NOMBRE: Lucas
APELLIDOS: De la Rubia
LUGAR DE NACIMIENTO: Madrid
FECHA DE NACIMIENTO: 1986
PROFESIÓN: Artista y docente
A Lucas de la Rubia lo conocimos hace dos años, en el verano de 2020, cuando fue uno de los artistas en inaugurar la sala de WE COLLECT en Conde de Aranda (Madrid), formando parte de la muestra “CA20 Group Show”, en la que, por cierto, también participaron fichados como María Yelletisch y Clara Cebrián.
Desde hace aproximadamente cuatro años, este autor ha presentado también muestras individuales en la Caja del Arte de Torrejón de Ardoz y en La Factoría de Papel, Movart, Matadero, Garage B y la propia Galería WE COLLECT, además de en el Institut für alles mögliche berlinés; igualmente, ha participado en colectivas en espacios como la Universidad UVM mexicana o la Casa de Indias de Cádiz y en citas como la Bienal de Arte Maison Japón (en su presentación en Osaka y en Madrid en 2014), el Festival de Arte Urbano Cucurucho de Valladolid (2018) y la Muestra de arte joven de La Rioja (de nuevo en 2018).
En 2010 recibió De la Rubia el primer premio en el James Dyson Award, en la citada Bienal de Arte Maison Japón obtuvo una mención honorable y en 2020 se le concedió una de las becas de la Comunidad de Madrid para desarrollar residencias artísticas en el extranjero.
Lucas cursó los primeros años de la carrera de Arquitectura para licenciarse después en Diseño Industrial y diplomarse en el taller de grabado del Centro Nacional de las Artes de México y se suma a esta sección porque queremos saber más de su uso de materiales y formas que contrastan entre sí para referirse desde lo plástico a la naturaleza, siempre paradójica y contradictoria, de las personas y las colectividades. La pintura sobre distintos soportes, el yeso, la madera o el hormigón son sus medios para profundizar en las dualidades propias de individuos y sociedades y en lo que tiene que ver con los límites, las relaciones de poder o los símbolos como gesto. En el manejo del hormigón, por cierto, introduce la posibilidad del azar y la improvisación al verter bloques con plástico incrustado, una huella humana en un elemento habitualmente serializado y ligado a la industria.
Como siempre, hemos comenzado preguntándole por sus inicios; De la Rubia los sitúa hace, más o menos, una década y en ellos tuvo que ver la intuición: No tengo muy claro cuándo empecé a trabajar como artista. Quizá en México en el 2013, allí realicé mis primeras exposiciones. Luego, al cabo de los años y ya de vuelta en Madrid, me empecé a tomar esto mas en serio y se convirtió en una práctica diaria. Lo hice por necesidad. Sabía que me arrepentiría si no lo hacía.
Los temas que aborda en su producción son diversos y vienen evolucionando obra a obra; suelen tener que ver con lo humano, como decíamos, y con las sociedades contemporáneas, en ocasiones en su relación con el tiempo y el espacio; articula sus trabajos al modo de preguntas y respuestas en torno a problemas plásticos y cuestiones relativas a autoridades, fronteras, ciudades o a nuestras huellas en el tiempo y el lugar: Me interesan muchos temas, suelen cambiar según el proyecto. He trabajado mucho alrededor de la idea de contradicción, los límites, lo fósil, el paseo como proceso creativo, lo inefable…
La dialéctica de los opuestos y el concepto de límite le interesan, asimismo, en su sentido visual y se vale del contraste, de ese uso de materiales de conjunción aparentemente contradictoria, con fines que como apuntábamos no tienen que ver tanto con la búsqueda de la belleza, sino con las apelaciones a las muchas lindes presentes en el carácter del ser humano.
La escultura es la base de su trabajo, aunque a partir de ella haya cultivado diferentes lenguajes. Su obra nace de la experimentación continua y plantea igualmente un diálogo entre lo plano y lo matérico: Mi obra gira en torno a la escultura. Es decir, todo parte de un pensamiento escultórico, digamos. Desde ese sitio es desde donde trabajo, pero los formatos, soportes y técnicas varían. En los últimos años he trabajado mucho con la madera y el hormigón; el enfrentamiento y la convivencia entre estos dos materiales me ha servido para resolver preocupaciones conceptuales y he llegado a conocer muy bien su comportamiento. También trabajo mucho con materiales y objetos encontrados, con acero… Últimamente estoy introduciendo la fotografía dentro del proceso y su traslado a varios soportes.
Su referencia fundamental, más que en autores concretos, la encontramos en su contexto más cercano: Es muy obvio, pero me influye mi entorno mas inmediato. Lo que estoy viviendo en el momento en el que estoy trabajando. Los materiales que me rodean, las conversaciones que tengo, donde vivo, lo que escucho, lo que leo…
El enfrentamiento y la convivencia entre madera y hormigón me ha servido para resolver preocupaciones conceptuales y he llegado a conocer muy bien su comportamiento.
A la hora de citar sus proyectos fundamentales, comienza por Creerse dos, que pudo verse en 2019 en la Galería Movart: Profundicé en la dualidad del ser humano. A través de la escultura y la pintura, abordaba esa noción de límite como concepto plástico, aunque asociándolo también a una estética fundada en el carácter fronterizo del ser humano, convirtiéndolo en idea simbólica.
Cuenta que, mediante diferentes variaciones, el proyecto profundiza sobre las relaciones y dualidades que existen dentro del ser humano y su entorno más inmediato. Siempre contemplando el límite como esa frontera, ese muro, que separa la dicotomía en la que vivimos.
