Cuando hablamos de arte textil, o de tejidos, nos referimos a telas, tapices y alfombras, que son tan parte de nuestro patrimonio artístico como pinturas, esculturas o arquitecturas y que coinciden entre sí en muchos aspectos técnicos, como la preparación del material y el instrumento más importante en su ejecución: el telar.
Si las telas son el soporte de las pinturas (y materia esencial en la moda), los tapices han formado parte muy importante de la decoración de edificios históricos, y las alfombras, aunque de origen oriental, continúan siendo un capítulo importante entre las creaciones con las que convivimos.
El tejido es el resultado de entramar dos o más hilos, que llamamos urdimbre y trama; esos hilos pueden tener una procedencia animal (lana de oveja, pelo de cabra, de camello, de vaca…), vegetal (lino, cáñamo, algodón) o química (fibras de poliéster o rayón, vinílicos…). Las fibras animales y vegetales son fruto de un proceso de preparado previo al hilado, consistente en la selección y separación de las fibras, el lavado, el secado, el vareado (para eliminar partículas extrañas), el cardado y el peinado (para situar las fibras paralelas). Estas fases no se mecanizaron hasta el siglo XVIII.
El hilado, o la conversión de las fibras en hilos, se ha llevado a cabo por medios diversos (la rueca, el huso, el torno de hilar…) y, antes de tejer los hilos, estos han de disponerse en bobinas para la trama y en madejas para la urdimbre. Y el teñido, que puede efectuarse antes de tejer o después de culminado el tejido, se hacía con tintes de origen animal o vegetal, como cochinilla (rojo), rubia o granza (rojo), índigo (azul), palo de Brasil (azul, negro, violeta), azafrán, zumaque y cartana (amarillo). Desde mediados del siglo XVIII se emplearon ya anilinas y colorantes químicos.
El tejido, como decíamos, se lleva a cabo en el telar, tan antiguo como el torno de alfarería, que solía ser de tres formas: horizontal, vertical o de pesas. El procedimiento consiste en colocar los hilos de la urdimbre paralelos y tirantes y hacer pasar los hilos de la trama con una lanzadera por un lado y por el otro; al resultado se lo llama armadura. Según sean estas, las armaduras, obtendríamos telas o tafetanes (con dos hilos de urdimbre y dos de trama); sargas o diagonales (una vez derecha y otra de izquierda, formando una línea en diagonal) y rasos o satenes, según sea el efecto de trama o urdimbre. También pueden bautizarse según su materia: popelín en lana o algodón, tafetán en seda, paño en lana cardada… Las armaduras fundamentales pueden cambiarse, intercalarse o mezclarse para conseguir otras muchas variantes de tejidos, tan ricos como los terciopelos o damascos, y fue también en el siglo XVIII cuando la creciente mecanización llevó al uso de la lanzadera volante y el telar automático (los telares sin lanzadera llegarían en el siglo XX).
Para conseguir telas policromadas, los tejidos se pueden obtener con hilos de distintos colores, pero también pueden aplicarse estos sobre el tejido uniforme: usando pincel, con reserva aplicando ceras y arcillas cubrientes, y especialmente con pintaderas (moldes) de madera grabada xilográficamente; surgen así las telas estampadas. Entre los métodos de reserva, el más conocido es el indio llamado batik, realizado con ceras.
La decoración y policromía de las telas se relaciona directamente con otras técnicas artísticas (pintura, mosaico, cerámica), además de por los procedimientos o materiales de tintes y colorantes, por el aspecto formal y visual del resultado. También en épocas recientes artistas importantes han aportado temas y formas al textil y muchos modelos estampados o tejidos pueden vincularse a creadores de vanguardia. Hay, asimismo, tejidos que no se realizan con trama sino con agujas, como el bordado, o con bolillos, como los encajes, variantes estas últimas más enlazadas con la decoración que con la confección de tejidos en sí.
Hablando ya de tapicerías, entendemos por tapices las telas o tejidos realizados con características propias y que representan figuras; podemos considerarlos como pinturas tejidas para cubrir muros. Los hilos de la urdimbre son de materiales resistentes (lino, cáñamo, algodón) sin tinte o color; los que forman la trama, que pueden interrumpirse para intercalar colores y formas, son de mayor calidad (seda, lana, plata, oro) y están coloreados para configurar el dibujo del tapiz.
La imagen del tapiz depende igualmente del proyecto: de bocetos y cartones. El pintor de cartones para tapices adquirió importancia con el tiempo hasta identificarse con el pintor del rey o de la corte, caso de Mantegna, Rubens o Goya; de hecho, la realización de tapices, por larga y costosa, dependía de esos centros cortesanos que garantizaban su producción. No hay más que pensar en el taller de los Gobelinos en París: es ejemplo evidente de la sumisión de las tapicerías a las normas cortesanas (de ahí el nombre de los gobelinos).
Acabaremos refiriéndonos a las alfombras: son tapices normalmente coloreados para poner en el suelo de las estancias y pisar encima (alfombrar) y su elemento primordial reside en los nudos y en su diversidad y abundancia; la densidad es el número de nudos por centímetro cuadrado. Los nudos se alternan a lo largo de la urdimbre con una o varias tramas, rodeando el hilo y formando superficies peludas que ocultan la urdimbre.
Dicha urdimbre es de hilo de algodón o lana, mientras la trama podrá ser de distintos materiales en función de la calidad y la riqueza que se desee conseguir. El teñido de una alfombra ha de efectuarse con tintes naturales, pues los químicos suelen dañar el hilo. Y el afeitado o corte de pelo es importante: la calidad de la alfombra declina cuanto más largo; lo normal es de 4 a 12 milímetros. Además, el pelo corto subraya la belleza del dibujo de pequeñas formas.
Las alfombras se elaboran también a máquina, con nudos falsos, pues son enhebrados o enrollados sobre la urdimbre; fibras sintéticas y colorantes químicos han facilitado su uso, tanto imitando modelos antiguos u orientales como en modelos nuevos.