NOMBRE: Veva
APELLIDOS: Linaza
LUGAR DE NACIMIENTO: Bilbao
FECHA DE NACIMIENTO: 1973
PROFESIÓN: Artista
La pintura regresa a Fichados (había estado ausente desde el principio del confinamiento) de la mano de Veva Linaza, a quien conocimos allá por 2013 cuando fue artista residente en BilbaoArte; descubrimos entonces el proyecto Gerizpean y las series de las que deriva, Lorategian y Calcografías, compuestas por pinturas y dibujos ligados al jardín, fuente de inspiración creativa desde el romanticismo, en su génesis y realización; a la observación del paisaje y de sus luces y sombras, literales.
Linaza, Doctora en Bellas Artes (Pintura) por la Universidad del País Vasco, de la que es profesora adjunta, ha presentado muestras individuales en la Galería Rosa Ventosa de Barcelona (ahora cerrada), la Torre de Ariz de Basauri, la Galería Artificial de Madrid, la Sala Torrene de Getxo, la Sala Oxford de Zumaia o el proyecto Bi Hormetara, de nuevo en Getxo, y sus colectivas le han llevado a espacios como el Museu de Lanifícios de la localidad portuguesa de Covilhã, el Paraninfo de la Universidad del País Vasco, Cultuurcentrum Hasselt (Bélgica), las galerías Aire y Lumbreras de Bilbao, la citada Fundación BilbaoArte y la Fundación Botín, la Galería Pintzel de Pamplona, la Sala Rekalde bilbaína o el Centro Cultural Montehermoso de Vitoria, entre otros.
Completaremos presentaciones contándoos que Veva fue seleccionanda en la séptima Bienal de Amorebieta, en el quinto certamen Small Format de Gallarta, en el Certamen de Plástica Contemporánea de Vitoria o en dos ediciones de ERTIBIL; también en la quinta Bienal de Pintura Torres García – Ciutat de Mataró o, hace tres años, en el Premio de Pintura Ciudad de Algemesí. Ha regresado, además, este año a BilbaoArte, tras obtener una de sus ayudas a la producción, y en 2018 recibió una de las becas del Instituto Etxepare para la movilidad de creadores vascos. Se le han concedido asimismo la beca de creación artística de la Diputación de Vizcaya y la de paisaje organizada por la Fundación Mondariz-Balneario y ha participado en los talleres que impartieron en la Fundación Botín Navarro Baldeweg, Santiago Serrano y Xavier Utray. El pasado octubre viajó como profesora y artista invitada a la Universidad de Arte de Sichuan (Sichuan Fine Arts Institute), en Chongqing, China, para participar en el programa Eye of the world. Discovery of Chongqing.
Esta artista bilbaína se suma esta semana a nuestros Fichados porque nos interesa su personal mirada al paisaje; su trabajo con el color y el gesto, explorando hasta dónde pueden hacerle llegar, y sus indagaciones en lo que la pintura puede tener de corpóreo, integrando en sí misma su soporte.
Siguiendo el esquema que todos conocéis, hemos preguntado a Veva por sus comienzos. Nos cuenta que su trayectoria como pintora se inició tras licenciarse en la citada Universidad del País Vasco, pero que sucesivas visitas a museos, desde la infancia, irían abriándole ese camino: Me licencié en Pintura y Escultura en 1997-1998 en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). A partir de ese momento creo que puedo decir que empecé a dedicarme en serio a la pintura. Colaboré muchos años en el departamento de Educación del Museo Guggenheim Bilbao y también, como guía, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. En 2008 me doctoré y desde 2014 compagino mi trabajo pictórico con la docencia. En la actualidad soy profesora adjunta del Departamento de Pintura de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Doy clases en Grado, en el Máster de Pintura y en el Máster de Increarte. También formo parte del equipo de investigación laSIA financiado por esta misma Universidad, en donde exploramos la dimensión investigadora de la práctica artística, tratando de fundamentar la práctica del arte como experiencia de saber.
