El rebobinador

Frank Lloyd Wright, una evolución orgánica

Cuando, en 1893, la Exposición Colombina de Chicago puso de moda en Estados Unidos el clasicismo monumental, a Frank Lloyd Wright, que entonces no había alcanzado los treinta años, lo que más le interesó no fue aquello sino las líneas sencillas del Pabellón de Japón, y esa influencia lo acompañaría seguramente siempre.

Nacido en 1867 en Richland Center, en una familia de pastores unitaristas, su juventud había transcurrido en buena medida cerca de la naturaleza, otra referencia fundamental en su trabajo, y aunque se formó durante un par de años en Ingeniería en Wisconsin, pronto abandonó sus estudios para hacer carrera en Chicago, primero junto a Joseph Lyman Silsbee y después junto a Louis Sullivan, una de las grandes figuras de la escuela de arquitectura de la ciudad.

Su carrera recibió un impulso decisivo cuando, en 1901, publicó en la revista Ladies´s Home Journal dos proyectos ideales de residencia, a los que llamó Un hogar en una ciudad de la pradera y Una casa pequeña con mucho espacio dentro; establecía en ellos los principios de una arquitectura habitacional suburbana que implicaba novedades en lo funcional, lo técnico y lo formal. Al repasarlas, tenemos que comenzar hablando de su comodidad y sentido práctico, exigidos ya por la burguesía industrial de Chicago; la mayor innovación técnica consistía en la integración de la calefacción, fontanería, ventilación e iluminación, etc. en los elementos constructivos, y las principales renovaciones formales, en las plantas abiertas y extendidas (a lo largo de una parcela o de dos ejes paralelos o perpendiculares), en las volumetrías sofisticadas (mediante cubiertas de poca inclinación y aleros en voladizo), el predominio de la línea horizontal y los espacios interiores interconectados, con distintas alturas, y organizados en torno a un núcleo central de chimeneas y escaleras.

El primer edificio donde plasmó estos nuevos principios fue la Casa Willits (1902-1903), pero los enriqueció hasta dar lugar, prácticamente, a palacios en las casas Martin (1902-1904), Coonley (1906-1908) y Robie (1908-1910), esta última convertida en paradigma de la transformación provocada por Wright en la arquitectura residencial del Medio Oeste. La diseñó por encargo de Frederick Robie, un ingeniero que poseía una pujante empresa de bicicletas y que esperaba de su vivienda que estuviese protegida de incendios, que funcionara como una buena máquina y en la que las habitaciones no fueran cajas.

Frank Lloyd Wright. Casa Robie, 1908-1910
Frank Lloyd Wright. Casa Robie, 1908-1910

Las ideas que Wright había plasmado en el Ladies´s Home Journal alcanzaron aquí su mayor desarrollo: dominan las horizontales, cuenta esta construcción con aleros extensos en voladizo y un núcleo vertical de chimeneas y escaleras, que era el que ancalaba el edificio al terreno. Se despliega la casa Robie en tres plantas sin sótano: en la baja se encuentran el vestíbulo, una sala de juegos, otra de billar y los locales de instalaciones; la principal alberga salón, comedor, cocina y cuartos de servicio, y la superior, los dormitorios; todo ello en una disposición compacta a modo de torre-belvedere. Al exterior, la vivienda parece un volumen articulado y complejo, de superficies abstractas de ladrillo enmarcadas por piezas de hormigón, secuencias de ventanas de suelo a techo y cubiertas amplias de poca pendiente. Wright se encargó, igualmente, del diseño del mobiliario interior, con sillas de respaldos altos, mesas sólidas y geométricas, en línea con lo que en Europa realizaban Mackintosh y Hoffmann. Hoy este edificio es Monumento Nacional y pertenece a la Universidad de Chicago.

Otros edificios suyos del momento también revelaban esta concepción espacial; el más importante fue la sede de la compañía Larkin en Buffalo (1902-1906), que se demolió en 1950, circunstancia que contribuyó a convertirlo en mito. Su exterior, de aspecto macizo, albergaba un interior fresco, formado por un gran atrio central que se iluminaba cenitalmente y al que se abrían cuatro pisos de balconadas. A escala menor, ese esquema lo mantuvo en el Unity Temple de Oak Park (1905-1908), primer edificio en el que investigó con el hormigón sin revestir y en el que separó la estructura portante y las paredes de cerramiento, distinción fundamental en adelante.

