Cuando nos acercamos a la pintura de Dieric Bouts (c. 1410/15-1475) su figura nos despierta admiración pero también muchas incógnitas. ¿Quién fue este creador coetáneo de Jan van Eyck y de Rogier van der Weyden, que desarrolló su carrera profesional en la ciudad de Lovaina y que nos ha dejado obras tan sobresalientes como el tríptico de La Última Cena, pintado para la iglesia de San Pedro de Lovaina, el Descendimiento de la Cruz que se conserva en la Capilla Real de Granada, la Virgen con Niño de la National Gallery de Londres o las magníficas tablas del Juicio Final, hoy en el Palais des Beaux Arts de Lille?
De Bouts se dice que es el más conocido de los desconocidos pintores flamencos, pero una gran exposición en el Museo M Leuven se ha propuesto posicionarle en el lugar que le corresponde dentro de la Historia del arte. Por primera vez se pueden ver juntas cerca de veinte de sus obras en Lovaina, la ciudad en la que pasó gran parte de su vida, donde pintó sus mejores paneles y en la que alcanzó un rotundo éxito.
Esta muestra en el Museo M es parte de un proyecto más amplio dedicado a Dieric Bouts en el otoño de 2023, que pretende enmarcarlo en el contexto del Renacimiento temprano y el naciente Humanismo del siglo XV. Así, durante los próximos tres meses, toda la ciudad estará bajo el signo de “New Horizons”, un gran festival cultural polifacético, que tendrá a Bouts en el centro de la celebración y que incluye, entre otras actividades, conciertos, representaciones teatrales, citas gastronómicas y conferencias.
Coincidiendo con la celebración de la exposición “Dieric Bouts. Creador visual”, os proponemos acercaros al artista a través de algunos de los principales ítems de su trayectoria: su llegada a Lovaina, el carácter innovador de su trabajo, el uso de la perspectiva lineal, su “invención” del paisaje o algunos de sus principales encargos. ¿Nos acompañáis?
UN GRAN ENIGMA
Poco sabemos de los orígenes de Dieric Bouts (c. 1410/15-1475) o de sus inicios en la pintura. Existe muy poca documentación sobre su vida antes de su llegada a Lovaina, datada por primera vez en los registros de la ciudad, de manera oficial, en 1448. Había nacido probablemente en Haarlem (Países Bajos), pues hay algunos escritos que en 1462 sitúan a un artista llamado Dieric von Haarlem trabajando en ese momento en la ciudad flamenca. Agarrándonos a las certezas, tenemos que llegar a la mencionada fecha de 1448. Es entonces cuando nace su primer hijo, lo que hace pensar que llevara ya un tiempo asentado en la ciudad. Allí se había casado, unos años antes, con Katharina van der Bruggen, una joven de familia acomodada —el hecho de que la familia de ella permitiera este matrimonio también invita a pensar que Bouts gozaba ya entonces de cierto prestigio como artista—.
Sabemos que vivió en una casa acorde a ese estatus: de piedra, intramuros, muy próxima a la lonja (que pasaría muy pronto a ser un edificio de la Universidad) y a la plaza mayor; además de que contaba con un patio y un viñedo, algo que sin duda estaba reservado en aquel momento a personas de un poder económico alto. Allí también tenía su estudio, al que posiblemente acudían aprendices que le ayudaban con la preparación de las pinturas y las obras.
En lo personal, es conocido que tuvo cuatro hijos: dos hijas, que ingresaron en conventos, y dos hijos, Dieric y Albrecht, que siguieron los pasos artísticos de su padre. Bouts enviudó en 1473 y ese mismo año se volvió a casar, algo que no era demasiado común en la época. De nuevo se trataba de una mujer de clase alta, Elisabeth van Voshem. Dieric Bouts falleció en Lovaina en 1475, quiso enterrarse junto a su primera esposa, pero no quedan restos de lo que pudiera haber sido su tumba.
Gozó de un enorme reconocimiento en su época y dejó escrito en su testamento que las pinturas acabadas fueran para su mujer, pasando las inacabadas a sus hijos, que recibirían también el material de pintura. Distinta suerte tuvieron sus hijas, a las que parece ser que dejó una cama y varias almohadas, como figura en la documentación conservada en el Ayuntamiento de Lovaina.