Mi acercamiento al arte, y en concreto a la pintura, supongo que fue algo paulatino, fruto de descubrimientos y encuentros que, poco a poco se convirtieron en imprescindibles. Entre mis recuerdos, destacaría una exposición que vi de obra gráfica del expresionismo alemán en el Museo de Bellas Artes de Bilbao a comienzos de la década de los 90, que me impactó mucho; una visita al Museo Van Gogh en Ámsterdam durante el viaje de estudios del colegio, que lo recorrí, de arriba abajo, dos veces seguidas; o un pequeño dibujo a lápiz colgado en la pared de casa cuando era niña (intenté copiarlo en muchas ocasiones, pero nunca conseguía eso que me emocionaba…). En fin, muchas cosas que sin querer van sumándose… hasta que un día, sin saber muy bien cómo, te das cuenta de que ya no hay marcha atrás. Estás pillada. La pintura acaba colándose por algún lugar y se queda contigo para siempre.
No hace falta insistir en que esa disciplina es su medio fundamental de trabajo y, como también hemos avanzado, el paisaje es el eje de sus proyectos. Nos cuenta que a partir de él busca las esencias de la pintura, incluso de la mirada, pero que la pintura, a su vez, también le ofrece nuevos modos de acercarse a la naturaleza: El paisaje, su redefinición e interpretación han sido una constante en mi investigación artística. Lo utilizo como herramienta para tratar de entender qué es la pintura, aunque a estas alturas no sabría decir si es en realidad la pintura la que me ayuda a entender el paisaje. Me gusta la idea de Elie Faure cuando dice que hay pintores que pasan la vida mirando al suelo y otros escrutando el horizonte. Así lo percibió una vez, al analizar las obras de Courbet y Puvis de Chavannes. Pintor enfangado el primero, etéreo el segundo; como si el peso de los colores del barro de uno retuviese la fuga del sutil vuelo del otro.
El paisaje es un concepto que me ayuda a pensar en esto. Me ayuda a mirar como el pájaro y a arrastrarme como el reptil. A tensar el color hasta ese momento en que ya no puede subir más y la cuerda tira hacia abajo. Para mí, la pintura es un poco eso, un proceso de acumulación, de intensificaciones que, como en una alegoría, no implica un pensamiento lineal, sino en zigzag. Hacia atrás y hacia adelante. Algunos gestos se asientan, otros se desdibujan. Muchos vuelan y acaban desapareciendo. Decir que pintar un cuadro es un proceso de acumulación es tratar de ser consciente de hasta dónde puedes llegar al decir eso. Saber hasta dónde puede ir una, con eso del color. Hasta dónde, con eso del gesto. Hasta dónde puede hacerse cuerpo la pintura. Precisamente esta inquietud es la que está guiando mi trabajo en los últimos años.
Para mí, la pintura es un proceso de acumulación, de intensificaciones que, como en una alegoría, no implica un pensamiento lineal, sino en zigzag.
Quedó patente en su muestra de hace dos años en Zumaia, “Alegoría se escribe sin cuerpo”, en la que ahondaba en su propia producción pictórica prestando atención a lo ausente y fugitivo y a partir de la misma noción de alegoría, esa figura capaz de establecer correspondencias en los cúmulos del tiempo. Quería confrontar esa acumulación temporal alegórica al deseo del cuerpo en pintura; evidenciar el peso material de la pintura y al mismo tiempo lo fugaz de la misma, planteando cómo, de algún modo, al igual que en la alegoría, el cuerpo de la pintura se va construyendo en base a lo que no está, a lo que se lleva consigo. Pienso que hay algo de extemporáneo en la pintura, algo que continuamente escapa a esa acumulación y que hace que volvamos una y otra vez en su busca. Cuando pinto no pienso en esto, pero luego, cuando acabo una sesión y observo lo que ha pasado, intuyo algo así… algo que siempre se me escapa…
A inquietudes relacionadas con aquellas, pero sobre todo a su atención a la luz, respondían las obras que el año pasado mostró en Getxo, en el marco de la exposición “Iris”, ligada al proyecto Bi-Hormetara, comisariado por Ibon Garagarza y Miren Begoñe Bilbao: Allí presenté una serie de pinturas que, esta vez, ponían en marcha un diálogo entre el color materia y el color luz. Pinturas que fueron apareciendo según iba persiguiendo todos los días un pequeño arcoíris, que surgía a la misma hora en una pared de la casa en donde tengo mi estudio. Era un rayo de sol que entraba por la ventana de la escalera que sube al último piso y que chocaba contra uno de los cristales de la lámpara del recibidor del segundo. De ahí rebotaba e iba a parar a la pared, justo encima de una de las flores del papel. Todos los días lo buscaba con la cámara y entretanto seguía pintando.