Frank Lloyd Wright. Unity Temple, 1906-1908
Frank Lloyd Wright. Unity Temple, 1906-1908

Finalizados estos proyectos, en 1909 Wright abandonó a su familia para escaparse (con la mujer de un cliente) a Europa, y publicó textos relevantes en Alemania, pero decidió regresar a su país. En lo que restaba de la década de los diez, sin embargo, no recibió demasiados encargos, en parte por su vida personal tumultuosa; entre ellos se encontró el Hotel Imperial de Tokio, que adquirió celebridad tras resistir el terremoto de 1923.

Aunque los veinte fueron años de prosperidad en Estados Unidos, en contraste con la afirmación de la vanguardia en Europa su arquitectura aún se movía en los parámetros del clasicismo consagrado en aquella Exposición Colombina de 1893. Tras una década recluido con sus discípulos diseñando un tipo de casa prefabricada que llamó “usoniana”, paulatinamente, Wright encontraría cierta estabilidad vital y, a mediados de los treinta, su trayectoria tomó de nuevo velocidad de crucero: en 1934, con 67 años, recibió un encargo que se convertiría en una de sus obras maestras, la Casa de la Cascada de Bear Run, situada sobre un salto de agua en el que su propietario tenía la costumbre de descansar.

La vivienda parece surgir directamente de las rocas en torno al arroyo y sus terrazas recuerdan a esos bloques pétreos, con colores y texturas que reproducen los de la piedra y el follaje: el conjunto gira, en realidad, en torno a un núcleo firme de piedra que alberga las chimeneas y las escaleras en el área posterior del terreno; de ese elemento surgen dos bandejas horizontales superpuestas y perpendiculares entre sí, con terrazas delimitadas por parapetos bajos.

Frank Lloyd Wright. Casa de la cascada, 1939
Frank Lloyd Wright. Casa de la cascada, 1939

Otra obra fundamental de este periodo es la sede de la compañía Johnson Wax en Racine, para la que construyó un edificio administrativo (1936-1939) y después una torre de laboratorios (1944-1950). El primero destaca por su interior, un gran rectángulo de esquinas redondeadas ordenado a través de una retícula de columnas fungiformes que acaban en una pieza circular; por los huecos vidriados entre esas piezas, el conjunto remite casi a un estanque de nenúfares. Los muros perimetrales de ladrillo únicamente son de cerramiento, lo que se manifiesta mediante una banda continua de vidrio que, al nivel de la cornisa, rodea el edificio.

Frank Lloyd Wright. Sede de la Johnson Wax, 1936-1939
Frank Lloyd Wright. Sede de la Johnson Wax, 1936-1939

Estos proyectos vinieron a consolidar el concepto de “arquitectura orgánica” que Wright formuló ya en 1908, y que continuaría desarrollando en la posguerra. Alcanzado el éxito, construyó una sede nueva para su hermandad, Taliesin West, e inició su etapa última, mostrando entonces los rasgos más originales, individuales, de su obra; hablamos de diseños de formas extravagantes, entre los que destacan la Torre Johnson de Wisconsin (aquella torre de laboratorios) y el Guggenheim de Nueva York.

Respecto a la primera, tiene una estructura arbórea, con cimentación en forma de raíz primaria y un fuste a modo de tronco del que salen plataformas horizontales en voladizo, como si se tratara de ramas. En sus catorce pisos se alterna la planta cuadrada y la circular, funcionando estas últimas como altillos de las primeras. El volumen exterior, de esquinas redondeadas, está revestido con ladrillo rojo y tubos de vidrio.

En este tiempo aplicó Wright muy a menudo las curvas a sus formas arquitectónicas, insistiendo en ese carácter orgánico que buscaba dar a sus construcciones, cuya apoteosis llegó con el mencionado Guggenheim, empresa que le ocupó de 1944 a 1959. La masa curva contundente de su volumen principal parece girar y crecer en anchura según se eleva, y ese carácter macizo y la luminosidad del color crema contrastan, y mucho, con las líneas austeras del entorno de este centro, en Manhattan. En el interior, contiene un gran vacío central rematado con amplio lucernario circular y delimitado con una rampa helicoidal en la que alternan vanos oscuros y parapetos claros. Los visitantes pueden subir en ascensor hasta la última planta para descender después por la rampa, quizá observando el vacío a sus pies, además de las obras de arte en la parte externa.

Toda la estructura es de hormigón armado con forjados en voladizo, y está tan relacionada con la forma que casi no se distinguen. Fue su último trabajo.

Frank Lloyd Wright. Solomon R. Guggenheim Museum, 1956-1959
Frank Lloyd Wright. Solomon R. Guggenheim Museum, 1956-1959

 

BIBLIOGRAFÍA

Historia del Arte. El mundo contemporáneo. Akal, 2010

Bruce Brooks, Peter Goessel. Frank Lloyd Wright. Taschen.

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