En el panorama arquitectónico de Estados Unidos en el pasado siglo XX, frente a la abstracción de Mies van der Rohe y el funcionalismo difundido por Walter Gropius desde Harvard, la Escuela de Arquitectura de Yale vio nacer una nueva monumentalidad de la mano de Louis Kahn (1901-1974).
Formado en el academicismo de la Escuela de Bellas Artes de Filadelfia, desarrolló una primera etapa profesional algo anodina antes de la II Guerra Mundial, pero su estancia en 1950 en la Academia Americana de Roma le llevó a entusiasmarse por la arquitectura de las civilizaciones antiguas: la luminosidad brillante griega, la volumetría egipcia y la espacialidad grandiosa de Roma serían un bagaje trascendental para el posterior desarrollo de su carrera, a la que incorporaría recursos como la composición axial y el orden jerárquico a partir de la yuxtaposición de figuras geométricas simples como el círculo, el cuadrado o el triángulo, y realzando el aspecto tectónico de los materiales, sobre todo del hormigón y el ladrillo.
Al regresar a su país, construyó la galería de arte de la Universidad de Yale (1951-1953), que presenta sutiles diferencias con la estética de Mies van der Rohe: los macizos muros de ladrillo visto están pautados con molduras que indican los forjados y estos son losas de hormigón con un llamativo trazado tetraédrico.
Pero el edificio donde cristalizarían más claramente sus nuevas ideas sería el de los laboratorios Richards de la Universidad de Pensilvania (1957-1965), en Filadelfia. Aplicando la zonificación propia del funcionalismo, separó los locales de trabajo de los de circulación e instalaciones, concibiendo los primeros como espacios servidos y los segundos como servidores. En su aspecto formal, el conjunto consta de una serie de edificios en altura, compuesto cada uno por una parte central cuadrada con interiores del todo diáfanos para los laboratorios y por cuatro torres más altas, en el centro de cada lado, que albergan las escaleras y los conductos de extracción de aire. La escala monumental de esas torres remite a la silueta de algunas ciudades de la Italia medieval.
La serenidad clásica, el orden compositivo y la relación topológica de los edificios con el paisaje quedaron patentes como su sello poco después, en la sede del Instituto Salk de La Jolla (California). Concebido inicialmente con tres núcleos separados (vivienda, reunión y trabajo), finalmente solo se construyó una parte del conjunto de los laboratorios, configurados como dos bloques paralelos que dejan entre sí una plaza pavimentada, recorrida por un pequeño canal de agua y orientada hacia el horizonte del Pacífico. La distinción entre servidor y servido se hace ahora en vertical: los tres niveles superpuestos de laboratorios están separados por plantas de instalaciones que ocultan las grandes vigas y permiten modificaciones técnicas.
Los lugares de trabajo se completan con unos pequeños estudios individuales que se abren a la plaza y a las vistas del océano. El tratamiento de los muros de hormigón, de color parecido al del travertino del pavimento, conceden al conjunto un toque clásico logrado con medios modernos.
Otra de las preocupaciones de Kahn, la relación íntima entre espacio y estructura, se plasmó en el Kimbell Art Museum de Fort Worth (Texas), considerado su obra maestra y uno de los más bellos museos contemporáneos. Varias naves paralelas están rematadas por falsas bóvedas en cuya supuesta clave una hendidura continua permite la iluminación natural; se crea así una secuencia de espacios bañados por una luz difusa que realza la contemplación de las obras de arte.
El espacio interior es fluido y continuo, pues las naves no están compartimentadas sino unidas mediante bandas de 2,5 metros de anchura que albergan en sus techos las instalaciones. En realidad, como decíamos, las bóvedas no son tales sino grandes vigas curvas de hormigón armado, colocadas de dos en dos, de manera que en la supuesta clave se ha dejado esa hendidura continua por la que entra la luz natural. Esta se refleja en unos difusores que la lanzan sobre la superficie cóncava de la bóveda, que a su vez la refleja sobre el espacio interior. Se consigue así una plena identificación entre estructura y espacio, realzada por una luz natural controlada, impuesta desde el principio por los clientes.
El mayor grado de monumentalidad, sin embargo, lo alcanzaría Kahn en sus obras en India y Pakistán. Como Le Corbusier en Chandigarh, pudo poner en práctica todos los recursos compositivos que tanto admiraba: la sede de la Asamblea Nacional de Bangladesh contiene una gran cámara circular rodeada de volúmenes cilíndricos y prismáticos rasgados por enormes aberturas que enfatizan su dimensión simbólica e institucional. El arquitecto moriría antes de ver acabada esta grandiosa obra, pero sus ideas habían arraigado en algunos jóvenes contestatarios.
Entre sus discípulos destacó Robert Venturi, que aprovechó su estancia en la Academia Americana de Roma para empaparse de barroco. En 1966 publicaría Complejidad y contradicción en la arquitectura, libro muy influyente en los setenta en el que atacaba la banalidad de la ortodoxia moderna (salvando a Le Corbusier y Alvar Aalto) y propugnaba la riqueza de significados y la ambigüedad de los elementos híbridos. El ejemplo lo desarrolló en sus propias obras, como la casa de su madre (1962), cerca de Filadelfia, en la que elementos tradicionales como la gran chimenea o la cubierta inclinada se combinan con referencias cultas a Palladio.
Ese rechazo del Estilo Internacional se plasmó en California en conjuntos como el Sea Ranch (desde 1965), donde Charles Moore y su equipo se inspiraron en los graneros de madera para crear un conjunto de aspecto tradicional que acoge en su interior espacios de novedosa complejidad.
En Europa, la contestación al funcionalismo tuvo una dimensión urbana y se concretó en otro libro de gran repercusión: La arquitectura de la ciudad de Aldo Rossi (1931). Frente a la rígida zonificación de la Carta de Atenas, Rossi hablaba de la relación entre el tejido residencial y los edificios públicos, del valor de la memoria y los monumentos y de tipologías arquitectónicas en relación con morfologías urbanas. El posterior desarrollo de esas ideas daría paso a la noción de posmodernidad.