En otros trabajos, más recientes, su aproximación al paisaje ha nacido de la propia experiencia tangible en él, en la estela, ya sabéis, de los románticos: Hay una parte de mi trabajo pictórico que, desde hace unos años, se acerca de una manera más física al paisaje. Por diversas circunstancias y en un intento por recuperar algún que otro rasgo básico de la figura del pintor romántico, surgió la necesidad del desplazamiento hacia el paisaje. Un desplazamiento que implicaba no solo una mirada, sino una experimentación sobre él. El jardín, y posteriormente los bosques, fueron los escenarios que elegí para poner en marcha lo que con el tiempo se ha convertido en mi campo de pruebas pictórico.
Pero el origen de esas investigaciones (regresamos también al inicio del artículo) se encontraba en su serie Lorategian (2010): La primera experimentación en el paisaje dio como resultado la serie Lorategian (2010), pinturas y dibujos que comenzaron a moverse mediante la luz del sol, bajo los árboles del jardín. El conjunto de estas pinturas se realizó en el suelo, utilizando las luces y sombras de la vegetación que se proyectaban sobre las telas. De ese modo, me parecía retomar el valor de la horizontalidad, y con él, el movimiento de escape de los elementos que intentaba atrapar al pintar. La luz del sol abatía ramas, hojas, hierbas y cualquier elemento que trataba de desplegarse en su verticalidad. Todo se desplomaba en el suelo, cayendo en picado y provocando una expansión horizontal. El paisaje se convirtió en sombra.
En 2013, gracias una residencia artística en la Fundación BilbaoArte, pude continuar desarrollando esta idea en el proyecto Gerizpean, un enfrentamiento entre el tiempo del paisaje y el tiempo de la pintura, conflicto que, para aquel entonces, se había convertido en habitual en mi trabajo. Tuvo como objetivo el traslado al taller del movimiento de esas luces y sombras que componían los paisajes, mediante grabaciones de vídeo. En el taller, esos vídeos fueron utilizados para proyectarse sobre la superficie pictórica, generando con ellos composiciones a partir del movimiento captado por la cámara. Comenzaba así un trabajo de búsqueda y construcción de espacios en movimiento, intentando poner en evidencia el tiempo del paisaje, a la vez que se comprometía el tiempo de la pintura.
Así, dimensión temporal mediante, el lenguaje audiovisual se introdujo en la práctica de Linaza, tan intrínsicamente ligado a lo pictórico que ella no establece barreras entre ambas técnicas: De este modo, la herramienta del vídeo comenzó a formar parte de mi mirada pictórica, hasta el punto de no necesitar hacer distinciones entre ambas disciplinas. El propio medio del vídeo se convertía para mí en un nuevo sistema de reflexión y análisis de la pintura. Los vídeos abordan el paso del tiempo, el cambio de un lugar a través del movimiento de la luz. Hablan del recuerdo, de lo que está en tránsito, de lo que ya no está, o de lo que no puede contenerse. Son vídeos en los que nada parece moverse, vídeos cercanos al planteamiento fotográfico, en donde un plano fijo va captando el sutil movimiento de las sombras de las ramas, hojas y vegetación que se proyectan sobre telas blancas. El paso del tiempo real, muchas veces imperceptible para el ojo humano, queda registrado en la superficie blanca de la tela y muestra cómo, en cuestión de 15 minutos, es capaz de transformar sustancialmente un lugar.
