NOMBRE: Virginia
APELLIDOS: Bersabé Ruiz
LUGAR DE NACIMIENTO: Córdoba
FECHA DE NACIMIENTO: 1990
PROFESIÓN: Artista
A nuestra última fichada la conocimos a principios del año pasado, cuando Espacio Olvera mostró en Sevilla sus pinturas, a la vez delicadas y contundentes, dedicadas a lo que hay en el cuerpo de memoria, de historia vivida, de vulnerabilidad y fuerza. A través de la piel de su abuela reconstruía el pasado de ella y de otras mujeres de su generación, de forma directa pero también con calidez.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, donde también ha cursado el máster Arte: idea y producción, Bersabé ha presentado igualmente individuales en el Ateneo de la capital andaluza, la Galería Box 24 de Argel, la sala Besada de O Grove, el Ateneo de Mairena de Aljarafe, el Espacio Nook de Málaga o el CEART de Fuenlabrada, y ha participado en colectivas en el CAC Málaga, el MEAM barcelonés o la sala parisina PDP, centrada en el arte urbano y más actual; también en residencias de la Fundación Antonio Gala, ARTifariti y en las de Santiniketan y Chitrashaala, en India.
Este año ha recibido el XIX Premio de Artes Plásticas Canal Sur-El Público y también rindió homenaje a Sorolla presentando en su Museo madrileño, junto a otros 29 pintores, obras inspiradas en su luz y sus jardines el pasado junio.
Fichamos esta semana a Virginia porque nos interesa ese doble tratamiento tierno y rotundo del cuerpo convertido en narrador de historias y por su continua atención a la mujer mayor a la hora de hablarnos de bellezas que a veces nos negamos a ver y de identidades femeninas individuales y colectivas; también al plantear las relaciones entre figura y entorno, en este caso familiares una y otro.
Como hacemos con cada uno de nuestros fichados, hemos preguntado a la artista en qué momento tuvo clara su vocación; en su caso crear es más una necesidad que una elección consciente y nos ha contado que pinta desde su infancia: Siempre me recuerdo, desde niña, con colores en las manos y con una idea fija en mi cabeza: “voy a estudiar bellas artes” “quiero ser pintora”. Ya mientras me formaba académicamente en Sevilla, tenía un pie dentro y otro fuera de la facultad, porque tenía claro que quería dedicarme profesionalmente al mundo del arte. Ya tenía un estudio compartido en Sevilla con Alonso Gil, comencé a exponer por el territorio nacional y fui adentrándome poco a poco en un mundo que siempre vi como mi lugar. Una vez terminada la carrera de Bellas Artes, estuve viajando a residencias artísticas internacionales, ferias y exposiciones nacionales e internacionales, y dedicada cada vez más a lo que me tenía más seducida, mi proyecto con las mujeres mayores dentro y fuera del estudio. Yo diría que desde 2010 comienzo a dedicarme 100% al arte. Es pura necesidad, como el respirar. No concibo mi vida sin los colores, sin pinceles y sin pintar.
Esa mirada a las mujeres mayores de la que hablábamos la mantiene Virginia desde sus inicios y tiene que ver con su tendencia a fijarse allí donde la mayoría no lo hace, en instantes y fragmentos del cuerpo de los que la mayoría, conscientemente o no, aparta la mirada. Es en ellos donde encuentra una expresividad auténtica que trasciende lo particular y que escapa a la belleza canónica y a los caminos trillados: Mi trabajo tiene como eje central a la mujer mayor, su relación con el espacio y las manifestaciones físicas y pictóricas de su memoria e identidad. Pinto realidades olvidadas y trabajo con personas que de otra manera pasarían desapercibidas. Siento la necesidad de mirar adonde nadie quiere mirar y poder darle el lugar que se merece a un colectivo olvidado como son las mujeres, y en concreto, las mayores.
Siento que las mujeres mayores a las que dedico gran parte de mi trabajo pictórico son una continuación de esta tradición de mirar ahí en el momento en el que buena parte de la sociedad aparta la mirada. La vejez y sus enfermedades son para muchos un momento que debe ser guardado, escondido. Creo en cambio que es entonces cuando mejor se expresa el patrimonio humano, la identidad construida a lo largo de toda una vida, la fragilidad y la belleza de nuestros cuerpos.
Yo no quiero ser la misma antes y después de cada cuadro. Quiero estar siempre al borde del precipicio investigando con ellas y con la pintura. Desde la pintura, reivindico esos temas y esas etapas de la vida ante las que la sociedad suele apagar los focos. No quiero tener filtros, porque la vida no los tiene.
