La pandemia y los efectos que podría suscitar, a largo plazo y en cuanto a un cambio de paradigmas sociales y medioambientales, han sido objeto de algunas exposiciones inmediatas al fin del confinamiento en varias galerías; una de las primeras, de carácter institucional, bajo su influencia la presenta hasta el 15 de agosto la Sala Amós Salvador de Logroño.
“Estado de Sitio” ha reunido, bajo el comisariado de Blanca de la Torre y Fernando Gómez de la Cuesta, trabajos de Carlos Aires, Eugenio Ampudia, Alán Carrasco, Núria Güell, Maider López, Cristina Lucas, Paula Rubio Infante y Julio Sarramián; sus proyectos reivindican el potencial de las artes plásticas a la hora de reflexionar sobre las implicaciones, íntimas y colectivas, de los panoramas de alarma y excepción pasados y presentes y de cuánto tienen estos, justamente, de excepcionales o de cotidianos; pensadores como Walter Benjamin los consideraron, contemplando el largo plazo, más norma que rareza. También ofrecen otras narraciones, relatos no contados, en torno a discursos establecidos sobre nuestro ayer inmediato.
Nos traen estos autores obras específicas basadas en sus miradas divergentes en torno a hechos que a todos nos suceden o sucedieron; han querido probar que siempre son diversas las maneras de mirar, de analizar sucesos a la luz del tiempo y de construir representaciones; en palabras de los comisarios, de “habitar el conflicto desde el arte”.
Recibe a los espectadores el zócalo de la Sala Amós, que se presenta rayado con tinta en todo su perímetro: Maider López lo ha intervenido en línea con sus anteriores proyectos espaciales y jugando con el propio espacio expositivo y nuestra percepción del mismo. En este caso, e incidiendo en lo que ese zócalo tiene de límite o barrera, no lo ha hecho sola, sino junto a diversos participantes que, en posturas incómodas, midieron este lugar a partir de las magnitudes del esfuerzo y del tiempo necesarios para su creación y también del material, porque contaron los bolígrafos utilizados al dibujarlo.
La noción de tiempo se hace asimismo presente en el trabajo que ha llevado a Logroño Cristina Lucas: nos propone una mirada particular del devenir de la historia, y en concreto una relectura del materialismo histórico, partiendo de ruinas fósiles que se han empleado como carburantes. Ha diseñado una estructura, a la que ha bautizado como Jetztzeit Behausung (la morada del tiempo-ahora): tiene forma de castillo de naipes negros y está elaborado con materiales derivados de esos recursos fósiles.
Julio Sarramián y Eugenio Ampudia han decidido entender la crisis ecológica como estado de sitio en sus respectivas propuestas. El primero expone una instalación en la que se toma el río Ebro como eje de una vertebración a la vez territorial, ecológica y urbana y como agente generador de construcciones culturales y paisajísticas: presenta un gran álamo que, por su inclinación y lo quebradizo de sus ramas entrelazadas, remite a la dirección y la fuerza de la corriente tras una riada. Se acompaña de un mapa topográfico del valle del Ebro en el que se hacen patentes los cambios en el territorio ocasionados por la erosión fluvial, con fotografías superpuestas que, a su vez, dan fe del impacto de la contaminación de los residuos plásticos en las aguas.
Mientras, Ampudia ha encontrado esas evidencias de la crisis climática en los cambios experimentados por los viñedos en relación con las transformaciones en sus técnicas de producción: muestra una instalación inmersiva que recrea una lluvia de vino en la que las gotas parecen caer sobre el espectador. Propone, en suma, una ficción basada en hechos reales y nos sumerge en un espacio entre lo asfixiante y lo lúdico, rasgos que también caracterizarían la vida en nuestro planeta sometido al calentamiento.
Paula Rubio Infante y Núria Güell, por su parte, nos trasladan nuevamente a las cárceles, considerando la ausencia de libertad como estado excepcional. La primera, en Solo yo, exhibe una escultura que reproduce de manera exacta y a escala 1:1 una estructura de contención de los pasillos de la prisión de Carabanchel; una pieza de polipiel negra “espera” al espectador al otro lado de ella, sugiriendo todo lo que ese franqueo supone. En el proyecto de Güell, una línea telefónica (941212144) comunica dos instituciones, en principio, con poco en común: la penitenciaría y el espacio expositivo. La catalana ha instalado en la sala riojana un teléfono gratuito cuyo número se ha facilitado a cientos de reclusos en España para que, si quieren, puedan llamar y comunicarse con los visitantes de la exhibición. Estos deberán, a su vez, decidir si responden o no a sus llamadas. La artista ha abierto la posibilidad de los lazos; corresponde a unos y otros aceptarlos.
Encontraremos también en la muestra una gran cortina suspendida del techo cortando el espacio: reproduce a gran formato un retrato de Juan Carlos I realizado por el diseñador José María Cruz Novillo para los antiguos billetes de 5.000 pesetas. Carlos Aires (que suya es la propuesta, Welcome), deja abiertas sus lecturas: podemos entender que habla de cambios de época o de los vaivenes a los que están sujetas las figuras del poder, su consideración e imágenes.
Por último, y en relación con discursos oficiales antes dominantes y ya desactivados, Alán Carrasco ha hecho suya la estética de los almanaques tradicionales que todos conocemos para cuestionar, en En ese claroscuro, pasados relatos, en su caso en relación con la Transición y ciertos episodios de violencia que involucraron al Estado.
Unos y otros trabajos plantean así interpretaciones de estados de sitio pluralmente entendidos, que ya estaban aquí antes de la pandemia o lo estarán después.
“Estado de sitio”
SALA AMÓS SALVADOR. CULTURAL RIOJA
Avenida de la Paz, 11
Logroño
Del 29 de mayo al 15 de agosto de 2021
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