NOMBRE: Lidia
APELLIDOS: Orán Llarena
LUGAR DE NACIMIENTO: Tenerife
FECHA DE NACIMIENTO: 1993
PROFESIÓN: Artista
De nuestra fichada de esta semana oímos hablar en 2016, cuando Lidia Orán fue seleccionada por Carlos Garaicoa, junto a otros nueve artistas, para participar en el programa de residencias internacionales Just Residence, organizado por la feria JustMad. Tenían cuatro semanas de duración y los elegidos convivieron y compartieron intereses en Avilés mientras reflexionaban sobre las posibilidades de recuperar y transformar enclaves industriales que vivieron su edad dorada hace décadas, como el de la propia ciudad asturiana.
Precisamente el paisaje, entendido como fruto de nuestro pensamiento y como escenario de lo que hacemos, es uno de los intereses fundamentales de Lidia, que en 2015 finalizó su Grado en Bellas Artes en la Universidad de La Laguna y después realizó el Máster de Investigación en Arte y Creación de la Complutense, Universidad en la que ahora mismo cursa el doctorado. Ha participado en dos ediciones de JustMad, también en el Hybrid Festival, y ha formado parte de muestras colectivas en el Centro de Arte La Recova de Tenerife, el Centro Párraga o La Capilla de la Universidad de La Laguna. Además, este mismo año ha sido galardonada con uno de los premios ARTE LATERAL COMPLUTENSE, gracias a sus Paisajes Sublimes, que han podido verse en el restaurante de esta firma en la calle Velázquez, y el año pasado obtuvo el Primer Premio Nacional de Pintura Enrique Lite de la Universidad de La Laguna (en 2016 se llevó el tercero).
La fichamos porque nos interesa el germen de sus trabajos (la reflexión sobre la proliferación de imágenes hoy, cuando nuestras formas de informarnos y de relacionarnos están claramente marcadas por lo visual) y el puerto al que le han llevado sus indagaciones sobre ese imperio del ojo: una apuesta decidida por la ceguera figurada y por una limpieza que se manifiesta en su obra en la preeminencia del blanco, símbolo tradicional de pureza que, en este caso, lo es también de la calma perdida.
Como a todos nuestros fichados, hemos preguntado a Lidia por sus inicios como artista. Ella los vincula a sus estudios y también a su voluntad de investigar y crear como caminos que se retroalimentan: Estudié Bellas Artes y eso fue el comienzo de todo. Lo cierto es que estudiar esa carrera no te convierte en artista, te da herramientas para ello, pero luego viene un camino bastaste más largo y particular si quieres llevar a cabo tu práctica artística. Yo le debo ser artista, o tener una práctica en torno a la creación, al tener ideas e inquietudes, a leer e investigar. Por ello continuo mi formación, y ahora mismo me encuentro haciendo el doctorado en Bellas Artes. No puedo separar la investigación de la creación, de hecho, muchos artistas no hacen el doctorado, pero constantemente investigan a través de su obra. Así que se puede decir que, cuando terminé la carrera hace unos tres años, en 2015, empezó el camino que decía al comienzo de este párrafo, el de ser artista.
Y, más o menos desde esos comienzos, su producción ha estado marcada por las indagaciones y el pensamiento en torno a la imagen y su actual poder. Paradójicamente aborda el tema negándonos las visiones que a cada instante nos sobrevienen de fuera: no podemos evitar pensar que Lidia nos invita a considerar que ver mucho no necesariamente significa ver mejor y que gozar del sentido de la vista no nos cura de ciertas cegueras. También que otras, más deseables, podríamos cultivarlas más: Mi obra ha sido una investigación desde hace dos años y continúa siéndolo. Trabajo en torno a la sobreproducción de imágenes y a conceptos como la hegemonía del sentido de la vista. Me apasiona tremendamente nuestra actitud de seres hipervisuales. Supongo que en una época que se ha llegado a denominar “la era de la imagen”, hay que hablar sobre eso mismo, la imagen. Y yo hablo de ella desde una perspectiva muy personal. Hablo desde el blanco. Desde hace dos años solo creo a través del blanco, suelo decir que “he limpiado el lienzo” (me especialicé en pintura y no me puedo quitar este lenguaje pictórico). Para mí, el blanco simboliza la ceguera, una ceguera a la que recurro para hablar de forma metafórica sobre el no ver. En mis obras hay mucho contenido visual pero no es visible a simple vista, se oculta, se tapa. Intento jugar con los videntes a través de lenguajes invidentes, intento crear paradojas. A su vez, a través de este mundo en blanco, hablo sobre conceptos relacionados con la ciudad, la naturaleza, el paisaje en general, sobre el territorio.
Dado que en la base de su trabajo encontramos ideas de corte filosófico y sociológico, más allá de las estrictamente plásticas, no nos sorprende que, a la hora de mencionar sus influencias, elija el nombre de una ensayista a quienes muchos conoceréis gracias a “El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital”, Premio Anagrama de Ensayo el año pasado: Siempre reconozco que la pintura fue la base de lo que hago ahora. Me especialicé en esa rama y con el tiempo, cuando hice el máster, me empecé a desligar de ella. Cuando te pasas los dos últimos años de carrera solo pintando, acabas aprendiendo sí o sí sobre imagen, aunque sea simplemente cómo componer. Luego esa formación se puede aplicar desde muchas perspectivas; en mi caso, la pintura me dio unas bases de conocimiento que hoy me sirven para poder hacer esa desconstrucción de la imagen. Ahora, aunque por supuesto tengo como referencia el interesante trabajo de muchos y muchas artistas, creo que la lectura, la escritura como práctica, está siendo mi principal fuente de obtención de información. Supongo que en parte es también por estar haciendo el doctorado. Siempre que me preguntan sobre una referencia menciono a la misma escritora, Remedios Zafra. Ella es, sin duda, una de mis influencias básicas para escribir sobre imagen. Sus lecturas están llenas de contenido muy complejo, pero con su manera de escribir, convierte la lectura en algo íntimo y para mí eso es algo fundamental. Creo que es porque mi práctica también es algo íntimo y sutil, o eso me gustaría.
