NOMBRE: Pablo
APELLIDOS: Pérez Palacio
LUGAR DE NACIMIENTO: Zaragoza
FECHA DE NACIMIENTO: 1983
PROFESIÓN: Artista
Hace solo unos días, en la pasada edición de ARCO, habéis podido conocer uno de los proyectos más recientes de nuestro último fichado: tras obtener la beca que la Diputación de Zaragoza concede para efectuar una residencia en la Casa de Velázquez, Pablo Pérez Palacio exhibió en el espacio de Arts Libris en la Feria un testimonio de la propuesta creada durante su estancia allí: Homo Indifferens à la Casa, como nos contará, el relato de sus tres meses en ese centro como artista consciente de su indiferencia en un escenario que propicia la interacción colectiva.
Licenciado en Historia del arte en la Universidad de Zaragoza y formado también en diseño de interiores, escenografía y serigrafía, Pérez Palacio ha presentado muestras individuales en espacios como el IAACC Pablo Serrano, la Galería Finestra y la Biblioteca de Aragón en Zaragoza y la Casa do Brasil y la Galería A Ciegas de Madrid; también ha participado en colectivas en el Patio de la Infanta y el Palacio de Sástago zaragozanos, La Carbonera y la Casa de Vacas de Madrid, la Sala José Saramago de Leganés, el Palacio Maldonado-Centro de Estudios Brasileños de Salamanca o la Galerie Loo & Lou de París.
Además, hemos podido encontrar su trabajo en citas como la mencionada ARCO, JustMad, Hybrid Art Fair y Cultur3 Club, esta última en Gijón y sus obras han resultado seleccionadas en certámenes como el Premio de arte Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal (2016, 2018 y 2019); el Concurso de pintura Francisco Pradilla, el Certamen de dibujo Gregorio Prieto y el Premio Ibercaja de pintura joven (2017); el Concurso internacional de pintura Rafael Zabaleta (2018) y el Concurso de pintura Francisco Pradilla (2019 y 2021). El año pasado obtuvo, igualmente, un accésit en el VI Certamen de pintura de Pozuelo de Alarcón.
La producción de este autor tiene mucho que ver con las tensiones entre el individuo y el grupo, el adentro y el afuera, y con las pérdidas que implica adaptar lo interior a lo exterior; en ellas profundizaremos, también en su concepción de formas y colores como elementos de un alfabeto (abstracto) propio.
Le hemos preguntado por sus comienzos y nos ha contado que ha mantenido, desde su infancia, una relación literalmente familiar con lo artístico y que se dedica por completo a esta actividad desde hace una década: Siempre he tenido una estrecha relación con el arte. Mi padre es artista y en casa he tenido acceso a todo aquello que mis inquietudes demandaran. Libros, materiales o la colección familiar de piezas y objetos artísticos.
El “cuándo” no es demasiado concreto en mi trayectoria vital, ya que siempre he respondido a mi curiosidad y lo relacionado con mi crecimiento personal; tras estudiar escenografía, historia del arte, interiorismo y trabajar durante un tiempo en un estudio de arquitectura, intenté poner una cierta distancia con el mundo del arte. Estuve viajando o viviendo en otros lugares como Praga y París. Durante ese tiempo tuve la suerte de relacionarme con gente de todo el mundo, cuestión que me llevó de vuelta al arte. Me ayudó a entender mejor la universalidad del ser humano en sus niveles más esenciales.
Fue en el 2012, a mi regreso de catorce meses en París, cuando me volqué de lleno en las artes plásticas. Durante el tiempo que estuve fuera de Zaragoza, mi necesidad de expresarme, de poner en orden mis ideas, fue sustituida por la libreta y la palabra escrita, parte fundamental, hoy, de mi proceso artístico. Mi trabajo nace de lo que escribo: poniendo en orden, trabajando con la palabra, comienzo a visionar qué y de qué modo formalizar aquello que en ese momento me inquieta.
Sus intereses tienen que ver con la interioridad humana y lo inaprensible, con nuestros modos de entender el tiempo y también últimamente, como avanzábamos al principio, con la indiferencia, que aborda más como reacción adaptativa que como postura elegida: Me fascinan todas las cuestiones que se presentan inabarcables, las que tienen que ver con lo que nos condiciona, nos da forma y al mismo tiempo establece nuestros límites, sobre todo la cuestión del tiempo y el modo en el que lo gestionamos: memoria, “presente” y proyección.
Dentro de estas cuestiones que a priori parecen todas, me centro en cómo afectan en nuestra configuración social desde el YO como centro. Actualmente trabajo en torno al concepto de la indiferencia. Mantengo que la indiferencia como postura vital no es, en la mayoría de los casos, una respuesta voluntaria, sino adaptativa a un medio actual tremendamente violento, traumático. Un contexto que se fundamenta a través de dinámicas lejanas a cualquier posibilidad de asimilación.
Su disciplina fundamental es la pintura y se vale de unos u otros formatos en función de cada propuesta: Utilizo el acrílico fundamentalmente por dos cuestiones: por la naturaleza formal de mi trabajo y porque se seca rápido, permitiéndome seguir trabajando, ya que soy un tanto nervioso.
