Domenico Veneziano nació en Venecia en la primera década del siglo XV, murió en Florencia en 1461 y en esta última ciudad trabajó entre 1422 y 1426, junto a Gentile da Fabriano. Un año más tarde, en 1427, acudió a Roma junto a Pisanello, continuador del arte de Fabriano y gran medallista, y también aprendió de Masolino. Fue, más bien, un pintor nómada: entre 1432 y 1437 volvió a Florencia, donde registró las influencias del primer Renacimiento; en ese 1437 estuvo en Perugia y, un año después, en 1438, escribió una célebre carta a Piero de Médicis donde daba cuenta de su (buena) ambición: se mostraba dispuesto a trabajar al nivel de Filippo Lippi o Fra Angelico.
Una de las obras más celebradas de Veneziano es el tondo de La Adoración de los Magos, hoy en Berlín. Es posible que se lo encargara aquel Médicis, dado que se fecha en 1438-1439, y ciertos aspectos en él propios del Gótico Internacional recuerdan a una Adoración de su maestro Fabriano. También Pisanello se encontraba en esos momentos en Florencia.
Hay quien opina que la figura de barba larga podría retratar a Juan VIII Paleólogo y quien encuentra retratos de la familia Médicis en los personajes con rasgos individualizados y propios del momento, dato que podría acercarse a la realidad porque la familia del mecenas formaba parte de una Cofradía dedicada a los Reyes Magos. El opulento cortejo remite claramente a Pisanello, pero el paisaje tiene reminiscencias flamencas y la disposición de los caballos a la izquierda, las figuras con ricas capas que los acompañan y la ubicación de la Virgen son de tradición florentina. Vemos que el estilo de Domenico no estaba, en suma, aún determinado.
Posteriores, de entre 1439 y 1445, fueron sus frescos de san Egidio, desaparecidos. En ellos también trabajaron dos grandes: Piero della Francesca y Andrea del Castagno. Los que sí se conservan son los que llevó a cabo para los Cavalcanti en su capilla de la Iglesia de Santa Croce, representando a san Juan Bautista y san Francisco. La figura, de rostro rudo, de san Juan influirá mucho en Castagno después, y de hecho durante un tiempo se le adjudicó, pero investigaciones más o menos recientes han probado la autoría de Veneziano.
Como veis, sus figuras parecen esculturas por su volumen en el espacio (esta es una influencia de Donatello), pero un rasgo que sí pertenece a Domenico genuinamente es la luminosidad, que a su vez influyó en Piero della Francesca. Esta obra data de 1454; hace un tiempo se consideraba bastante anterior.
En su Virgen con Niño, llamada de Bucarest, encontramos a la Virgen seria y al Niño en escorzo, creando espacio en las rodillas de su madre en clara alusión a Masaccio y a Donatello. Mientras, el fondo floral remite a la vía más ornamental del Gótico Internacional y el manto de la Virgen es de colorido brillante.
Obra firmada, y datada entre 1445 y 1447, es la Palla para Santa Lucía de los Magnolios de los Uffizi. Su banco tiene cinco escenas y, de algún modo, responde a la obra de Fra Angelico en San Marcos: presenta una Sacra Conversación, con San Juan Bautista y San Francisco (comparables a los anteriores), San Cenobio y Santa Lucía.
La representación arquitectónica que cobija a las figuras pudo influir en la obra de Donatello en Padua y marca la diferencia respecto al proyecto de Fra Angelico en el convento florentino; los arcos son apuntados, pero los ábsides presentan forma avenerada.
La complejidad espacial, con escenarios a distintos niveles y contrastes entre espacios abiertos y abovedados, y con figuras dispuestas entre ellos, se ve favorecida por una luz que lo inunda todo y resulta muy natural, frente a la sobrenatural de Fra Angelico. Esa luminosidad condiciona, además, el colorido.
Centrándonos en los santos, sus figuras muestran la corporeidad correspondiente al contexto florentino de entonces; deriva de Masaccio, es poderosa y cotidiana: fijaos en san Juan, cuya figura es desgarrada, penitente y humana, en la órbita de Donatello.
La escena central del banco es la Anunciación, cuya espaciosidad es evidentemente florentina. Su tratamiento lumínico, de nuevo, dista mucho del de Fra Angelico, incluso aunque el ambiente sea en este caso nublado. Trabaja Veneziano con tonos grises y rosados, por influencia de la Trinidad de Brunelleschi, que también condicionó a Piero della Francesca. Esta es una obra profundamente pausada.
En la citada escena de San Juan Bautista despojándose de las vestiduras, en contraste con Paolo Uccello, el artista cuidó mucho, nuevamente, anatomía y volumen, y el paisaje es también extraordinario, muy pensado compositivamente: se contraponen rocas y picachos en los inicios del paso de san Juan en el desierto (cuando aún no se había identificado con él). Alterna Veneziano los colores con maestría.
Por último, La degollación de Santa Lucía presenta el mismo espacio amplio y vacío. Sus árboles en macetas nos dejan ver una naturalidad muy lograda, como el volumen de las figuras que se mueven en el espacio.