NOMBRE: Diana
APELLIDOS: Velásquez Ramírez
LUGAR DE NACIMIENTO: Bogotá
FECHA DE NACIMIENTO: 1980
PROFESIÓN: Artista
A Diana Velásquez, nuestra última fichada, la conocimos el verano pasado en el Espacio Habitar la Línea de Madrid: presentaba “Another Approach to non Painting”, una individual compuesta por pinturas (acrílico sobre algodón y óleo sobre seda) que remitían a los motivos gráficos y ornamentales que, seamos o no conscientes de ello, forman parte de nuestras vidas a través de textiles, cerámicas, papeles pintados… En los últimos años, seguramente, su uso se está perdiendo en favor de diseños más neutros y cosmopolitas, menos apegados a lo local, y esta artista colombiana subrayaba el valor de esas piezas heterogéneas.
Licenciada en Artes Plásticas en la Universidad de Los Andes, Velásquez cuenta con un Máster en Teoría y Práctica de las Artes Plásticas Contemporáneas y un Diploma de Estudios Avanzados en la Universidad Complutense y ha presentado muestras individuales, además de en Habitar la Línea, donde también expuso en 2013, en espacios como el Centro Cultural Paco Rabal, de nuevo en Madrid; la Maison de L’Amérique Latine de Estrasburgo, LABoral (Gijón) o el Grand Palais parisino. Sus colectivas le han llevado a la Fundación Gilberto Alzate Avendaño de Bogotá, la Complutense, la Biblioteca Nacional de España, el Instituto Leonés de Cultura y el Museo de América (tras ser seleccionada en el Premio Joven de la Universidad en 2007 y 2008); la Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, espacios públicos como el Mercado de la Cebada y el de Usera, el recordado Espacio Trapézio, la Factoría de Arte y Desarrollo, el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, la Casa de América, Cruce y la Sala Sabadell-Herrero de Oviedo.
Asimismo, ha participado en citas como Poppositions (Bruselas), Hybrid Art Fair, Art Banchel y Los Artistas del Barrio (Madrid) o la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo SIART de La Paz; también en el Encontro de artistas novos gallego (2021) o las residencias A Quemarropa alicantinas (2015). Podemos cerrar el capítulo de presentaciones recordando que en 2020 obtuvo una Beca AlNorte y que en 2013 resultó seleccionada en los Circuitos de Artes Plásticas de la Comunidad madrileña.
Velásquez se suma esta sección porque queremos saber más de la presencia en su trabajo (dibujos, pinturas, instalaciones) de los diferentes contextos sociales que ha conocido -en Colombia, en Estados Unidos y en España-, con especial atención a las problemáticas de la vivienda; también de su interés por la memoria que atesoran los espacios o los mencionados patrones ornamentales.
Comenzamos preguntándole por sus inicios; nos explica que su niñez estuvo ligada al dibujo y que tuvo para ella mucha importancia conocer los talleres de dos artistas que a muchos de nuestros lectores les serán familiares: Estudié Bellas Artes en Bogotá. Recuerdo que aparte de pasar mi infancia dibujando, tenía dos compañeros del colegio que nos invitaron a conocer los estudios de sus padres, que eran artistas: Armando Villegas y Gustavo Zalamea.
Me acuerdo perfectamente de la sensación que tuve en ambas visitas, pues me llenaron de ilusión. Percibí un mundo abierto de par en par relacionado con construir, dibujar, con llevar a la materia el mundo mental… y que aquello no era un simple hobby sino un oficio. Yo aún no pensaba en lo que iba a estudiar, pero salí de allí con el sol y la miel en los labios. En la adolescencia decidí que iba a estudiar arte. La carrera me permitió explorar, entender el pensamiento artístico. Fui siguiendo el camino de proyectos, concursos, exposiciones… hasta hoy. Hay un magnetismo poderoso en cada idea, en el proceso mismo de su desarrollo, que a veces da tanto de sí… Casi todo lo que hago gira en torno al arte, la verdad es que soy una yonqui de mi profesión.
