Museo Reina Sofía de 36 obras por parte de Eva Lootz y el compromiso de que, más adelante, ocurriría lo mismo con el resto de la producción de esta artista austriaca, asentada en España desde los sesenta. Las piezas donadas correspondían en su datación a las últimas décadas del siglo XX y los inicios de los 2000, venían a sumarse a los nueve trabajos suyos con los que ya contaba el MNCARS y actualmente una selección de ellas forma parte de la antología que este espacio le dedica bajo el comisariado de Fernando López, quien fuera su asistente.
Se titula “Hacer como quien dice: ¿y esto qué es?” y se suma en Madrid a la que, desde el pasado mayo y hasta julio, puede contemplarse en Alcalá 31, que aúna proyectos más recientes; los lazos entre ambas exhibiciones son casi constantes y perfectamente puede iniciarse un recorrido en el Reina Sofía para finalizarlo en el edificio de Antonio Palacios si queremos adquirir una noción clara de las inquietudes de Lootz, autora a cuyas creaciones se ha referido hoy Manuel Segade como hipercomplejas, profundamente bellas y políticas en sus contenidos. Estos tienen que ver a menudo con la ecología, la psicología del lenguaje o las lenguas, especies y memorias que podrían desaparecer.
La sucesión de piezas en las salas de la planta baja del MNCARS se ha planteado como una concatenación de mundos, conforme a un ritmo singular, en la que se ponen de relieve los asuntos que han atravesado la trayectoria de esta artista, siendo uno central, como la misma Lootz ha explicado hoy, el del nuevo concepto de la materia que hoy podemos manejar, por el que esta no puede entenderse ya como inerte ni opuesta a la mente. Nos invita a apreciar, asimismo, la voluntad de vaciamiento del yo que quiso conceder pronto a su trabajo, un deseo de dejar a un lado su subjetividad y sus experiencias personales como punto de partida para centrarse en materiales y procesos: pronto abandonó los bastidores para comenzar a emplear líquidos aglutinantes, estaño fundido y, después de este, mercurio, elemento que, a su vez, le llevó a poner en cuestión los efectos de la minería y de las actividades industriales basadas en la extracción de materias primas, a las que ella se ha referido como ropa interior de la Historia (la sal también está muy presente en esta exhibición, al igual que la arena de mármol, protagonizando esta última una sala al completo que ha quedado convertida en una burbuja blanca con la que busca desafiar la sobresaturación de datos y la omnipresencia de pantallas que han modificado nuestra visualidad).
El centenar largo de piezas que integran esta retrospectiva, varias hasta ahora no vistas en Madrid, se completa con textos escritos por Lootz a lo largo de los años en los que da cuenta de las transformaciones en sus modos de hacer: en el primero se refiere a los líquidos de los que hace cinco décadas empezó a valerse (cera, parafina, lacres, colas) como papillas elementales capaces de generar una suerte de materias de evocación arcaica que remiten a lo previo a la estructura al enfriarse. En sus palabras: Supongo que lo que en el fondo quería por aquel entonces era derretir el mundo y a la vez cocinarlo de nuevo. De hecho, no tardé mucho en derretir plomo y en ocuparme del mercurio. Eso me llevó a su vez a interesarme por la arqueometalurgia y la minería, por ese peculiar teatro que la extracción de minerales y piedras despliega en el paisaje.
Supongo que lo que en el fondo quería por aquel entonces era derretir el mundo y a la vez cocinarlo de nuevo. De hecho, no tardé mucho en derretir plomo y en ocuparme del mercurio.
Luego llegarían sus composiciones para un filme que no llegó a realizarse en torno a Almadén y Riotinto, su exploración sobre las implicaciones del trueque (que considera que prefigura el lenguaje al establecer una comunicación en torno a la materia, primero con valor de uso y luego de cambio), del propio lenguaje, de las huellas en el tiempo de la actividad humana y de la condición histórica de la mujer, a la que se refiere con la vista puesta en el pasado como aglutinante social fundamental.
En ese inicio de la exposición veremos proyectos de materiales y cronologías diversos, manifestaciones del temprano alejamiento de la formación audiovisual que Lootz había recibido y de su apertura a la experimentación con arrugas, pliegues, amalgamas, vibraciones o con la aplicación de calor; en definitiva, procuraba que fueran los materiales los que por sí mismos se expresaran desde su literalidad (en los setenta, cuando adoptó esos procesos, se desarrollaban en Europa corrientes, justamente procesuales, que hacían más hincapié en el camino creativo que en sus resultados últimos).