En Pompei, la serie que en 2020 llevó a Matadero, explica que abordó la huella y la idea de una sociedad fosilizada. Las piezas que la integran las concibió como una suerte de fotogramas arqueológicos representativos de las costumbres, los gestos y símbolos de nuestra época; se trataba de tres esculturas y seis relieves, en hormigón y madera, que contenían dos vertientes, una de investigación formal y otra narrativa: Ambas indagan en una paradoja, un conflicto entre dos elementos que tienen que convivir juntos. Por un lado está lo que podemos comprender, lo que cuantificamos y clasificamos. Por otro, lo que se nos escapa, lo inefable, lo que no podemos entender. Es junto en este segundo elemento donde tiene lugar la poesía de lo fósil.
Huyeron capitanes, que pudo verse en 2020 en WE COLLECT, tenía que ver con el caminar como práctica creativa. Explicó entonces que solía acudir andando hasta su estudio, en un trayecto de diez kilómetros, y que lo que al principio era un mero desplazamiento terminó convirtiéndose en parte de su trabajo e incluso en trabajo en sí: Un ritual como el de los derviches que giran en trance, el cual atrapa sonidos, olores, materiales e imágenes con un ritmo palpitante. Paso tras paso, al cruzar otra calle y otra acera, se desvelan marcas como las que permanecen después de que habitantes despistados, animales o niños, pisaran el cemento aún húmedo. Gestos pillados in fraganti. Contenedores llenos de vidas y de casas vaciadas. Una puerta al girar la esquina. El barrio se convierte en un gran almacén lleno de piezas para componer y de notas para tocar. Todo está quieto y es nítido en el centro del huracán.
Sus inquietudes antes trabajadas, como las dualidades de individuos y sociedades, el símbolo como gesto o la sociedad fosilizada también se concitaban aquí.
Llevó un parque público a un espacio expositivo en Humboldthain, que se presentó el año pasado en el Institut für alles Mögliche berlinés, de la mano de esas becas de residencias en el extranjero de la Comunidad; entonces creó intrincados dibujos lineales de los búnkeres en ruinas del parque Humboldthain sobre madera tomada de los árboles de ese mismo lugar, introduciendo así texturas naturales entre las cuatro paredes.
También esculturas, a partir de materiales buscados en la misma ciudad, conformando con ellos collages que hacen alusión a sus experiencias en la capital alemana durante el confinamiento: una de las pocas vías por las que De la Rubia pudo relacionarse entonces con sus habitantes fue justamente a través de esta cultura material. En el fondo, y como apuntó Aoife Donnellan en Berlin Art Link, el acto de recolectar y construir estas piezas fue un intento de entender una ciudad vacía a través de las cosas que quedaron atrás; también de comprender la armonía susceptible de generarse entre partes inconexas de uno mismo y las múltiples contradicciones que implica la existencia y funcionamiento de una urbe en los contextos socioeconómico, político, temporal y cultural.
Se refiere De la Rubia por último a Casa tomada, propuesta relacionada con la anterior en cuanto a la trasposición de escenarios: Trasladé un antiguo palacio abandonado a un espacio expositivo. Ese edificio se acompaña de un relato: Llegamos a media mañana. La idea inicial no era estar en esa zona, queríamos dar un paseo cerca de un pueblo aledaño, pero el azar y algún que otro contratiempo quiso que acabáramos allí. Marta parecía conocer el camino. Después de quince minutos caminando entre rocas graníticas nos topamos con la casa. El exterior era muy ecléctico. Parecía construida a base de retales, de trozos de delirios, de ideas proyectadas sobre cómo debería vivir la nobleza. No había coherencia entre materiales ni estilos. Había mucha locura en todo eso pero encajaba muy bien con la idea que teníamos sobre la personalidad de sus antiguos inquilinos.
Nos equivocamos de acceso y entramos directamente por una diminuta ventana rota y alargada que daba a un semisótano. Tuvimos que quitarnos las mochilas para poder pasar. Yo fui el último de los cuatro. Se escuchaban murmullos de familias con perros por los alrededores. La casa se visita de forma asidua por curiosos, especialmente los fines de semana, pero aquel semisótano en el que estábamos no parecía muy explorado.
La luz entraba por la ventana y se arrojaba, después de algunos metros de polvo, sobre una primera estancia llena de marcos antiguos y molduras apiladas contra la pared. Había restos de artesones preciosos, parecía como si alguien los hubiera dejado en esa primera habitación, apoyados, después de un antiguo expolio o derrumbamiento. Tras pasar este primer espacio me encontré con una gran habitación llena de cabeceros de madera con inscripciones talladas, de grandes portones con marquetería. Había muchas molduras decorativas de techo esparcidas por todo el suelo. Todavía conservaban algo de pintura color verde turquesa. Varios armarios y cajoneras conducían a otro gran escudo familiar tallado sobre madera que dormía entre un par de máquinas antiguas para segar el campo.
Yo no quería marcharme. Me puse muy nervioso y supe que tenía que volver. Quería pasar más tiempo en ese espacio y trabajar, habitar esa casa, pensar bien todo lo que significaba y entender por qué me seducía tanto estar rodeado de todo aquello. Hace unos años no le hubiera dado importancia, no de la misma forma. Ahora tiene mucho sentido para mí.
Nos avanza Lucas algo de lo próximo, que tiene que ver con su atención a lo inefable: En mi último proyecto estoy trabajando con el alma de los materiales, con lo que no se puede realizar, con la imposibilidad y su representación.
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