Historias de los otros

Mujeres barbudas // La vigilante

Mujeres barbudas // La vigilante

Magdalena. Se llama Magdalena, pero no se apellida “penitente” sino Ventura, así que no hay razón para causársela mala y ser nosotros su penitencia. Y yo esto no lo he hecho por ella, sino por la penitencia que me dan a mí, que ya sé que ella no entiende ni se beneficia, y seguramente a los 52 que tenía cuando la retrataron ya le importara poco.

Mujeres barbudas // La vigilanteEl respeto que le tuvo Ribera no se lo estamos teniendo nosotros, pero a quien molesta ya sé que no es a ella, es a la que está a su lado. Hace días me decíais “Juana, qué te pasa, pareces por momentos Jovellanos, con esa cara de hartazgo supino, de paciencia agotada, de mandar a la gente a pastar”. Pues mira, sí, llevo tres meses codo con codo con la mujer barbuda y allí, grave y seria, lactante, y junto a ese marido que sí parece escucharlo todo por esa cara abrumada, ha sido llamada Manolo, hípster trans, cosa, esto, yihadista y mi padre. Los que vienen solos no dicen nada al tenerme a mí delante, pero ya hablan por ellos sus cejas levantadas, sus narices arrugadas.

Yo hirsuta no soy, pero sí tengo empatía. Veo todo esto un cebarse innecesario con quien no se puede defender, y yo algo tenía que hacer, porque un día soñé que entraba aquí por la noche, con una linterna para que nadie viera las luces encendidas, y acababa con el problema cuchilla en mano. Insensateces.

Pero, dándole vueltas, después he pensado que quién me ha querido convencer a mí de que el problema era la barba de Magdalena. Que no, que la barba es vello, y el vello, folículo, y el folículo, biología. Que la biología no es la cuestión. Y menos para ella, que tuvo a tres hijos a los que dio besos que raspaban. No.

Magdalena no es un fenómeno de la naturaleza; ella es tan natural como todo el que tenga ojos, párpados y cejas, como el plátano de Canarias y los cuerpos de las Gracias. Pero a los empalados y a Herodes los miran mejor que a ella, que a partir de los treinta y siete, cuando dicen que empezó a crecerle su barba, pudo a lo mejor beber en la taberna a deshoras, batirse en duelo con quien le cayese mal, hacerse forjadora o, si hubiera querido, soldado. Con esa seguridad que tiene, mirad esos ojos fijos que no esconden nada. Puede que fuese tan femenina que no necesitara demostrarlo, y además libre.

Mujeres barbudas // La vigilantePero hay que convivir con ella un tiempo para notarlo; los que la miran una vez solo ven la barba, la rareza. Como si no fuésemos todos un pozo sin fondo de ellas; si nos mirásemos bien cada uno veríais que no pararíamos de arquear las cejas y arrugar la nariz. Y puede que hasta cosa y esto fuese lo más suave que nos llamásemos. Ilusas esas que se sienten bien por no tener barba; e ilusos los que no conocen mujer con ella y Magdalena les hace sonreír. Puede que a lo mejor sus barbas propias vayan por dentro, y alguna vez se les noten por fuera.

Y en eso andaba yo pensando ayer, aquí sentada junto a Magdalena, cuando se me ocurrió que no tendría que pasar nada por llevar barba. Me conocéis, no me gusta que me miren y esto no es una performance. Es mi forma de intentar que se me quite esta cara de Jovellanos.

Me puse esta bonita barba castaña, de pelo natural y todo, porque me acordé de Blake, que decía eso de que quien desea y no actúa está sembrando la peste. Y yo no quiero que Magdalena sea una apestada, creo en su buena ventura. A mí me miran raro, pero no me dicen nada, no me llaman Manolo.

Miradla bien. Es vello facial accidental, no es estético pero sí auténtico, y ved bien esos ojos oscuros. A mí me dicen: Sí, podría ser el tendero, pero aquí me ves, amamantando a mi hijo, junto al huso que, dicen, es propio de mujer, y frente a mi marido, con cara de estar perdido en esta vida, igual que el tuyo.

Puede que Magdalena se hubiese llevado bien con Blake, y yo con ella. Y ahora que sabéis esto, voy a quitarme esta barba antes de que el picor pueda conmigo.

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