El rebobinador

Hans Memling, un mago de la tradición en Brujas

Hans Memling nació en Seligenstadt, en la actual Alemania, hacia 1433 y no sabemos demasiado de su aprendizaje, pero sí que habitó en el taller del maestro Stefan Lochner en Colonia antes de la muerte de éste en 1451. A continuación, es posible que residiese en Bruselas, en casa de Rogier van der Weyden, a su vez antes de que aquel falleciese en 1464; un año más tarde aparecía inscrito en los registros de los burgueses de Brujas, por tanto, podía vivir y ejercer un oficio en aquella ciudad.

No formó parte, sin embargo, de su Gremio de Pintores, lo que podría indicar que gozaba de una posición de favor: habría llegado allí, con probabilidad, a petición de la colonia italiana y supo hacerse valer entre una clien­tela tanto local como internacional. Toda su obra la llevó a cabo en este bellísimo lugar, donde debió contar con un taller importante y con dos ayudantes: Hannekin Verhanneman y Passchier van der Mersch.

Una de las piezas fundamentales de su primera etapa en Brujas se la encargaron Angelo Tani y su mujer y se fecha entre 1467 y 1471: nos referimos al tríptico del Juicio Final, una escena nocturna en su conjunto en la que Cristo aparece en el panel central sobre un fondo dorado, alusivo al cielo, sentado en un arco iris y apoyando sus pies sobre el habitual globo. Lo rodean, como Juez de Jueces, los doce apóstoles, la Virgen María y san Juan Bautista, mientras cuatro ángeles revolotean sobre él portando los instrumentos de la Pasión. Otros tres ángeles flotan debajo y un cuarto sale a nuestro encuentro en el panel de la derecha, tocando trompetas que anuncian el fin del mundo.

Entretanto, en el panel de la izquierda, las almas de los justos avanzan, desnudas, en dirección a las puertas del cielo, donde les son entregadas las vestiduras que utilizaban en vida; son encabezadas por un grupo de eclesiásticos destacados. En contraste con ellas, la mayoría de las almas resucitadas han sido juzgadas y halladas en falta; las encontramos a la derecha, conducidas por figuras demoníacas hacia las llamas del infierno, que Memling plasma como una suerte de volcán. Éstos son los condenados.

Hans memling. El Juicio Final, hacia 1467-1471. Muzeum Narodowe, Gdansk
Hans memling. El Juicio Final, hacia 1467-1471. Muzeum Narodowe, Gdansk

Si nos centramos en la figura de Cristo, alza su mano derecha en gesto de bendecir al tiempo que baja la izquierda, movimientos que se corresponden con el lirio de la misericordia y la espada roja de la justicia a sus lados. El arco iris une y separa el Reino de Dios de la tierra y arrodillados a sus lados apreciamos a la Virgen y san Juan, como intermediarios que con sus plegarias interceden por la humanidad ante Cristo y Dios Padre. La gran figura del arcángel Miguel, con armadura, se halla en una extensa llanura y distingue a las almas buenas de las malas con su balanza y su báculo (las que pesan poco tendrán peor destino). Esa figura del pesador de almas aparece igualmente en composiciones egipcias y griegas antiguas y alrededor de san Miguel contemplamos a los muertos que salen de sus sepulturas para hacer frente al Juicio Final; atendiendo a los textos medievales, esos hechos sucederían en el Valle de Josafat.

Apreciamos a san Pedro, llave en mano, recibiendo las almas de los justos en la escalera de cristal que conduce al cielo y a ángeles músicos haciendo lo propio con un concierto desde las almenas de la puerta del cielo, de estilo gótico, contemporáneo al artista. La entrada conduce a la Jerusalén celestial que ha descendido a la tierra. Uno de los apóstoles, de rojo y negro con la mano en su pecho, podría corresponderse con Carlos el Temerario, duque de Bogoña, en el poder desde poco tiempo antes, y el alma justa arrodillada en la balanza retrata al banquero florentino Tommaso Portinari.