LOVAINA, UNA CIUDAD DE INTELECTUALES
Es imprescindible, para acercarnos a su figura, conocer el contexto en el que Bouts llevó a cabo su obra: el de una ciudad que renacía tras haber sido asolada por una epidemia de peste y por sucesivos conflictos bélicos. Su recuperación económica estaba en marcha gracias a la fabricación de telas de lujo y brocados (veremos algunas de ellas reflejadas en las pinturas de Bouts) y a la incipiente industria cervecera. Este próspero florecimiento coincide con la puesta en marcha de la construcción de su nuevo ayuntamiento, de la iglesia colegial de San Pedro y con el crecimiento de su Universidad, que había sido fundada en 1425 y que, a finales del s. XV, era ya una de las más concurridas del continente europeo. Son determinantes en este momento la huella intelectual que dejaron en la ciudad la influyente y cercana Park Abbey, y su biblioteca, con la presencia de figuras como la del abad Van Thulden; y el el primer humanismo, cuyas ideas se comenzaban a difundir, o las innovaciones del Renacimiento italiano, que cuajaron en la Lovaina del siglo XV, que pronto se convirtió en un importante centro cultural de los Países Bajos.
Resulta fundamental aquí dedicar unas líneas al movimiento de la Devotio Moderna, una corriente que proponía modernizar la religión cristiana, propugnando una espiritualidad al alcance de todos, más humilde, sincera y moderna que aquello que dictaba la Iglesia, en línea con las enseñanzas del Evangelio y siguiendo el modelo establecido por las condiciones (supuestamente) idealizadas en los primeros días del cristianismo. Este renacer espiritual tuvo su efecto en lo que hoy podríamos llamar el consumo de cultura, al propiciar la venta de pequeñas pinturas devocionales que todos podían tener en sus casas y de libros. Entre estos últimos, el más famoso fue el Imitatio Christi, atribuido a Tomás de Kempis (1380-1471), del que existen numerosas ediciones manuscritas e impresas, alguna de ellas presente en la exposición de Lovaina.
OFICIOS, ARTESANOS Y ARTISTAS
Ya hemos señalado lo poco que conocemos acerca de las primeras décadas de formación de Bouts, nada sobre sus años de estudio, sus primeros trabajos como aprendiz o cuándo logró establecerse como maestro de pleno derecho. En el siglo XV en Lovaina no existía la condición de artista tal y como la conocemos hoy y el gremio de artesanos estaba integrado por pintores, orfebres y vidrieros.
Sin duda, la construcción de la Universidad atrajo a Lovaina a muchos artesanos con los que Bouts pudo establecer una relación de amistad; con algunos también de rivalidad profesional. Las fechas conservadas sobre sus trabajos en Lovaina o las vinculadas a nacimientos y defunciones de sus hijos, permiten aventurar que este autor nació entre 1415 y 1520, de lo que se podría concluir que habría sido aprendiz en la década de 1430, trabajando como oficial a principios de la siguiente y estableciéndose ya como pintor por su cuenta en Lovaina alrededor de 1445-50. Dada la perfección artística y el dominio de la técnica que podemos ver en las obras conservadas todo hace pensar que podría haber estado asociado a un taller de prestigio como el de Rogier van der Weyden, que ocupaba entonces el cargo de “pintor de la ciudad de Bruselas”. En este sentido, los estudiosos mencionan numerosas similitudes entre obras de ambos artistas, aunque no hay ninguna prueba concluyente sobre la formación del de Haarlem.
EL AYUNTAMIENTO
Icónico emblema de la ciudad, el Ayuntamiento de Lovaina se levanta en la Grote Markt, o plaza mayor, frente a la monumental Iglesia de San Pedro, que como veremos más adelante también está íntimamente vinculada a la figura de Bouts. El consistorio comenzó su reconstrucción en 1448, tras una primera fase sobre un antiguo edificio municipal, siguiendo el diseño en estilo gótico brabantino tardío del arquitecto Matheus de Layens. Son característicos los tres pisos de su fachada en los que se distribuyen multitud de figuras: representantes de la ciudad, santos, figuras simbólicas y retratos de los diferentes condes de Lovaina y duques de Brabante.
