Josef Koudelka llevó a cabo su primer proyecto, podemos decir serio, en fotografía en 1958; desde entonces y hasta 1962 captó paisajes y escenas al aire libre en Praga, Eslovaquia, Polonia e Italia, siendo los descubrimientos asociados a los viajes uno de sus mayores estímulos.
En aquellos años este autor checo, nacido en 1938 en Boskovice, estudió las posibilidades de dar forma a sus obras antes y después de la toma de las imágenes en sí; en un primer momento, le interesaron sobre todo las intervenciones posteriores, como el recorte, y a petición de un diseñador gráfico, Libor Fára, jugó con algunas de sus fotos para que fueran portada de la revista Divadlo (Teatro, en castellano). Para varias compañías justamente teatrales también trabajó, desarrollando los mecanismos de repetición y previsualización y aprendiendo a moverse entre los actores sobre el escenario durante los ensayos hasta conseguir lo que buscaba. Es posible que el detalle que deseaba lograr ocupara solo un fragmento del negativo, así que recurría a la ampliación extrema y a una minuciosa manipulación para conseguir copias legibles.
Corría el mes de diciembre de 1960 cuando otra publicación checa, Mundo joven, recientemente fundada entonces pero muy popular, reprodujo algunas de sus fotos (hay que recordar que solo tenía Koudelka 23 años). El editorial alababa su habilidad con las composiciones horizontales y su demostración de que es posible convertir lo ordinario en extraordinario y, con aquel porfolio breve, este autor entró en la órbita de una cultura juvenil abierta que surgía, por fin, tras décadas de represión en su país tras la II Guerra Mundial. Su carrera inicial estuvo muy marcada por aquel deshielo.
Solo seis semanas más tarde de su aparición en Mundo joven, en enero de 1961, Koudelka expuso por primera vez: fue en el Teatro Semáforo, colectivo formado en torno a los cómicos Jiri Suchý y Jiri Slitr, un pareja de actores y cantantes muy célebres en Chequia durante los sesenta. Supuso para él un espaldarazo, porque la fotografía aún no era una profesión para él (se había formado en Ingeniería aeronáutica).
A lo largo de toda esa década, hizo fotos en todos los teatros experimentales de Praga y a fines de 1962 volvió a mostrar su producción, en un teatro de Bratislava. Sus intereses eran todavía diversos (dispersos) y solo conservó algunas imágenes como dignas de seguir siendo expuestas.
Como adelantábamos, el viaje, con lo que tenía de exposición a lo desconocido, ejerció sobre él enseguida gran fascinación: los mencionados países de Eslovaquia, Polonia e Italia son títulos recurrentes en sus primeras obras e incluso sus numerosas escenas praguenses podrían resultar ilocalizables para los habitantes de la ciudad. Encontraba Koudelka territorios nuevos en marañas de alambre en la playa, una monja sola en un paisaje, figuras inidentificables al fondo de una carretera… y buena parte de estas escenas emanan silencio y distanciamiento.
Tras los teatros, su nuevo ámbito de acción fue tanto geográfico como tecnológico, porque quería aprender a ver con y a través de la cámara; aquella monja de la playa es un buen ejemplo de esa conjunción de atenciones al tema y la forma, exotismo e incongruencia. Por un lado, extraña la presencia misma de una monja, vestida hasta los pies, en el entorno húmedo y soleado del mar; por otro, tanto las religiosas como las playas son raras en el paisaje checo, pero es que, además, el artista elige situar la figura en un extremo, al borde de una amplia extensión de arena, como las parejas enajenadas en La aventura de Antonioni. Contrasta, asimismo, el tono negro de su hábito en el conjunto y sabemos que Koudelka recortó de forma extrema y amplió enormemente el negativo, de 6×6 cm, para convertirlo en una copia de 40 cm de ancho.
Aquel buen recortar fue, seguramente, la lección principal que aprendió en sus primeros años de formación autodidacta como fotógrafo; adelantábamos que, para Divadlo, llenaba en ocasiones hojas enteras con distintas copias de prueba que, algunas veces, componían mosaicos estéticamente estimulantes. Esta técnica recibió gran atención en las revistas checas especializadas en ese momento, pero no era habitual en la escena internacional: en Europa Occidental y Estados Unidos, los fotógrafos eran reacios a retocar los formatos iniciales.
Aunque más adelante dejaría a un lado la mayoría de las intervenciones en la fase de posproducción, a lo largo de aquellos años sesenta investigó, además del recorte extremo y el desenfoque selectivo, las posibilidades de los baños de revelado sobrecalentados, los tiempos de revelado prolongados, el montaje en sándwich y los efectos gráficos derivados de la producción de copias sucesivas. Participaría así, indirectamente, en un movimiento checo más general de experimentación visual.
En lo temático, sin embargo, se inclinaba fundamentalmente hacia el humanismo clásico de la imagen documental; su senda discurriría a medio camino entre el reportaje y las Bellas Artes. La serie Gitanos fue un proyecto muy personal, quizá aquel con el que Koudelka se convirtió en Koudelka. Organizó estancias de varias semanas en campamentos gitanos, sobre todo en Eslovaquia, aunque no solo, y este colectivo se convirtió para él casi en una obsesión, hasta el punto de ayudarle a abandonar su actividad como ingeniero.
En estas obras, un instante y un lugar muy específicos se trasponen a lo intemporal y abstracto, al eliminarse detalles que puedan desviar la atención, anécdotas; pero resultan también teatrales, pues sus modelos actúan para la cámara y su entorno es un decorado (pesaban los anteriores proyectos escenográficos de este autor, en los que había aprendido la importancia de la repetición: ahora también, la necesidad de estancias repetidas entre los gitanos se hizo evidente). Desde sus comienzos, la proximidad hacia las figuras que retrataba se convirtió en seña de identidad de su trabajo.
En el fondo, hizo algo parecido Koudelka en la invasión de Praga en la primavera de 1968: mezclarse con los participantes y volverse uno con el entorno, en este caso obviando los peligros. No volvería a fotografiar un acontecimiento de actualidad, pero como resultado de esta labor (tomó miles de instantáneas, de las que se distribuyeron una docena) fue invitado a unirse a la agencia Magnum.