Podéis juzgar que lo es: todo en el blanco es sugerencia y también se convierte en personal, porque todos podemos proyectar sobre él pensamientos (lo invisible), apropiárnoslo gracias a su carácter neutro. Como hemos mencionado, Lidia trabaja más con reflexiones que con instrumentos, por eso las técnicas y formatos presentes en su trabajo derivan de ellas, variando en cada proyecto. No obstante, viene distanciándose un tanto de la pintura propia de sus inicios: No tengo una técnica o formato preestablecido. Trabajo con ideas y, en función de esa idea, elijo cuál va a ser el mejor lenguaje o herramienta para llevarla a cabo. Sí es verdad que en los últimos trabajos me siento más cómoda con la instalación, el uso del espacio va en coherencia con mi obra, así que la instalación me da mucho juego respecto a esto.
Dos son los proyectos fundamentales que -nos cuenta- ha llevado a cabo hasta ahora, y hay nexos entre ellos. El primero le valió participar en 2017 en las residencias de JustMad de las que hablábamos al principio: Fue una experiencia bastante enriquecedora, no sólo por haber sido seleccionada, que ya fue un logro, sino por el aprendizaje con artistas de nacionalidades distintas que convivimos durante un mes en Avilés y llevamos a cabo nuestra práctica artística en un entorno tan especial como es una pequeña ciudad industrial. Sumado ello a exponer en Jusmad8, que supuso una pequeña entrada al mercado del arte.
En Avilés nació la serie de Lidia que pudimos descubrir en el Lateral de Velázquez: Paisajes Sublimes, esta vez pictórica. Para entender cada una de sus piezas era necesario que tuviéramos en cuenta el contexto espacial en el que vieron la luz: la Factoría de Avilés, la villa a medio camino entre la industria de antes y el turismo de hoy. Esa Factoría, hoy centro artístico abierto a todas las disciplinas, fue una fábrica textil de vital importancia para mujeres de los barrios cercanos, y para la economía de la zona en general. Este entorno y las posibles vivencias de las empleadas inspiraron a la artista a la hora de construir un imaginario arraigado en ese pasado.
Decíamos que su residencia asturiana está ligada a su segundo proyecto importante de momento (hay que recordar la juventud de Lidia) porque en Avilés conoció a quien le propuso, algunos meses después, participar en una muestra organizada dentro de un programa de nuevos comisarios en el Centro Párraga de Murcia: Mi obra gustó a esta nueva comisaria, y me uní como artista para esta propuesta. Fuimos elegidos y tuve la oportunidad de exponer en Párraga en noviembre de 2017, dentro de la exposición denominada “NOISIV. El rumor tras la imagen”. Fue una exposición bastante coherente y creo que bien planteada, éramos tres artistas que trabajábamos a través de la crítica al ocularcentrismo desde tres modos de hacer muy distintos.
La comisaria era Grecia Martínez y acompañaron a Orán en aquella muestra Martín Reiche y José Sánchez. Su propuesta entonces fue fotográfica: presentó la serie La ceguera del paisaje, formadas por imágenes en las que venía trabajando desde 2013, atendiendo a lo heterogéneo de un mismo territorio, a lo que un único espacio puede tener de propio y de universal. Las obras estaban veladas por superficies blancas con texturas diferentes y se invitaba al público a manipularlas, haciéndolas suyas y planteándose cuál es el tamiz que lo aleja, quizá, de su paisaje (los árboles visuales que le impiden ver el bosque).
Hemos preguntado a Lidia, para terminar, en qué trabaja ahora. Hay sorpresas: Estoy trabajando con un nuevo material que me apasiona, el textil. De hecho, me he comprado una máquina de coser con muchísima ilusión. El mundo de la costura y todo lo que engloba, la paciencia, los tiempos, la delicadeza, va en estrecha relación con mis modos de hacer, por eso he encontrado en este lenguaje un futuro medio de creación. Estoy comenzando una nueva obra con la que trabajo con telas, blancas obviamente, y que tendrá como título “Carretera y manta”. De momento, desde que gané este último Premio Arte Lateral en mayo, no he presentado nada a convocatoria. Llevo unos meses en los que he querido parar, primero porque estoy en mi último año de tesis doctoral y eso conlleva muchas horas de escritura e investigación, y segundo porque lo he necesitado. La creación también lleva pausas. Por ejemplo, si no hubiera parado, este nuevo proyecto que tengo en mente con la costura no se me habría ocurrido. No he dejado de crear, continúo yendo a mi estudio prácticamente todos los días, pero sí me he tomado un tiempo sin diseñar dossieres y enviarlos. Tengo pensado volver a esa dinámica a partir de estas navidades, pero durante estos tres meses que quedan me apetece perderme entre los hilos blancos.
Conoced mejor a Lidia, aquí: www.lidiaoran.com