Buena parte de las obras en las que Veva ha trabajado desde entonces tienen su raíz en aquellos intereses, entre ellas las que componen Izarak (2015- 2016), Jardines (2017) y Ermua (2016-2019): Engloban un conjunto de trabajos que, mediante la confrontación y simbiosis entre la pintura y el vídeo, llegan a una suerte de letanía en donde la imagen diluye la profundidad de campo y el espacio se acumula en cada capa de pintura. Son proyectos independientes, pero que barajan las mismas nociones referidas al paisaje, a la pintura y a la idea del yo como sujeto digresivo. Cada proyecto, a su modo, modela este material en crudo, presentando situaciones, emplazamientos y temporalidades concretas en cada caso.
Elige la artista detenerse algo más en Ermua, que pudo verse en 2018, en la colectiva “Azimuth” en el Cultuurcentrum de Hasselt y después en el Programa de Mediación de Getxoarte 2019. Desde su título remite a un paisaje: La escena corresponde al Monte Ermua en Gorliz, Vizcaya. Es verano. Unas sábanas blancas cuelgan de los árboles. Apenas se nota el viento dentro del bosque, pero es evidente que este sopla afuera, haciendo que las nubes se muevan rápidamente y la luz cambie de manera brusca. La escena es registrada durante 18 minutos con un plano fijo. Después, en el taller, el resultado del vídeo es colocado frente al gesto pictórico. Se pinta siguiendo el movimiento. El vídeo proyectado sobre el resultado de la pintura se graba nuevamente. El resultado vuelve a proyectarse y vuelve a pintarse.
Así, el gesto se repite y deviene en bucle. Nuevamente, pintura, grabación, pintura… hasta no saber si se está pintando, grabando o quizás simplemente mirando. Cuantas más capas de pintura, más negro se vuelve el fondo. La pintura se va quedando pegada en el aire y se van haciendo más evidentes las líneas que dibujan el paisaje. Cuando se va la luz, solo las sábanas permanecen ahí, blancas o azuladas. El ojo espera la llegada de otro rayo de luz, pero cuando este llega, el lugar está completamente pegado. Parece otro sitio y hay que volver a empezar. Por lo general, es así como comienza. Y así como continúa. Nunca sé cómo puede terminar, y ni si necesita ser terminado.
Hemos preguntado a Veva qué será lo próximo: En estos momentos me encuentro trabajando en la recopilación de estos trabajos para poder publicarlos. El objetivo de la publicación será el documentar, mediante el ensayo visual, los procesos de trabajo llevados a cabo desde una revisión crítica. Espero que pronto pueda sacarlo a la luz.
En estos momentos estoy disfrutando de una Beca de Producción de la Fundación BilbaoArte para desarrollar la última fase del proyecto “He oído que pintas cuadros” y que tiene como objetivo realizar una serie de pinturas que, mediante un acercamiento fronterizo entre la pintura y el grabado, puedan ayudarme a seguir explorando la capacidad pictórica en el espacio que se concreta, en este caso, en un papel. Un papel entendido, no como soporte, sino como cuerpo y ente pictórico en toda su potencialidad. El aguafuerte y las monotipias, el papel japonés y las tintas calcográficas, son ahora mis herramientas para, nuevamente, poner a prueba los límites del cuerpo de la pintura. En definitiva, darse cuenta de que pintas… ¿cuadros?
El resultado de esta experimentación, así como un conjunto de pinturas (óleos sobre papel) que lo acompañan, van a presentarse desde el 20 de mayo en la Tienda-Galería Narata de Bilbao. La exposición lleva por título “Epojé (he oído que pintas cuadros)”.
También estoy trabajando en una pieza de vídeo para la próxima exposición de la Galería Aire de Bilbao, en donde se compartirán experiencias surgidas en esta cuarentena.
Conoced mejor a Veva en su web: www.vevalinaza.com, y en su perfil de Instagram: https://www.instagram.com/vevalinaza/.