Del Ayuntamiento de Lovaina recibiría Bouts, que por entonces contaba ya con un estudio de prestigio y gozaba de fama en la ciudad, dos importantes encargos. En 1468 se le solicita la creación de una serie de pinturas ejemplarizantes que sirvieran como modelo de justicia a los concejales y magistrados, así como para exhortarlos a la imparcialidad.
Este ciclo tenía en origen cuatro paneles monumentales con la historia del emperador Oton III, del que Bouts solo tendría tiempo de concluir uno y comenzar el segundo antes de su muerte. Se trataba de un díptico de más de 3 metros de alto por casi 2 de ancho, cuyo original se encuentra hoy en los Museos Reales de Bellas Artes de Bruselas, en Bélgica. Narra un episodio tomado de la Leyenda dorada, de Santiago de la Vorágine, que hunde sus raíces en el relato bíblico de del casto José y la mujer de Putifar. La emperatriz, que había intentado seducir a un conde, al verse rechazada lo acusa de adulterio y lo hace decapitar. La condesa, segura de la fidelidad de su esposo, se somete ante el emperador a la justicia de Dios, sujetando un tronco ardiente sin quemarse, logrando demostrar así la inocencia de su difunto marido. Es entonces cuando el emperador Otón III castiga a su esposa, que será quemada en la hoguera.
El otro encargo realizado a Bouts fue el espectacular tríptico dedicado al Juicio Final, del que se conservan en el Museo de Bellas Artes de Lille los paneles correspondientes al Paraíso y al Infierno (1469-70), prestados ahora para la exposición en Lovaina. Dos temas, dos paletas de color, la placidez frente a la monstruosidad; si un primer vistazo al Paraíso nos hace pensar en referencias a Jan van Eyck, la fantasía manifestada en la parte de los condenados, apiñados entre criaturas demoníacas, que van hundiéndose en las profundidades de la tierra, son un precedente del derroche imaginativo que veremos años más tarde en El Bosco. Más allá de otras referencias que los especialistas también han encontrado a obras de van der Weyden o Memling, y dando por supuesto que el de Lovaina se inspiró en modelos de representaciones flamencas del Juicio Final que podría haber visto, lo cierto es que introduce ya algunos aspectos más próximos a los textos visionarios recogidos en Les Visions du chevalier Tondal (1475), manuscrito iluminado de Simon Marmion y David Aubert, ahora en el Museo Getty.
Coincidiendo con la celebración en Lovaina de la exposición “Dieric Bouts. Creador de imágenes” y del Festival New Horizons, el Ayuntamiento exhibe una serie de documentos relativos a la presencia del pintor en la ciudad y a los trabajos realizados. Figura, por ejemplo, información que atestigua que las paredes del Ayuntamiento se pintaron en el invierno de 1469-1470 y que se erigió un pedestal de piedra sobre el que se habría de montar el tríptico del Juicio Final, así como que el carpintero Reyner Colx viajó a Amberes en 1468 con el propósito de adquirir 45 tablas de madera de primera calidad para los paneles de la Justicia de Bouts. Hay cartas de pago a otros colaboradores que formaron parte de la construcción del retablo; al teólogo encargado de elegir los temas que debían aparecer en la pintura; o en las que se acuerda la cantidad de dinero que se le debería abonar a la familia, una vez fallecido el pintor sin haber podido terminar el encargo.
LOS ICONOS
Además de los encargos de temáticas concretas, como los mencionados para el Ayuntamiento, o el que realizará para la Hermandad del Santísimo Sacramento de Lovaina, las imágenes que Bouts (y su taller) más repitió fueron los retratos de Cristo y de María. Ya se ha señalado cómo el éxito experimentado por la Devotio Moderna propició el desarrollo de imágenes de pequeño tamaño para tener en las casas, especialmente en aquellas de ciudadanos pertenecientes a la burguesía. Además de representar la divinidad, estaban consideradas pinturas divinas en sí mismas, pues tenían su origen en la mismísima representación de Cristo que había quedado impresa en el manto de la Verónica (de ahí su nombre: vera icon / verdadera imagen). Así fue como esta “pintura” divina, no realizada por manos humanas, se convertiría en la representación universal de la figura de Cristo.
