El rebobinador

Fantasía sobre Fausto: los sonidos de Fortuny

Una de las pinturas contemporáneas que de forma más clara (y evocadora) homenajean tanto a la música como a quienes la ejecutan desde el virtuosismo es Fantasía sobre Fausto (1866) de Mariano Fortuny, obra que es fruto de la interpretación que Juan Bautista Pujol realizó de su Gran fantasía para piano, basada en motivos de la ópera Fausto de Gounod, en el estudio del pintor Francisco Sans Cabot. Esa pieza musical se corresponde con la Opus 20 del catálogo del compositor, que antes había incorporado al mismo otras fantasías a partir de algunas óperas de Verdi, como El trovador y Vísperas sicilianas.

El gusto de Pujol por esa ópera de Gounod, que se estrenó con gran éxito en París en 1859 y más tarde en Madrid y Barcelona, llevó al músico, pianista prestigioso ya entonces, a interpretar primero la composición del francés Meditación sobre Fausto, trío para piano, violín y órgano, y después a componer su Gran fantasía, que tocó por vez primera en Madrid en 1866 y en París, con gran recibimiento, un año más tarde. Al final de su carrera como concertista, los críticos aún alababan su precisión, vigor y sentido del ritmo, y más: su elegancia, brillantez y la capacidad sugestiva de su música.

Regresando a Mariano Fortuny, el artista pudo haber conocido a Gounod (su amiga, la escultora Adèle d´ Affry, lo retrató en 1869) y durante su estancia en Madrid trató con frecuencia a Pujol, que era amigo cercano de Sans Cabot y asiduo de las veladas musicales de los Madrazo. El pintor amaba la música y debió quedar impresionado por la interpretación, como sus compañeros en esta audición, que aparecen representados en su pintura: Agapito Francés y Lorenzo Casanova. Ellos también, por cierto, pintaron bocetos inspirados en esa velada que tuvo lugar el 20 de junio de 1866, el mismo día de la llegada a la capital de Fortuny y un mes antes de la partida a Barcelona de Sans Cabot.

Fortuny llevó a cabo in situ estudios del piano y del compositor, que aparecía en la misma actitud que en el óleo y ante su instrumento, un piano de cola en madera de color caoba que contaba con pedalero de lira, patas acanaladas y ruedas. Sanpere y Miquel, amigo de Pujol, señaló que la interpretación se desarrolló en la vivienda del músico, pero Ricardo de Madrazo indicó en sus memorias que el cuadro había sido pintado en el estudio de Sans Cabot, en el que Fortuny expuso sus obras al llegar a Madrid y donde también tenían lugar veladas musicales. El mismo Sans Cabot publicaría tiempo después un artículo en el que elogiaba cómo Fortuny había reproducido con “maravillosa exactitud” hasta los mínimos detalles de su estudio. Textualmente, dijo: Hay tal verdad en todo que parece estarse viendo el natural, disminuido por un espejo cóncavo.

Mariano Fortuny. Fantasía sobre Fausto, 1866. Museo Nacional del Prado
Mariano Fortuny. Fantasía sobre Fausto, 1866. Museo Nacional del Prado

Viajando más en el tiempo, sabemos que Fortuny se había sentido atraído por Fausto antes. En su etapa romana había pintado Margarita ante el espejo: aquí la imaginación le llevó a trazar el cuarteto del acto III, escena VIII de la ópera, que se desarrolla en el jardín de la casa de Margarita.

La suavidad del color de los vestidos de ella y de Fausto, y también la del fondo iluminado, contrastan con los tonos oscuros de Marta y Mefistófeles, cuyas figuras las plasmó con ejecución desenvuelta, como si el mismo pincel dibujase los vuelos del vestido de Marta y de la capa de Mefistófeles. Él, por su gestualidad teatral, domina la escena y su indumentaria es muy fiel al texto de Goethe: En facha de noble caballero, con traje rojo, guarnecido de oro el capotillo de recia seda…

Fortuny ya se había acercado también a este personaje en anteriores ocasiones y tiene alguna relación con las ilustraciones realizadas por Gustave Doré para la novela de Gautier Le capitaine Fracasse.

La incorporación de un búho o mochuelo blanco volando bajo subraya la irrealidad de la escena, con una cierta sugestión maligna. Por la separación entre lo real y lo imaginario y la presencia de los búhos, esta pintura de Fortuny recuerda al Capricho 43 de Goya, el artista al que ese autor más estimaba (y estudiaba, a través de copias). Esta pintura pudo, a su vez, servir de inspiración a Federico de Madrazo, suegro de Fortuny, quien poco después trabajó en otra composición semejante: El sueño de Antropos. En sus dibujos preparatorios se empleó varios días a fines de 1866, y el 21 de diciembre llevó a cabo un boceto al óleo.

Sans Cabot opinaba que el genio de un artista se manifestaba mejor en los bocetos y las obras alla prima que en las más acabadas. Sobre Fantasía sobre Fausto, dijo que debía considerarse una improvisación, porque se concibió y realizó en pocas horas. En este caso, esa libertad de ejecución es paralela al espíritu arrebatado de la escena, patente en el desorden en que aparecen las partituras sobre los macillos del piano, en el suelo o en las carpetas que se apilan sobre la mesa.

Mediante vibrantes toques de pincel, Fortuny resaltó los brillos y las luces de las superficies de silla y piano, los oros apagados de la cornucopia y los vivos del marco de la acuarela. Pese a lo desenvuelto de la factura, logró captar las cualidades de las maderas, el relieve en yeso y el cordobán.

La sutileza del tratamiento de los fondos aéreos, con un empaste mayor a la izquierda, y su transición hacia el muro de la habitación, pintado restregando el pincel en seco, es propia de este artista, al igual que el modo en que, destacando sobre el equilibrio de tonalidades frías y cálidas, usa el rojo brillante para recalcar la figura central.

Fortuny dedicó la obra a Pujol, y se la regaló; años después este la vendió a Errazu y se lamentó, largamente, de haber perdido el que consideraba “su cuadro”. Hoy forma parte de las colecciones del Museo del Prado.

 

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