Nació en Sudáfrica en 1935 y, aunque ha recibido reconocimiento sobre todo en los últimos años, Esther Mahlangu ha dedicado casi toda su vida a la preservación del legado cultural de su país y de su tribu, la de los ndebele. Sobre todo tipo de soportes viene creando piezas que formalmente remiten a los diseños populares con los que ha convivido: obras de tonalidades vivas y formas abstractas geométricas que rinden también tributo a la viva presencia de la pintura, una íntima y cotidiana, en el día a día de sus ancestros, empezando por su madre y su abuela; pintar determinados trazos era un rito enlazado al tránsito de la juventud a la edad adulta.
Ella traslada esos tonos y formas a materiales y escenarios contemporáneos: a grandes formatos con motivo de proyectos específicos que no dejan de evocar los patrones que ornamentan las casas de los ndebele y que realizan fundamentalmente mujeres. Cuando trabaja en las construcciones de su pueblo, utiliza pigmentos naturales mezclados con arcilla, tierra y estiércol de vaca, y en lugar de usar plantillas y cinta adhesiva para lograr líneas y formas, pinta a mano con plumas de pollo y una variedad de pinceles. Sobre lienzo, prefiere el acrílico, que le permite explorar diferentes escalas y una paleta de colores más amplia.
De sus primeras creaciones destinadas a convivir con el color y la belleza, Mahlangu ha dado el salto a los museos internacionales. Desde que su trabajo se incluyó en la muestra colectiva “Les Magiciens de la Terre”, en la Grande Halle de la Villette de París en 1989, esta autora ha expuesto en centros de todo el mundo, forma parte de las colecciones del Smithsonian Museum de Washington, el Centre Pompidou parisino, el Brooklyn Museum de Nueva York o el LACMA de Los Ángeles y ha recibido doctorados honorarios de la Universidad de Johannesburgo, la Tecnológica de Durban, la de de Tshwane o la de Sudáfrica. Premiada por la ONU, ha obtenido igualmente la Orden de las Artes y las Letras francesa. El año pasado mostró en las Serpentine Galleries londinense el mural Umuntu ngumuntu ngabantu, su primer trabajo público en Reino Unido: en dieciséis paneles de madera, representó formas y patrones ndebele delineados con bordes negros; su título, que significa Soy porque tú eres, alude a la importancia de preservar la vida en comunidad y los lazos entre los humanos y el resto de seres vivos.
También ha colaborado con no pocas firmas comerciales, especialmente automovilísticas, como BMW o Rolls Royce (llevó a cabo una decoración interior para su modelo Phantom, que se llama por eso The Mahlangu Phantom). No pretende con ello alcanzar notoriedad, sino apoyo a sus raíces: los beneficios de su venta se destinaron a la escuela de arte que la artista puso en marcha en la provincia de Mpumalanga, al este de Sudáfrica. Y Mahlangu parece tener claras las razones de su éxito: hace unos años declaró que estaba convencida de generar felicidad en quien contempla sus creaciones, una necesidad de integrar éstas en la vida del espectador.
El pasado 29 de agosto, Mahlangu recaló en España. Gracias a una colaboración entre la artista y Alexandra de Cadaval Art Projects, una decena de sus tapices llegaron a la sede en Palma de Mallorca de Gerhardt Braun Gallery, en la muestra “Woven Legends”. Tejidos a mano, remiten de nuevo a la estética transmitida y perpetuada por las mujeres de su tribu generación tras generación, a través de su indumentaria y sus joyas.

Esther Mahlangu. “Woven legends”
Calle Sant Feliu, 16
Palma
Desde el 29 de agosto de 2025
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