Lo mismo sucedería con la imagen de María. Los Evangelios cuentan cómo la Virgen había sido retratada junto al Niño por San Lucas, el evangelista pintor. A partir de la famosa Madonna de Cambrai, que en el siglo XV se consideraba el retrato original de la Virgen, fueron sucediéndose las innumerables copias del retrato de María, con sus variantes. Bouts no fue ajeno a estas representaciones y así lo recoge también la exposición en Lovaina, que cuenta con numerosas representaciones, desde la hermosa pintura en la que refleja ese momento del evangelista dibujando a la Virgen hasta numerosas Virgenes con Niño, en las que de nuevo podemos apreciar similitudes con la obra de van Eyck y van der Weyden y, también en este caso con Petrus Christus. De todos ellos (o de sus talleres) hay ejemplos en la muestra.
DIERIC BOUTS, UN TALENTO INNOVADOR
Volviendo a la idea de que en el siglo XV en Lovaina a los artistas no se los consideraba como tales, al menos no con la idea que tenemos hoy en día, y, más allá de lo que Bouts hizo como pintor, el comisario de la exposición “Dieric Bouts. Creador de imágenes”, Peter Carpreau, nos invita precisamente a dejar de pensar en él solo como un artista y verlo como un creador de imágenes, involucrado profesionalmente en la producción visual. En su momento, llevó a cabo imágenes que cumplían con una función específica dentro de su contexto. Sus retablos o imágenes devocionales respondían a una cierta necesidad social y a un encargo. En ese sentido, se podrían comparar con las imágenes de alguien que trabaja hoy en día en alguna de las industrias creativas aplicadas, como un diseñador gráfico, un ilustrador comercial, un fotógrafo, un cineasta o un desarrollador de videojuegos. Esta es la novedosa (y un tanto arriesgada) apuesta que hace el M Museum Leuven al presentarnos el trabajo de Bouts en una exposición concebida desde un punto de vista transhistórico.
Y si esto puede hacerse es gracias al carácter innovador y, a veces, futurista de la obra de Bouts. Así se trata de explicar, por ejemplo, la conexión que la exposición hace entre la obra del flamenco y la del también genial George Lucas. Sí, sabemos que es difícil de asimilar a priori, pero frente a frente, en la sala de la exposición, no resulta tan descabellado ver cómo los paisajes inventados de Bouts conectan con la fantasía planetaria de Star Wars (en la exposición se exhiben algunos storyboards de la famosa saga, préstamos del futuro Museo George Lucas de Arte Narrativo de Los Ángeles, que abrirá sus puertas en 2025). En ambos casos los artistas —dibujantes— han tenido que construir en su imaginación escenarios que no existían en sus entornos más próximos y que nos hacen pensar en el proceso artístico exigido por cada creador visual para poder completar sus escenas.
UN NUEVO ESCENARIO Y UN PAISAJE MUY LEJANO
Siguiendo con esta idea, ante un cuadro como La predicación de San Juan Bautista, hoy en el Staatliche Museen de Berlín, comprendemos la manera en la que Bouts introdujo novedades en el arte del paisaje, perfeccionando las técnicas visuales para generar una profundidad creíble. Cada detalle colocado sobre el fondo nos está dando una pista de hacia dónde quiere el autor que miremos. Todo ello con el objetivo de desplazarnos hacia el fondo de la pintura. Las pequeñas piedras en primer término, los colores de los trajes estratégicamente colocados a ambos lados del río, la forma en la que este fluye hacia el fondo, los árboles que marcan la verticalidad, las distintas formaciones rocosas a cada lado del río (esas que se inventa porque en Flandes no existen, pero que él sabe que tiene que introducir en su escena), el paisaje en tonos azules del fondo, en el que está aplicando la perspectiva atmosférica… Todos esos elementos no son simples detalles decorativos que ilustran la escena, están creando una nueva imagen del paisaje realista que a partir del siglo XV comienza a entrar en el arte. Aquí vemos sintetizados muchos de los elementos que Bouts generalizaría en su obra, como la construcción capa a capa, tomando como referencia sus conocimientos de la pintura italiana y de la perspectiva, e introduciendo su particular visión, que en su época resultaba muy llamativa y novedosa.
