Hace algo más de medio siglo, en 1971, la exposición colectiva internacional Sonsbeek´71 dio la oportunidad a Robert Morris de llevar a cabo un proyecto de observatorio a gran escala y de carácter casi arquitectónico. Aquella muestra, que organizó Wim Beeren, tuvo como centro el parque Sonsbeek de Arnheim, pero también se desarrolló en distintos emplazamientos repartidos por Holanda con el objetivo de ofrecer a cada uno de los artistas participantes en la cita el entorno más apropiado para sus intereses.
En el caso de este autor de Missouri, quería elegir un lugar periférico en una zona situada entre el campo, el mar y la ciudad y lo encontró en las cercanías de Santpoort (Velsen). Sus planes eran muy distintos a los de James Turrell o Charles Ross para sus propios observatorios, y no solo en su proceso de ejecución o en su presupuesto: el trabajo de Morris, que fue derruido cuando finalizó Sonsbeek, se situaba a medio camino entre la escultura y la arquitectura.
Consistía en dos anillos concéntricos de tierra que, dada su localización geográfica, evocaban lógicamente un dique. El anillo exterior, dotado de un foso estrecho, presentaba una silueta ondulada y ofrecía un acceso triangular y dos muescas en forma de V sobre la elevación. Para levantar el anillo interno se soterró una empalizada de madera, en la que previamente se habían realizado cuatro aberturas: desde el oeste se podía acceder a un eje orientado al este sobre el interior del anillo y dos de las aberturas se alineaban con las hendiduras del anillo exterior, reforzadas con planchas de granito y orientadas hacia la puesta de sol en los solsticios de verano e invierno. Al alargarse el eje más allá de los anillos, se podía distinguir una tercera hendidura, señalada por dos placas cuadradas de gran tamaño y de acero, que acentuaban el amanecer en los equinoccios de primavera y otoño.
Como decíamos, este Observatory no sobrevivió, pero gracias al patrocinio del Stedelijk Museum de Ámsterdam Morris pudo erigirlo de nuevo en 1977 en la localidad de Oostelijk, y esta vez la obra sí pervivió, aunque integrándose en una llanura húmeda ganada al mar hasta el punto de quedar disimulada. El espacio circular de orientación axial y las vistas, exteriores e interiores, pretenden dar lugar a una sensación de movimiento, como sucedería, o eso afirmaba el artista, en los observatorios prehistóricos; en sus palabras, la experiencia general de mi obra tiene mucho en común con el Neolítico y los complejos arquitectónicos orientales. Espacios cerrados, patios, senderos, líneas de visión, gradación, etc. subrayan que la obra proporciona una experiencia física para el cuerpo humano en movimiento (…) El enfoque temporal de la obra, el énfasis de los cuatro amaneceres que marcan los cambios de estación, hacen de ella algo más que una simple estructura espacial y decorativa.
De sus pretensiones podemos deducir que su noción de escultura en aquel momento continuaba vinculada a la psicología Gestalt y la fenomenología. En todo caso, la presentación de esta propuesta era tan relevante como su propio diseño, como el mismo Morris señaló: La obra se sitúa en tierra de nadie entre lo salvaje y lo habitado (…). Es sobre ese límite, allí donde comienzan las dunas, donde existe la obra; no como fotografía a gran tamaño de un monumento remoto, sino como un lugar accesible entre lo cultivado y lo natural.
En el mismo año 1971, emprendió en Chupinas Mesa (Nuevo México) su proyecto Star Axis Charlie Ross. También miraba al cielo, pero desde otra perspectiva.
Atendiendo a las fórmulas físicas, el espectro cromático de luz visible es una radiación electromagnética cuya longitud de onda oscila entre 400 y 750 nanómetros. Este artista de Philadelphia venía contraponiendo desde mediados de los sesenta la experiencia cromática del espectro cromático visible a la terminología de la ciencia: la luz es para él una energía que, en su descomposición, se muestra a través de otros medios. Cuando alcanza un elemento transparente, como el vidrio o el agua, se altera su velocidad y el rayo lumínico se descompone.
Construyó Ross prismas de plexiglás rellenos de aceites minerales mediante los cuales los colores del espectro se extienden sobre las superficies opacas de su entorno; Heizer describió en 1968 las experiencias sensoriales que generaban: Son transparentes, translúcidos, reflejan, deforman, agrandan, descomponen, amplían, desintegran, comprimen, repiten y modifican todo cuanto está en su entorno directo.
Después de exhibir estos prismas en diferentes galerías, y en edificios públicos, comenzó Ross a buscar un lugar adecuado para desplegar una instalación lumínica de dimensiones más ambiciosas. La empresa le llevó varios años, hasta que encontró, a 2.200 metros de altura, un lugar adecuado en un paraje deshabitado en el desierto de Nuevo México.
Su proyecto se llamó, como decíamos, Star Axis (Eje estelar) y pretendía acercar a los sentidos los cambios espaciotemporales de nuestro planeta, tomando como base un ciclo cósmico de algunos miles de años. Su título alude al eje en torno al que gira la Tierra y también al fenómeno de la precesión equinoccial: al no ser una esfera perfecta, los campos gravitatorios de la luna y el sol suscitan un impulso que trata de enderezar el eje terráqueo y que conduce a su precesión.
La Tierra necesita casi 26.000 años para culminar un ciclo cónico completo (25.750, en concreto); en ese tiempo, describe sobre el firmamento un trazado concreto. La precesión tiene como derivada el desplazamiento del inicio de la primavera; en la actualidad se encuentra en la constelación de Piscis y, desde 2600, transitará por la de Acuario, la constelación que Ross quiso traducir en las piezas que componen este conjunto de Star Axis.
Su elemento central es el Star Tunnel, un tramo de escalones de sesenta metros de largo paralelo al eje terrestre que, a través de un túnel empinado, conduce desde el pie de la elevación hasta la meseta. Junto a su entrada se encuentra la Equatorial Chamber (Cámara ecuatorial), construida de modo que es posible ver a través de la abertura superior las estrellas que cruzan el ecuador. El tránsito posterior por el pasillo es, a la vez, un conducto temporal y astronómico, porque desde el peldaño inferior se aprecia el círculo celeste que más cerca muestra la estrella polar del polo celeste.
Con cada nuevo escalón aparecerán más estrellas en el campo visual, correspondientes a las zonas del cielo sobre las que ha discurrido el eje proyectado sobre ellas en un periodo concreto de tiempo. Además, Solar Pyramid (Pirámide solar) y Hour chamber (Cámara horaria), construcciones casi acabadas situadas sobre la meseta, aportan estructuras adicionales de proyección para la luz solar cambiante y las sombras correspondientes.
No está de más recordar que la relación compleja de Star Axis con su entorno se concibió poco después de la llegada del hombre a la luna, cuyas imágenes televisivas no alcanzaron, para el artista, la expresión estética adecuada a la potencia de aquella experiencia. Apuntó a esa carencia: Pese a que el avance de la tecnología nos ha llevado a la era de exploración del espacio, apenas se nos ofrece la posibilidad de ser conscientes de estar en las estrellas. Star Axis ofrece un espacio desde el que recordar esta circunstancia.
BIBLIOGRAFÍA
Michael Lailach. Land Art. Taschen, 2007
Miguel Ángel Hernández-Navarro. Robert Morris. Editorial Nerea.