Su producción tiene mucho que ver con lo que ocurre a pie de calle, con las formas de la injusticia y con los destinos inciertos de las víctimas de sistemas sociales que favorecen la desigualdad: Cuando tomé distancia de los años tan duros y limitantes que cualquiera que haya vivido en mi país en los noventa conoce, todo eso empezó a emerger en forma de pinturas y dibujos en Nueva York, una ciudad refrescante y loca que fue muy estimulante. Allí empecé un proyecto que me llevó a hacer la primera individual en una galería de Bogotá, sobre violencia.
Desde entonces seguí tomando apuntes de las rupturas y los desequilibrios sociales, tan llenos de ruido que no nos dan tiempo a remar a la contra. Cuando nos paramos a entender qué está pasando, nos vemos descendiendo desde la última esquinita visible del barco. Pienso que mi obra es una crónica del naufragio.
Precarización, migración, pérdida de derechos y de buena parte de dignidad son los temas generales que me han movido estos últimos años, mientras me paso el día en el estudio planeando el cómo, qué es lo que define la contemporaneidad de una obra y de un artista.
Pienso que mi obra es la crónica de un naufragio.
Aborda, en definitiva, asuntos que trascienden lo individual y se sirve de técnicas diversas que, partiendo del dibujo y la pintura, no ha dejado de ampliar, últimamente favoreciendo la interacción con el público: En la Universidad me interesaba la pintura y el dibujo. Mi TFG era un punto medio entre ambas técnicas y entendí que el arte tiene esa libertad de exploración, de hibridez y de incertidumbre. La técnica se desvela o se ajusta en algún punto de ese recorrido intenso que supone un proyecto.
Por esto y porque me aburre pensar en una praxis unidireccional vitalicia, tiendo más al quehacer multidisciplinar. Mi obra se hila a través de la temática. Me gustan los retos, aprender, equivocarme, explorar y la colaboración con otras disciplinas. La idea es que sea un viaje de crecimiento y de placer, de hacer lo que a uno le apetece y aprender de otros.
He hecho proyectos de pintura, de dibujo, escultura, instalación, site-specifics, algo de performance y ahora estoy en el proceso de realizar un vídeo. Mi amiga Carolina Admirable, documentalista, está ayudándome en toda la parte cinematográfica y ha sido increíble contar con ella.
Por último, decir que me gusta hacer cosas bidimensionales que tengan volumen, pinturas-objeto, hacer que el espectador interactúe con la obra… ¡Que el camino sea una pista de pinball!
La técnica se desvela o se ajusta en algún punto de ese recorrido intenso que supone un proyecto.
Al citar sus referencias, nos habla de filósofos y de artistas recientes, pero confiesa que le nutre la experiencia propia y la de otros y todas las ramas de la cultura: De todo se aprende. De obras que están muy lejos de la propia, de patear la calle, de conocer el proceder de otros, así como de las lecturas, personas o referentes específicos, que resultan determinantes en cada proyecto.
Ahora bien, si tengo que confesar con quienes mantengo una conexión atemporal, leo y reviso a Zygmunt Bauman, Rita Segato, Hannah Arendt y más recientemente a ByunChul Han, María Galindo y Richard Sennett. Sigo a ojos cerrados la producción de Bill Viola, Teresa Margolles, Nuria Güell, Francis Alys, Kacey Wong, Ai Weiwei, Carolina Caycedo… Son muchos con quienes tengo una gran conexión. Leer, ver series y pelis es otra fuente infinita de sabiduría, porque no olvido nunca que yo hago ficción y que es mi estrategia para narrar la vida contemporánea.
Como avanzábamos al principio, el impacto de la crisis económica de la pasada década sobre la vivienda ha repercutido en varios de sus trabajos, que otras veces hacen referencia a las colas del hambre o las desigualdades sanitarias en tiempos de coronavirus. Nos habla de algunas de esas series, que ha presentado tanto en Colombia como en Europa: Estuve varios años trabajando sobre el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Eso me llevó a conocer de cerca la situación de mucha gente en proceso de desahucio. De ahí salieron varios proyectos que giraban alrededor de la pérdida de la vivienda, los abusos de las hipotecas y la crisis social que se implantó entonces. Este asunto no ha terminado: en el primer trimestre de 2022 hubo más de 11.000 desahucios, además de la odisea en que se ha convertido alquilar una casa, trayendo de vuelta viejas barreras como la selección por nacionalidad, o por capacidad económica, para hacer frente a las exigencias surrealistas de los propietarios.