Uno de los apóstoles, de rojo y negro con la mano en su pecho, podría corresponderse con Carlos el Temerario, duque de Bogoña, en el poder desde poco tiempo antes, y el alma justa arrodillada en la balanza retrata al banquero florentino Tommaso Portinari.

Tanto la composición central con el Juicio como esas reproducciones de algunos personajes y, especialmente, el dibujo subyacente deben mucho al Juicio final de Van der Weyden en el Hôtel-Dieu de Beaune, en Francia. Prolongaba Memling esquemas de sus antecesores y continuaba adaptando de sus composiciones ciertos rasgos de las posturas de las figuras y fórmulas de los retratos de su maestro. El halo de Van Eyck está igualmente presente: en el manejo de la luz, del color, la ejecución, las materias, la imitación de los objetos y el detallismo en la naturaleza. Sin embargo, la asimilación de estas influencias fructifica en un estilo muy personal, centrado en la búsqueda del equilibrio y la preocupación por la integración de las figuras y de los grupos en su entorno. Procuraba la depuración de las formas y de las emociones para alcanzar a representar un mundo armonioso, desde el primer dibujo y hasta el resultado final. Pese a la austeridad de medios, su maestría en la ejecución le permitía efectos óptimos.

El Retablo de los santos Juanes y el Tríptico ­Floreins, fechados en su madurez, son sus únicas telas firmadas y fechadas, realizadas en 1479 para el hospital de Brujas y que han servido para reconstruir su producción. La última de ellas se inspira en el Tríptico de la Adoración de los Magos del Prado.

Algo posterior, de 1487, es el Díptico de la Virgen que llevó a cabo para Maarten van Nieuwenhove. De carácter íntimo, sitúa a Virgen y Niño en el mismo espacio contemporáneo que el donante, representado rezando, aunque unos y otro ocupen su propio panel.

Ofrece Memling a la Virgen frontalmente, de cara, mientras que el propietario de la pintura aparece en tres cuartos. Tenía este comitente veintitrés años y una década después se convertiría en burgomaestre de Brujas. Es posible que en la ventana tras él, a la derecha, se intuya el lago de la ciudad, el Minnewater.

María ofrece al Niño una manzana, aquí referida a la condición redentora de Jesús respecto al pecado original: al extender su brazo para cogerla, acepta su destino. Detrás de ella distinguimos un espejo convexo, que muestra las dos figuras vistas por detrás: seguía el pintor los pasos de Van Eyck, empleando ese instrumento del espejo para reforzar aquello que los espectadores ven en el panel. El reflejo enseña y aclara el espacio; se distingue la posición de las figuras, el techo, las ventanas y una silla con un libro abierto. Se trata de una pieza llena de sentidos: parte de una premisa artificial (que el donante visita a la Virgen) y la hace realidad; al tiempo, invita al espectador a pensar que él también se encuentra allí, como si mirara por una ventana abierta.

La vidriera de colores detrás de la Virgen, a la izquierda, contiene las armas de Van Nieuwenhove, con el lema de la familia (Il y a cause, Todo tiene su causa) y medallones que simbolizan su nombre: una mano que arroja semillas en un jardín; su apellido significa Jardín nuevo. Entretanto, la ventana de la derecha alberga imágenes de los santos Jorge y Cristóbal. Detrás del comitente, que nació el día de san Martín (el 11 de noviembre), se ve al patrono del joven cortando un pedazo de su capa para un mendigo lisiado.

Las composiciones de Memling fueron exportadas por toda la Europa de la época y continuaron influyendo en sus contemporáneos y en los autores de la generación siguiente, en Brujas y Amberes.

Hans Memling. Díptico de la Virgen con Maarten van Nieuwenhove
Hans Memling. Díptico de la Virgen con Maarten van Nieuwenhove, 1487. Memlingmuseum, Brujas

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Patrick de Rynck. Cómo leer la pintura. Electa, 2005

Dirk de Vos. Hans Memling. Harry N Abrams Inc, 1994

 

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