A diferencia de la francesa, la escultura gótica italiana no está principalmente ligada a la arquitectura: no se impuso la portada de figuras típica de las catedrales galas, con su plasticidad en jambas y arquivoltas. Pese a ello, el devenir de esta disciplina en los estados italianos a principios del Duecento sí estuvo muy influido por Île-de-France; inicialmente, además, se aprecia una notable persistencia del románico, que con el tiempo daría paso a un mayor acercamiento hacia Oriente, hacia el severo lenguaje formal bizantino. El recuerdo de la Antigüedad latina aún estaba muy vivo.
En ese contexto, y en Italia, empiezan a aparecer, además, las primeras obras firmadas, prueba de una incipiente consideración de la autoría y su individualidad que anticiparía el Renacimiento. Nicola Pisano, nacido en Apulia en los primeros años del siglo XIII y fallecido en torno a 1280, debía ya ser ciudadano de Pisa, y renombrado escultor, en 1258. Al año siguiente, firmó un contrato por el que se comprometía a esculpir el púlpito del baptisterio pisano, su primera obra conocida y apegada, además, a los modelos clásicos.
Seis columnas con capiteles de ornamentación vegetal, de las que una de cada dos descansa sobre un león, sostienen arcos de medio punto, con otro tribulado en cada uno de ellos, y en las esquinas se encuentran estatuillas de las virtudes cardinales y de san Juan Bautista; en las enjutas se representan, entretanto, profetas y evangelistas. El púlpito está sostenido, igualmente, sobre una columna central en cuya basa aparecen figuras humanas y animales; el antepecho hexagonal presenta cinco relieves de escenas, mientras que un sexto lado, abierto, sirve de acceso. El atril descansa sobre las alas abiertas de un águila.
Lo innovador de este púlpito es el hecho de constituir una escultura arquitectónica. Casi todo el conjunto imita el estilo clásico, por su profusión de figuras apiñadas y la representación simultánea de escenas como la Anunciación, el Nacimiento y el Anuncio a los pastores, que comparten espacio, pero la Crucifixión y el Juicio Final, por su parte, ofrecen un tratamiento distinto, como se aprecia en su dramatismo: podemos detectar formas estilísticas propias del gótico francés, como el tipo de crucificado con tres clavos o los arcos de medio punto con tracería calada, extendidos en Île-de-France y desconocidos entonces en Toscana.
Poco después, en 1265, fue contratado Nicola Pisano por Fra Melano para ocuparse del púlpito de la Catedral de Siena, con la ayuda de Arnolfo di Cambio, su hijo Giovanni, Lapo y un cuarto discípulo. Esta obra es octogonal, con columnas alternas que descansan sobre leones y ofrecen figuras en las impostas; en los arcos de medio punto van inscritos arcos trilobulados.
Los siete relieves de mármol que vemos aquí, separados por estatuillas, cuentan con una secuencia de escenas similar a la del baptisterio de Pisa, pero su estilo es distinto: pese a la profusión de figuras, no hay referencia a los modelos clásicos y los ropajes caen al suelo en pliegues góticos; con este estilo podemos asociar también el escalonamiento de profundidades en el relieve. Pisano hace suyos, cada vez más, los pliegues propios de las portadas de Île-de-France y sus relieves ganan expresividad, profundidad en la manifestación de emociones; carecía de ellas su anterior trabajo. En paralelo, pierde este proyecto carácter monumental.
Otro de los legados más relevantes de Nicola Pisano llegaría una década después, y se lo encargó el Concejo de Perugia, a él y a su hijo Giovanni Pisano. Se trata de la realización de una gran fuente, con base redonda, de cuatro escalones y que sostiene una fuente interior con sus 25 lados, formados cada uno por dos relieves separados por columnillas y flanqueados por haces de tres columnas salomónicas, como las del púlpito sienés.
Los relieves rectangulares albergan diversos temas: un mesiario, fábulas de Esopo, animales heráldicos, escenas del Antiguo Testamento, las artes liberales y la fundación de Roma. A mayor altura encontramos un segundo pilón sobre columnas; su forma poligonal viene marcada por 24 figuras en cada esquina y el programa iconográfico incluye santos, personajes del Antiguo Testamento, personificaciones de ciudades, la ninfa del lago Trasimeno o el alcalde de Perugia. Dada esa profusión de escenas, debemos suponer que trabajó en esta fuente un gran número de escultores.
Corona el conjunto un grupo de tres mujeres unidas en sus espaldas que sostienen sobre sus hombros un cuenco de agua. Estatua ésta de extraordinaria calidad, se considera la figura exenta de bronce medieval más antigua. Al margen de sus referencias religiosas, manifiesta el programa iconográfico de la fuente el concepto que la corporación municipal tenía de sí misma (además de reclamar el derecho de cualquier ciudadano a tener agua).
Giovanni Pisano, uno de los artífices de aquel monumento, nació y murió en la ciudad que le da apellido; vivió aproximadamente entre 1248 y 1315. Su primera obra autónoma es la decoración de la fachada de la Catedral de Siena, el ejemplo más antiguo de una fachada gótica en Italia con un programa de figuras.
