Hola, buenos días
No sé cómo deciros esto sin faltaros al respeto, pero he decidido no dejarlo pasar más. Para irme preparando, esta mañana he tirado mis diccionarios, he borrado Google Translate del teléfono, doné a la biblioteca mi colección de Oxford University Press y también he llevado al contenedor de ropa usada todos esos jerséis negros de cuello alto que me daban ese aire de listo. Las gafas de palo que no necesito han ido a la alcantarilla.
Lo que quería contaros, sobre todo, es que no os entiendo, y os aviso de que no soy el único, así que el problema no debe ser del todo mío. Que cuando tengo que traduciros, a vosotros y a vuestros amigos, sudores fríos me resbalan del cuello a la cintura porque el calor se me sube a las orejas y hay una ceja que se me mueve sola. Lo habéis notado, no finjáis.
Sé que habéis comentado entre vosotros que a lo mejor aún no controlo los idiomas, y que quizá tuvierais que contratar a alguien más experimentado. Pues sí, por favor. Os daré yo mismo el teléfono, porque me rindo. Hasta ahora no me había atrevido, pero hoy es el día de mi Brexit. Y como quemo las naves, voy a ser sincero: al menos la mitad de las veces llevar al inglés lo que decís es un trabajo ímprobo, solo apto para Hércules o para mártires.
Fijaos, fijaos en las caras de la gente; a mí me dan miedo, pero porque nunca mienten: no se han enterado de nada. Y yo soy uno más y tampoco me entero. Traduzco rápida y fielmente lo que por vuestras bocas sale, pero amigos míos, lo que sale es oxígeno, nitrógeno y argón (sin forma definida ni color).
Antes de pensaros en inglés, tengo que pensaros en un castellano que comprenda, y no puedo. Soy capaz de traduciros, pero no de interpretaros, y mientras lo intento me comen los nervios, y a veces la rabia también.
Se os diría políticos en campaña: todas las palabras que decís existen en el diccionario, pero tal y como las juntáis no significan nada. Si habláis rápido, el que escucha sin atención no se da mucha cuenta, pero a mí no me queda más remedio que captar vuestro truco. Lo que contáis suena bien, parece interesante, sesudo, brillante…pero ay, queridos.
Grabaos frase por frase (lo confieso, yo lo he hecho), detened la grabación en cada pausa y escuchaos: qué decís. Os he diseccionado en casa, y puedo llevaros al inglés, al francés o el alemán, pero tanto me daba escuchar a John Cage. 4´33´´.
Un artista emergente no puede haberse consolidado, y a ver si dejamos las emergencias para los bomberos. Y un preemergente, ¿qué es, un feto? ¿A qué os referís cuándo decís que una exposición está formada por obras autónomas que abordan temáticas muy variadas dando lugar a un conjunto unitario? ¿Y si explicáis que una obra destaca por su carácter contundente y sutil? ¿Puede una muestra estar pensada como aparato destinado al fin del significado? ¿Del significado de qué, o es del significado en general? ¿Y si la exposición no significa, qué queréis que yo traduzca, y qué hacemos aquí, vosotros y yo?
Cuando por fin dejo en la mesa el micrófono y la prensa se va, bebo agua como si llevara media vida en el desierto y se me destensan tanto los músculos que se me escurren los calcetines. Acabo tan agotado que a veces no me quedo a ver la exposición para despejar dudas. Pero a veces sí, y me suelen sorprender para bien.
Y entonces me acuerdo de que en mi colegio, cuando alguien decía que sabía algo pero no podía explicarlo, le decían que si no sabía explicarlo es que no lo sabía. Aquello de que los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Y puede que sea verdad o puede que no, pero yo ya renuncio a hablar sin saber lo que digo.
El primer aviso me lo dio mi portera, cuando me dijo que le habían encantado las fotos de Vivian Maier porque ella veía escenas así cada día desde la ventana y le daban sensación de mucha normalidad. Normalidad, divino tesoro.
Y yo le contesté que sí, pero que a mí lo que más me interesaba de ellas es que planteaban discursos sociopolíticos complejos sobre la sociedad estadounidense en el s XX, desde el enfoque desprejuiciado de quien trabaja partiendo del deseo de mirar y no de la ambición profesional, y con el interés añadido de que la fotógrafa deja traslucir el tipo de vínculo potente pero efímero que entabla con sus modelos. Le explique además que en algunas de las imágenes, Maier propone soluciones interesantes a la fórmula de autorretrato narcisista hoy tan extendida, de modo que contemplarlas es más una experiencia cognitiva que puramente visual. Y que la aparente espontaneidad que vemos en su obra es solo un recurso intencionado para enseñarnos los mecanismos de la construcción de su discurso, que en su caso resulta más poderoso que las fotografías, la obra, en sí.
Debí decirle todo esto con ese tono de voz que me he gastado unos cuantos años y que vosotros conocéis tan bien, ese timbre de qué feliz estoy de conocerme y no sé cómo no lo estás tú más por haber tenido la bendita suerte de cruzarte conmigo.
Y mi portera (Luisa, que lee a Conrad en los ratos libres) me preguntó si mi madre tuvo algún problema durante el parto y me ofreció un par de sesiones de psicoterapia con su hija, que está en prácticas. Y en ello estoy; con esta carta os digo adiós. No fue un placer y no os he entendido.