Es momento de fijarse de nuevo en esa tensión entre el realismo que Bouts buscaba en sus paisajes y la fantasía que introduce al construir algo que no es de su mundo. Algo muy próximo a lo que sucede en la ciencia ficción y que permite emparejarlo en la exposición, como decíamos antes, con los guiones gráficos originales de las películas de George Lucas.
BENDITA BANALIDAD
Dieric Bouts fue un gran narrador de historias y en sus escenas podemos encontrar elementos que el artista colocó quizás intencionadamente, con una finalidad iconográfica, y, en ocasiones, otros que fueron puestos allí por el simple placer de incluirlos. Estos podrían ser desde un personaje ajeno a la historia, hasta un elemento decorativo o un objeto de uso cotidiano abandonado en algún rincón del cuadro; objetos mundanos elegidos por el artista para manifestar un fiel reflejo de la realidad. Por poner un ejemplo, escenas como la de la Crucifixión de Cristo podrían ser para Bouts más que solo la crucifixión, podían ser un grupo de espectadores, un grupo de animales que pasta al fondo de la escena o cualquier otra cosa que pasara allí. En este sentido, y dentro del concepto de transhistoricidad que plantea “Dieric Bouts. Creador del imágenes”, la exposición establece un interesante paralelismo con la película Il Evangelo Secondo Matteo, de Pier Paolo Pasolini, en la que el cineasta trabajó con actores aficionados y con los propios lugareños de los pueblos que sirvieron de escenario a la historia, en la que trató de capturar, precisamente, esa banalidad de la vida cotidiana.
MÁS ESCENARIOS. GRANADA
En España tenemos la suerte de contar con una de las obra maestras del artista: el Tríptico del Descendimiento de la Cruz (c. 1450-1458), conservado en la Capilla Real Granada desde 1505. Esta es la primera vez que la obra abandona su emplazamiento original y lo hace para reunirse con el magnífico conjunto que conforma la exposición de Bouts en Lovaina. Un préstamo histórico, por tanto, que tendrá como contrapartida su restauración en el prestigioso Instituto Real para el Patrimonio Cultural de Bruselas (KIK-IRPA), que será financiada por Bélgica y se realizará tras la exposición, por lo que no es previsible que el tríptico regrese a Granada antes de 2026.
Pintado al óleo sobre madera de roble, en su panel central se representa el Descenso de la Cruz, a la izquierda la Crucifixión y a la derecha la escena de la Resurrección. No hay certeza del momento en el que llegó a formar parte de la colección de los Reyes Católicos, pero sí hay datos sobre las azarosas transformaciones que sufrió a lo largo de los siglos, hasta que en 1945 sus partes volvieron a ser colocadas en el retablo rígido de estilo plateresco, hecho en 1523 por Jacopo Florentino, discípulo y amigo de Miguel Ángel (1475-1564), donde todavía se encuentran hoy en día.
El tríptico representa los tres episodios de la Pasión en un paisaje continuo, prestando especial atención a la construcción del espacio, como es habitual en otras obras de Bouts. La profundidad es transmitida por una sucesión de colinas en sutiles modulaciones de tonos verdes y marrones que se fusionan en un horizonte azulado, y los motivos de espolones rocosos y árboles con troncos cónicos son específicos del estilo del flamenco.
Un examen dendrocronológico del tríptico, realizado en 1992 por J. Vynckier, permite afirmar que la pintura se realizó de 1448, lo que vendría a desvelar que se trata de una obra realizada al comienzo de la carrera de Bouts en Lovaina; teoría que permitiría afirmar, a su vez, la influencia en esos primeros años de las obras del maestro Rogier van der Weyden (1399-1464). No en vano, vemos en esta pintura grandes similitudes con el archiconocido Retablo de Miraflores o el Descenso de la Cruz en el Prado: el portal de piedra con sus arcos, detrás del cual tiene lugar la escena central del tríptico de Granada, así como con las figuras de San Juan, la Virgen y la mujer retorciendo sus manos de dolor.