Y hacia 1297 se le encargó el púlpito de San Andrea de Pistoia, que finalizó en 1301, como prueba una inscripción. Es hexagonal, como el de Pisa, pero en sus formas arquitectónicas cuenta con una mayor recepción de las formas góticas. Los arcos de medio punto se sustituyen por arcos ojivales y, entre los cinco relieves que muestran la vida de Cristo, la matanza de los inocentes es uno de los más impresionantes: aunque, por la abundancia de figuras, parezca un bloque único que remita a las escenas de lucha en los sarcófagos tardoantiguos, cada grupo está cerrado en sí mismo, lo que exige una dinámica de movimientos particular en cada caso.
Surge aquí un dramatismo que une elementos arcaizantes y góticos, sin que ninguno se imponga; a ello contribuye la libertad en la ejecución: la elaboración superficial del cabello se corresponde a veces con contornos más marcados de las figuras, y se aprecian las referencias a los relieves de marfil del gótico francés.
Solo medio siglo separa el púlpito de Pisa y este último de Giovanni Pisano, datado en 1301, pero, como decíamos, en la secuencia del tratamiento de sus figuras y relieves se manifiesta claramente esa armonización de formas de la Antigüedad clásica y las del nuevo estilo gótico que llegaba de Francia.
El último púlpito de Giovanni, el realizado para el Duomo de Pisa en el primer decenio del siglo XIV, es octogonal, pero su base redonda y sus relieves de curvatura convexa causan la impresión de que es circular y no poligonal. Pese a que es el más avanzado y el más cuidadosamente trabajado del autor, parece menos logrado que el de Pistoia, quizá por las muchas personas que se emplearon en él. Estuvo desmontado entre 1602 y 1926 y no todos sus relieves son originales.
Alumno de Giovanni Pisano, que no familiar suyo, fue Andrea Pisano (1290-1348), cuya primera obra documentada es la puerta de bronce del baptisterio florentino, en el primer tercio del siglo XIV: data de la década de 1330. La suya fue la la primera de las tres puertas de la portada sur de dicho baptisterio.
En ella aparece el santo titular, san Juan Bautista, también patrón de la ciudad de Florencia y del gremio de los comerciantes de paños. Quien entraba en el baptisterio debía ver las escenas llevadas a sus hojas como en las páginas de un libro monumental abierto: cada hoja se observaría por separado, pero sucesivamente.
De los catorce relieves de cada hoja, los diez superiores describen la vida pública de san Juan, representándose su pasión a la derecha, y en el resto aparecen las virtudes. Las escenas se inscriben en un marco cuatrilobulado, y Andrea Pisano emplea con maestría este sistema, compuesto de rombos y círculos, configurando sus representaciones conforme a una disposición de líneas verticales y horizontales. El marco no es mera decoración: las formas lobuladas son uno de los elementos estándar del gótico por su capacidad de expresar números: el trifolio simboliza la Trinidad, la esfera celestial; el marco de seis lóbulos indica la relación entre la esfera celestial y la terrenal y el tetrafolio se asocia con los puntos cardinales, las estaciones, los elementos, etc. En esta forma cuatrilobulada está plasmada, no casualmente, la historia del Bautista, el hombre terreno elegido para bautizar al Hijo de Dios.
Hablamos, por último, del Campanile del Duomo de Florencia. La primera fase de su construcción la dirigió Giotto y, a su muerte, en 1377, lo sustituyó Andrea Pisano. El primero se encargó de las dos plantas inferiores, adornadas con relieves hexagonales y romboidales, y Pisano de una tercera planta con nichos para figuras. Entre aquellos primeros relieves, Ghiberti le atribuye a Pisano los que representan a los trovatori dell´arte y bocetos de Giotto le servirían de modelo, dado que trabajó el escultor en este Campanile desde sus inicios, medio año antes de finalizarse los principales trabajos de la puerta de bronce del baptisterio.
El relieve con la escena del herrero se considera obra de este autor, de la primera fase de construcción del edificio: muestra a un hombre con largas vestiduras y un delantal de cuero que le protegería de las chispas. Sostiene una pieza con las tenazas sobre la fragua, alimentada por el fuelle. Pese a que el ambiente es coetáneo, no da la sensación se ser un herrero contemporáneo a Pisano, pues su cabello y su barba se inspiran en modelos clásicos; son los atributos de un personaje bíblico: Tubalcaín, herrero descendiente de Caín, patriarca de los de su profesión y supuesto inventor de la fragua.
Dentro de un marco hexagonal, aparece la decoración propia de esa labor, pero la escena está dominada por la figura; en la disposición se reconocen los esfuerzos de Giotto por crear un espacio autónomo, dando un giro a composiciones habituales en el arte de su tiempo. Solo la energía plástica, que se exterioriza en la arquitectura ordenada y en la naturalista figura humana, da una idea de la magnitud de los dos genios que trabajaron aquí.