El rebobinador

Pisanello, del estilo internacional a la italianidad

Pisanello, apodo de Antonio Pisano, nació en la ciudad que le da apellido en 1395, pero recaló siendo muy joven en Verona, la villa de su madre. Hoy no se encuentra entre los artistas más populares de su tiempo, pero en vida conoció una celebridad equiparable a la de Miguel Ángel o Rafael y fue alabado por poetas y humanistas; seguramente se deba ese relativo olvido a que sus obras más monumentales (los frescos del Palacio de los Dogos de Venecia, en los que tomó el relevo de Gentile da Fabriano, y sus pinturas para San Juan de Letrán) se han perdido. Además, sus composiciones murales para los castillos de Pavía y Mantua, así como sus frescos en Verona, quedaron muy deteriorados por el paso del tiempo. Sí nos quedan de él, en todo caso, numerosas pinturas, una serie de medallas bien conocida y una enorme cantidad de dibujos que dan fe del rol de este autor en la transición del estilo internacional a un lenguaje propio del Renacimiento en el área de Venecia y Nápoles.

En el siglo XV, los elogios a Pisanello fueron en tres direcciones: hacia la vitalidad de sus retratos, hacia sus medallas y hacia el realismo en la representación de la naturaleza. Tuvo que sentirse muy reconfortado cuando Guarino le dedicó palabras como estas: Cuando haces surgir de tu magia la obra del invierno, todo se congela en un frío glacial y, sin embargo, el árbol, aún sin hojas, está lleno de vida. O bien cuando traspasas la acción a la primavera…, los árboles revisten de nuevo su esplendor de antaño, las colinas brillan y el canto de los pájaros alegra los aires.

Ese virtuosismo Pisanello lo había alcanzado en Lombardía y era herencia del naturalismo encantador de Michelino da Bessozzo, Giovanni de´Grassi y Stefano da Verona, un gran dibujante este último; en ese ambiente encontró nuestro artista su primera inspiración hasta convertirse en discípulo de Gentile da Fabriano, de quien luego fue socio y amigo, hasta el punto de que Fabriano le legó el taller que poseía en Roma, haciendo de él su heredero.

Entre sus trabajos más tempranos se sitúan Santo ermitaño (hacia 1420), un San Jerónimo que, sin embargo, lleva la firma de su alumno Bono (hacia 1430) y Visión de san Eustaquio (1435-1440), que recogen su talento narrativo y fundiendo lo real y lo imaginario a la hora de tratar personajes y paisajes.

Pisanello. Santo ermitaño. Museo Poldi-Pezzoli, Milán
Pisanello. Santo ermitaño, hacia 1420. Museo Poldi-Pezzoli, Milán
Pisanello. La visión de san Eustaquio, hacia 1435-1440. National Gallery, Londres
Pisanello. La visión de san Eustaquio, hacia 1435-1440. National Gallery, Londres

En cuanto a sus retratos, una de sus joyas es el rostro de perfil de una princesa d´Este, ejecutado hacia 1438, de pequeño formato y uno de los más finos entre los primeros ejemplos italianos de ese género. El personaje se sitúa frente a la pared oscura de un soto florido, mientras coloridas mariposas se desprenden de unas aberturas hacia el cielo, motivo que podemos entender como símbolo de la juventud y, sobre todo, como manifestación de la inventiva de Pisanello. Aunque esta pieza fue menos imitada de lo esperable, Leonardo da Vinci sí incorporó un seto espeso de retama a su tela dedicada a Ginevra Benci.

Pisanello. Retrato de una princesa d´Este, hacia 1438. Museo del Louvre
Pisanello. Retrato de una princesa d´Este, hacia 1438. Museo del Louvre

En cuanto a sus comitentes, se mantuvo el de Pisa ligado al ámbito cortesano: trabajó para los Visconti en Pavía, para los Gonzaga en Mantua, los Este en Ferrara, los Malatesta en Rímini y los príncipes de Aragón en Nápoles; hemos de entender, por tanto, que su lenguaje estaba vinculado a dicha corte. En Madonna con san Antonio y san Jorge, única obra suya firmada y puede que la última que realizó, el segundo santo lleva sobre su vestido de piel una brillante armadura, parecida a las que en aquellos momentos se portaban en los desfiles solemnes y torneos. Además, los brazaletes son semejantes a los de las armaduras de parada en el Arsenal de Viena.

Incluso en obras de grandes dimensiones, como los frescos relativos a la leyenda de san Jorge en la iglesia de Santa Anastasia de Verona (hacia 1435-1438), el lenguaje de las formas en Pisanello conserva una elegancia principesca: la escena nos muestra al caballero Jorge junto a sus hombres y las damas de la corte, disponiéndose a subir a sus caballos para enfrentarse al dragón. El brío en la narración y la riqueza en el número y diversidad de personajes, habitual entre los pintores lombardo-venecianos ya desde el Trecento, se apreciarían también en los mencionados frescos desaparecidos de Venecia, Mantua, Pavía y Roma; incluso en sus bocetos es posible detectar esa imaginación, aunque carezcan de monumentalidad.

En definitiva, Pisanello es el maestro que dio al estilo nuevo del gótico internacional una sonoridad italiana y tuvo prolongada influencia en el norte de ese país: el llamado maestro del Juicio de Paris, quizá Cecchino da Verona, siguió su senda, al igual que Zavattari en su Historia de Teolinda de la catedral de Monza. Su lenguaje de las formas, además, lo retomaron en Venecia Michele Giambono y Michele di Matteo.

Las creaciones del pintor pisano no se dejaron afectar por el espíritu renacentista que comenzaba a difundirse en Toscana hacia la mitad de su vida; si nos detenemos a pensarlo, cuando Pisanello llevó a cabo los frescos de Santa Anastasia, existían desde hace una década los de Masaccio en la capilla Brancacci, y su San Jorge es algo posterior a las primeras imágenes de Piero della Francesca: el periodo 1430-1450 estuvo marcado por los grandes contrastes.

Pisanello. San Jorge y la princesa de Trebisonda. San Anastasia, Verona
Pisanello. San Jorge y la princesa de Trebisonda. San Anastasia, Verona
Pisanello. Leopardo. Museo del Louvre
Pisanello. Leopardo. Museo del Louvre

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Ludwig H. Heydenreich. Eclosión del Renacimiento en Italia, 1400-1600. Aguilar, 1972

Renzo Chiarelli. Pisanello. Toray, 1971

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