En cuanto al formato, depende, ya que la elección siempre responde al propio proyecto. Por ejemplo, en el último utilicé el cuadrado, ya que carece de verticalidad u horizontalidad, ayudándome así a formalizar la sensación de estar perdido.
Cita Pérez Palacio como referente (y es nuestro primer fichado en hacerlo) a su padre, artista y arquitecto; también a autores ligados al expresionismo abstracto americano o a abstractos más cercanos: Mi mayor influencia es mi padre, José Manuel Pérez Latorre, artista y arquitecto. Además de acercarme la biblioteca familiar y a museos desde muy pequeño, siempre participé en su actividad con mi presencia y, más adelante, de forma activa con las visitas de otros artistas.
Aprendí a leer el espacio y dibujar en un despacho de arquitectura desde muy pequeño. Mi padre nunca me puso límites al formato; eso me llevo a no tener nunca miedo al espacio en blanco a la hora de pintar.
Me vienen a la cabeza muchas anécdotas de mi aprendizaje. Recuerdo, con cinco años, estar pintando y tener que dar saltos para poder alcanzar las partes superiores del lienzo, o aquella vez que pinté todos los muros de casa y a la vuelta mi padre, en vez de castigarme, hizo pintar la casa de nuevo y me dejó una pared para que pintase lo que quisiera.
Siendo más mayor, las influencias se van definiendo y, a nivel de pintura, podría hablar de los pintores abstractos americanos, sobre todo Barnett Newman, Mark Rothko o Robert Motherwell; de Yves Klein y su trabajo en torno al infinito, siempre me interesó mucho esa relación entre el judo y sus pinturas monocromáticas azules; de españoles como Oteiza o Palazuelo… Me interesa también mucho el trabajo con el negro de Pierre Soulages.
Los proyectos que menciona como fundamentales en su trayectoria hasta ahora hacen referencia a la memoria, a los espacios particulares que son posibles en ella y a la mencionada indiferencia: El que yo considero mi primer gran proyecto se titulaba Todo lo que queda (2015); es una propuesta que surgió tras dos años de mi vuelta de París. Trabajaba en torno a la memoria, de qué modo se presentaba, cómo gestionaba esos recuerdos… para finalmente comprender que se trata de construcciones mentales. Todo nexo del presente altera cualquier percepción del pasado.
Me gusta destacar Fragmentos de un espacio propio (2017-2018), un proyecto que surgió de unos planos de arquitectura antiguos, en papel vegetal con todo tipo de tonos ámbar. Aquel objeto, que tenía la finalidad de describir la posibilidad real de construir un espacio, acudió a mi con la idea de los espacios propios, aquellos espacios que todos vamos construyendo, fragmentos en nuestra memoria a través de lo vivido, lo transitado o lo imaginado. Un espacio propio posible en nuestra memoria, pero imposible de compartir más allá de ella.
Tras el proyecto de Fragmentos de un espacio propio surgió una pregunta, que yo considero clave en mi trabajo actual: ¿qué sentido tiene la figura del artista que intenta expresar, compartir una visión en un contexto de indiferencia? Indiferencia en la que yo también participo. Es en este momento cuando aparece la idea del horizonte y el proyecto Horizonte de Indiferencia. La línea de todas las posibilidades se torna en una urna, cerrándose sobre mi. Un YO-atrofiado. ¿Podemos seguir hablando de sociedad ante la ausencia de proyecto común, o de individuo responsable para con esa “sociedad”?
Es en la obsesión del encuentro con uno mismo, en ese espacio sin más allá y las proyecciones propias de un YO – atrofiado, que doy con el mayor de los peligros: olvidar al otro.
Mi último proyecto, desarrollado durante el inicio de mi beca en la Casa de Velázquez de Madrid, se titula Homo Indifferens à la Casa: un relato que se compone de un texto y tres psico-cartografias, veintidós transparencias que pretenden plasmar mis primeros tres meses como artista consciente de su indiferencia en la Casa de Velázquez, un contexto que pretende la interrelación de proyectos.
Sobre ese mismo asunto, y en ese mismo centro, continúa trabajando: Actualmente estoy desarrollando Superposiciones. La visión de un orden propio, como becado en la Casa de Velázquez de Madrid, institución que pertenece a la red de colegios internacionales del Ministerio de Cultura francés.
El proyecto pretende formalizar los paisajes que derivan de la interrelación entre los indiferentes. He querido parar para profundizar en la cuestión del movimiento y de qué manera convivimos con dos tipos totalmente contrarios: por un lado, el no-movimiento como la única posibilidad en un escenario de superposiciones de ordenes (alto relieves policromados) y, por otro y a una misma vez, la vibración por vibración; parar no es una opción (acrílico sobre lienzo).
Me encuentro desarrollando las series de Paisajes. Superposiciones 0000. Y nos enseña, aquí lo veis, un anticipo.
Conoced mejor a Pablo, aquí: www.pabloperezpalacio.com