Avanzando el tiempo, a ese trabajo con la literalidad de los materiales le seguiría su interés por la literalidad del mencionado lenguaje, que conforma nuestros mensajes y que también deja restos: contemplaremos en el Reina Sofía numerosos fragmentos corporales (desde orejas, pies y manos a sus celebradas lenguas) sujetos a lecturas intencionadamente ambiguas, y acompañados de elementos no fisiológicos que suelen remitir a ausencias, como zapatos, asas, camisas o guantes.
Aquella instalación que dijimos que nos sumergía en una burbuja blanca (y se pretende que individual) frente al ruido visual se llama A Farewell to Isaac Newton, en referencia a su contraste con el enfoque mecanicista del mundo propio de este científico. Una pasarela se ha dispuesto sobre el suelo de una sala completamente cubierto de la arena de mármol que dijimos; en ese entorno de blancura, nos propone Lootz cuestionarnos cómo reaprender a ver en un tiempo, como el nuestro, en el que la sobreestimulación genera formas nuevas de ceguera.
A esta propuesta se refiere la artista como un lugar para un paseo solitario, un apunte para una meteorología de lo blanco y desemboca en un espacio oscuro donde nos esperan dos vídeos también dedicados al fenómeno de la visión: en No es más que un pequeño agujero en mi pecho, arena cayendo en un recipiente hace vislumbrar una imagen con forma de ojo; mientras que Blind Spot nos propone pensar qué ocurre con los ángulos ciegos.
En una cuarta sala del recorrido, veremos dibujos inéditos en torno a nuestro tratamiento de los recursos hídricos, así como la serie Hidrografías, un estudio de las cuencas y sus transformaciones; en la quinta, esculturas basadas en archivos 3D, en la minería de datos: las llevó a cabo partiendo de consultas bibliográficas, con la ayuda de un informático y en mármol de Macael, y podemos calificarlas, sin miedo, como esculturas digitales.
Esta exhibición del Reina Sofía nos proporciona la ocasión de contemplar, por vez primera al completo, la serie fotográfica Pequeño teatro de derivas, fechada en los noventa: se trata de dos docenas de imágenes en blanco y negro en las que captó personajes solos o en grupo, en su mayoría mujeres, portando de forma poética supuestas prótesis que completan sus cuerpos, o que dan lugar a otros nuevos por la vía de incorporar supuestos fallos. Ya en una de las piezas en Alcalá 31 escribía: No hay nada fuera de texto, dice Derrida, es decir, todo puede ser de otra manera…
No nos hemos referido hasta ahora a los nudos, otro elemento reiterado en la obra de Lootz por aparecer en las investigaciones de tantas disciplinas que le interesan: las matemáticas, la filosofía, la psicología… Remiten a la unión y al ensimismamiento y aparecerán en varios dibujos y, sobre todo, en la videoinstalación Entre manos, en la que un juego de cordeles a doble pantalla los enlaza con numerosas culturas y también con memoria, lenguaje y cuerpo.
Y volverán, en el desenlace de esta muestra, las lenguas: escucharemos La lengua de los pájaros, una pieza sonora que reproduce un intento de diálogo entre pájaros y un flautista en Valsaín y que, hace más de veinte años, ya recaló en el Palacio de Cristal, y contemplaremos La agonía de las lenguas, su muy expresivo homenaje a las que corren peligro de desaparición en América del Sur. Por último, saldrán a nuestro encuentro sus fotografías de las citadas extracciones en Almadén y Riotinto, a las que se refiere como esculturas negativas; series dedicadas a las mujeres, como El fondo indiferenciado de la conciencia, en la que invita a los espectadores a descifrar artistas e intelectuales femeninas a partir de su nombre y la inicial de su apellido; y 12 meses, un diario visual de 2015 en el que plasmó lo que pasaba por su mente, lo cotidiano, lo simbólico y allí donde lo uno y lo otro confluían.
Eva Lootz. “Hacer como quien dice: ¿y esto qué es?”
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
C/ Santa Isabel, 52
Madrid
Del 12 de junio al 2 de septiembre de 2024
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