Una copia de esta obra, de tamaño mucho más reducido y custodiada en el Museo del Patriarca de Valencia, también forma parte de la muestra de Lovaina. Hasta la fecha, ha sido atribuida, por Périer-D’leteren y Born, a un artista hispano-flamenco, aunque el director de la exposición no descarta que en próximas investigaciones se pueda producir alguna interesante sorpresa.
SU GRAN ENCARGO
Pintada para la iglesia de San Pedro en Lovaina, emplazamiento al que volverá tras su actual exhibición en el M Museum Leuven, este gran tríptico dedicado a la Última Cena está considerada la obra maestra de Bouts y en ella residen todos y cada uno de los elementos singulares de su arte.
Fue en marzo de 1464 cuando la Hermandad del Santísimo Sacramento de Lovaina encargó a Dieric Bouts que pintara un retablo con escenas relacionadas con el Santísimo Sacramento. Se sabe que recibió por él la suma de 200 florines y en ese mismo contrato quedó documentado que durante el tiempo que trabajara en él (que finalmente fueron casi cuatro años) debía hacerlo en exclusividad, así como que sería asesorado por los teólogos de la Universidad de Lovaina Johannes Varenacker (ca. 1412-75) y Egidius Bailluwel (ca. 1420-85).
El panel central lo ocupa La Última Cena y, en los paneles laterales, se recogen historias del Antiguo Testamento relacionadas con el pan y el sacrificio, prefiguraciones ya de la Eucaristía. Vemos a la izquierda el Encuentro de Abraham y Melquisedek (arriba) y la Fiesta de la Pascua (en la parte inferior); a la derecha: Reunión del maná (arriba) y El profeta Elías en el desierto (parte inferior). Frente a otras representaciones clásicas de la Última Cena, a menudo centradas en la comunión de los Apóstoles o en la dramática traición de Judas a Cristo en la víspera de su crucifixión, Bouts llama la atención sobre el rito de consagración. Esta era una imagen completamente nueva para la época, así como sus dimensiones, más grandes de lo habitual.
Técnicamente, una de las principales aportaciones de esta pintura es el empleo de la perspectiva lineal, situando el punto de fuga en la mano de bendición de Cristo, haciendo de esta pintura una de las primeras aplicaciones rigurosas de esta técnica en la historia de la pintura del norte de Europa. Otro de sus elementos característicos es que la escena tiene lugar en un interior flamenco contemporáneo con un suelo de baldosas pintadas, un techo de madera y una chimenea de piedra blanca situada en el centro. Este uso de detalles anecdóticos de la vida cotidiana en representaciones de un concepto litúrgico sagrado, así como la introducción de utensilios contemporáneos en un entorno y en un espacio reconocible, nos lleva de nuevo a pensar en el movimiento de la Devotio Moderna y a su idea de una espiritualidad pensada para ser vivida en los espacios íntimos. El paisaje que se adivina a través de las ventanas de arco apuntado en el lado izquierdo de la habitación es el de la plaza de Lovaina, con el Ayuntamiento en construcción. A la derecha, la sala se extiende hacia un estrecho pasillo, separado de la propia habitación por dos arcos góticos que descansan sobre una columna central de mármol rojo. Este recurso de ampliar visualmente las estancias lo vemos también en otras pinturas de la época, incluso en la anteriormente mencionada de San Lucas dibujando a la Virgen y al Niño. En las tablas laterales el paisaje cobra protagonismo. Bouts juega con la luz y la sombra para crear una atmósfera que, en las escenas del Encuentro de Abraham y Melquisedek o la Reunión del Maná, nos sitúa en un momento justo antes del amanecer.
“Dieric Bouts. Creador visual”
M LEUVEN
Vanderkelenstraat 28, Lovaina
Hasta el 14 de enero de 2024
“New Horizons | Dieric Bouts Festival”
Varios lugares en la ciudad de Lovaina
Hasta el 14 de enero de 2024
Para más información:
https://www.visitleuven.be/es
https://www.visitflanders.com/es/historias/lovaina-tras-los-pasos-de-dieric-bouts