No queda muy lejos de ninguna parte (a menos de diez kilómetros de Palencia, a menos de cuarenta de Valladolid y a menos de noventa de Burgos) el que se considera el templo cristiano español más antiguo: San Juan de Baños, en Venta de Baños.
Una lápida de mármol a la entrada de su capilla mayor fecha esta iglesia en época del rey visigodo Recesvinto, en el 661; aunque la fecha es discutida porque hay quien dice que esta lápida fue trasladada de otro lugar y que su verdadera datación podría ser incluso anterior: en 652 la fecha Juan Gil.
Se dedicó a san Juan Bautista por su relación con el agua: sabemos que Recesvinto acudía a curarse a las aguas termales de un manantial cercano y pudo mandar construir la iglesia, quizá, como acción de gracias por sus buenos efectos. Tanto cariño le tendría el rey a estas paredes que a este templo le ofreció la mejor corona del tesoro de Guarrazar, que evoca la orfebrería del momento y los muros de piedras preciosas de la Jerusalén Celestial.
Se trata de una basílica de tres naves, construida en buen aparejo de piedra, con capilla mayor rectangular y dos sacristías separadas de ella; esquema parecido a la iglesia de santa Lucía del Trampal en Alcuéscar, en Cáceres, también visigoda y del s. VII.
Presenta crucero y pórtico a los pies, y sus naves están separadas por columnas cuyos capiteles hacen pensar en un arquitecto sirio, según algunas fuentes. Posteriormente se eliminaron las sacristías, se cerró el muro por detrás de la cabecera y se suprimieron el crucero y los muros laterales oblicuos, bajo los que se encontraron tumbas con fíbulas aún más antiguas que la construcción.
Todas las capillas contaban con testeros planos y se cubrieron con bóvedas de cañón en herradura. No os fijéis mucho, en cambio, regresando al exterior, en la espadaña: es un añadido del siglo XIX.
Encontramos un estupendo arco de herradura sobre el dintel de entrada y, al interior, las naves están separadas por cuatro arcos del mismo tipo. La herradura central es más alta (su altura es el doble que su anchura), lo que permitió abrir en ella ventanas.
Las columnas son aprovechadas, de mármol gris, beige y rosáceo; junto al muro de caliza, de color pálido, dan cierta viveza a la iglesia. La mayoría de los arcos tienen un tercio del radio de peralte. El capitel de la izquierda, junto a la capilla mayor, es corintio y anterior al resto, que son imitaciones, bien reutilizadas, eso sí.
Conviene fijarse en la decoración de los frisos: en la capilla mayor encontramos una cruz decorada con motivos vegetales (el árbol de la vida). Es griega y hace referencia a la orfebrería por su cabujón central y las volutas en las esquinas de los brazos. La decoración vegetal tiene forma caligráfica, quizá se copiase de un manuscrito, como el sacramentario merovingio del siglo VIII, seguramente un modelo español. En él encontramos el mismo tipo de cruz. La que encontramos en Quintanilla de las Viñas (ya lo hablamos) es más desarrollada y claramente litúrgica. También observamos en ambos templos la venera y la palma en las enjutas del arco de la puerta.
En 630, no mucho antes de que se iniciarse San Juan de Baños, se reconquistó la cruz a los persas y la Lex Romana Visigotorum habla de la Fiesta de la Santa Cruz como una de las más solemnes.
Vemos decoración, en rosca e impostas, con tetrafolias alternando con cabujones formando círculos tangentes. El mismo asunto se repite en el trasdós, más simplificado. En la ventana se simplifica la ornamentación con círculos enlazados con flores en su interior o en crucetas; se trata de un modelo típicamente visigodo, que aparece también en un capitel aprovechado y en la imposta de la bóveda de la capilla mayor, sobre la que esta arranca. Simboliza la doble naturaleza humana y divina de Cristo.
El trasdós del arco de entrada a la capilla mayor no se decora con tetrafolias y cabujones, sino con palmas. Encima queda la lápida fundacional de la que hablábamos al principio fijada por clavos, y no unos cualquiera: presentan dados de lectura interesante: aves, hélices, veneras… Forman un tema derivado del nicho de Mérida: el crismón de aquel se sustituye por la hélice (como disco solar). Esta iconografía tiene fácil relación, de nuevo, con la de Quintanilla: su programa indica que, al ser Cristo la única lumbrera, los hombres se llevan el sol y la luna. La cruz irlandesa de Moore, fechada en el s. VIII, contiene también una hélice como símbolo de Cristo y en relación con el Sol, y, en una celosía ramirense, de un rosetón solar surgen tallos picados por aves afrontadas.
Ya en el siglo VI se identificaba la Iglesia con la Jerusalén celestial, y la cruz, con el árbol de la vida. Hay que recordar que san Juan de Baños es treinta años posterior, probablemente, al IV Concilio de Toledo, que imponía la lectura del Apocalipsis en la liturgia. Encontramos aquí un programa muy esquemático del Apocalipsis; en Quintanilla lo vimos enriquecido.