Su abuela es el punto de partida, como avanzábamos, de buena parte de su producción, nacida de la investigación familiar y de su entorno más cercano en una primera fase, pero podemos considerarla a ella, María del Valle, como la abuela de todos, porque los accidentes en su piel, su tono y su rugosidad son los de las nuestras y son bellos por ser fruto de las vivencias y por simbolizar el pasado y el futuro de cualquiera. También ha retratado a otras ancianas de su entorno, en muchos casos enfermas de Alzheimer: sus recuerdos están entonces doblemente a flor de piel y no en la cabeza, de ahí que cada cuerpo y sus colores, afortunadamente nunca homogéneos, sean extraordinariamente valiosos. A Virginia le obsesionan esas tonalidades que solo da la edad.
No es extraño que, a la hora de citar sus referencias, al margen de que conozca bien la obra de pintores de la carne como Bacon o Freud, elija las más cercanas, las familiares. Podemos decir que encuentra inspiración en las personas con experiencia de vida y en sus propias vivencias: Mi principal influencia es la propia vida, mi propia vida y lo que me rodea. Nada más natural que el vivir y el morir. Mi abuela María del Valle fue el germen de todo mi trabajo. Con ella fui estrechando cada vez más mi línea de investigación pictórica. Mi madre es una influencia muy fuerte en mi trabajo también; vengo de una familia muy matriarcal y eso me ha marcado como persona y como mujer. Desde pequeña recuerdo a mi madre cuidando a mi padre, luego a mi abuela y casi a la par, se formó como auxiliar de clínica y comienza a trabajar en una residencia de ancianos. Eso fue un gran giro de tuerca en mi trabajo y la prueba que me hizo tener todavía más clara la idea de dedicar mi investigación a ellas. Son especialmente bellas las pinturas en las que ella misma aparece observando a su modelo, como estos mapas interiores:
La obra de Virginia es fundamentalmente pictórica, pero, a día de hoy, trabaja tanto en su taller como en exteriores, y las técnicas que elige están en función, precisamente, de esos escenarios: Dentro del estudio trabajo desde gouache sobre papel de pequeño y mediano formato, hasta lienzos de más de dos metros. Suele utilizar óleo sobre lienzo o papel y gouache sobre papel, tanto en cuadernos como en pliegos. En los viajes utilizo pequeños cuadernos de viaje donde anoto pequeñas esencias de color y tomo nota de todo para poder trabajar en el estudio a posteriori. El óleo es la técnica que hasta ahora me permite desarrollar mejor mis búsquedas de color y memoria en la piel. Por otro lado, el gouache me libera mucho, no sé si por esa idea de recordarme a la niñez. A las témperas, los pinceles con agua. La verdad que el gouache me está abriendo algunas ventanas nuevas.
Fuera del estudio hago pintura mural. En 2011 comencé con el proyecto Perdidas en un cortijo andaluz. Desde entonces, busco localizaciones de cortijos abandonados donde pinto murales de gran formato con la misma temática del estudio. Pero en este caso uniendo la arquitectura rural, decadente, olvidada, derruida y llena de belleza con mis mujeres, su piel y su memoria.
En esas arquitecturas, la artista nos conduce de nuevo a encontrar el valor y el atractivo de lo añejo en las construcciones medio derruidas que también solemos pasar por alto; sus estructuras agrietadas remiten igualmente a la piel ajada y ella ha relacionado asimismo sus tejados perdidos con la memoria que nos deja. En esta serie continúa trabajando: Sigo trabajando con los cortijos y la pintura mural. “Perdidas en un cortijo andaluz” es un proyecto que llevo en paralelo a la pintura de caballete en el estudio y va avanzando según la climatología, la siembra y según mi estudio me permite. Me libera mucho y me hace depositar historias en lugares concretos, a la vista de cualquiera y por los que pasa el tiempo haciendo sus marcas como en nosotros. Es muy bonito ver cómo pasan los años y las inclemencias meteorológicas por las pinturas.
Hasta el próximo 25 de noviembre, podemos conocer su obra en Sevilla, en la Casa de la Provincia dependiente de la Diputación, en una muestra llamada “Morada al sur”: Es una exposición con alguna de las piezas de la nueva serie en la que llevo trabajando dos años, donde sigo trabajando con la mujer mayor, su memoria, el color de la piel como testigo de una historia… Al mismo tiempo hay mucho desnudo, mucho alzheimer y un nuevo foco. Van llegando nuevas modelos que me van haciendo investigar cada vez más y con más energía. Seguiré con esta serie en España durante un tiempo que no tengo estimado por ahora, pues la idea es que crezca el proyecto junto a dos escritores colombianos.
Pronto también mostrará su trabajo fuera de España: Estoy trabajando con una galería parisina con nueva sede en Los Ángeles, y preparo una exposición individual para el primer semestre de 2019 allí. En febrero también tengo una colectiva en la misma ciudad. Y lo último que he tenido con ellos ha sido un duo-show en Pezenas (Francia) junto a Mohamed L´Ghacham llamada “Arremembrar”.
Conoced mejor su trabajo en: www.virginiabersabe.com