Anidar era otra cosa fue el proyecto por el que empezó todo esto, y es un work in progress desde 2012. Son unos collages intimistas que evocan espacios que alguien habitó, cuidó, que llevan la impronta de una historia familiar o personal. Con los desahucios, la gente perdió su hogar, dejando allí sus recuerdos, sus anhelos. Solo podemos acercarnos a ellos mirando a través de una reja también hecha en papel cortado con cutter, que no nos permite aprehender sino la superficie, así como las cifras diarias no daban cuenta del colapso que supuso esta situación en la vida de la gente y que, en un libro tan duro como ¡A la puta calle!, Cristina Fallarás describe bien desde su experiencia.
Omnia Vanitas es un proyecto pensado para la calle, de serigrafías que encolamos primero en los barrios de Salamanca y Argüelles y luego en Carabanchel. Las obras recogían distintas escenas que resumían bien la crisis vivida desde 2008, como la gente sin casa, las filas, la búsqueda de comida caducada a la hora del cierre en los contenedores de los supermercados… Funcionaban como unos dibujos muy limpios y directos que interrumpían el ruido visual de la calle.
Para la exposición “¿Paz en las mesas?”, en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, el colectivo Food of War me invitó a participar con una de esas serigrafías, en la que yo ahondaba en la acción de esperar, no planteada como pasar la noche en una fila para comprar entradas para un concierto, sino como una espera vital, para sobrevivir bajo la mirada indiferente de la sociedad global.
Luego, durante la pandemia se sumó la espera que vivimos durante el confinamiento, con información contradictoria y que, en el caso de mucha gente mayor, la llevó a estar aislada, bajo un protocolo de triaje que los dejó fuera de la atención sanitaria por su edad, a pesar de que la sanidad también es un derecho. Solo se les pidió esperar y muchos murieron. En 2020, envié el proyecto La espera, que trata sobre los mayores, a la convocatoria Al Norte y fue seleccionado. Se mostró en el Patio Corintio de LABoral Ciudad de la Cultura y luego en la fachada del Grand Palais de Paris.
“Another Approach to non Painting”, la propuesta de la que comenzábamos hablando, se distanciaba parcialmente de esos proyectos para abordar los recuerdos que guardan, ya no tanto las viviendas vacías, como algunos motivos decorativos: Más recientemente realicé un proyecto de pintura que nada tiene que ver con todo este cuerpo de trabajo, pero que partió de ciertos aspectos formales que ya aparecían en la serie de Anidar -como el uso de papeles de encuadernación y para casas de muñecas, que funcionaban en los collages como papeles pintados-, y quise llevarlos a más. La propuesta, de la que Alicia Serrano escribió un texto maravilloso, indaga en el acervo cultural de los patrones. En la superficie pictórica dialogan patrones de distintos orígenes generando una hibridez que habla de movilidad, migración, idiosincrasia, etc.
Los próximos pasos de Diana le llevarán a Burgos: En octubre tengo una exposición individual en el CAB de Burgos, que me hace especial ilusión. El espacio es increíble, da mucho juego y plantea muchas opciones, es una suerte y un reto. Estoy muy agradecida a Javier del Campo por la oportunidad y con Vincent Poussou, el comisario, por su generosidad, implicación y tantas y tantas conversaciones valiosas que llevamos teniendo a través del tiempo y que hoy están generando una bella colaboración.
Asimismo, en septiembre participaré en el proyecto “Arquitectura Híbrida Simulada” de Omar Jerez, dentro de una propuesta de la comisaria Sara Torres, quien tiene un compromiso social y feminista loable.
Sabed más de la artista, aquí: www.dianavelasquez.es