El rebobinador

Clara Peeters: un festín visual

Sobre una mesa sencilla, panecillos aparentemente crujientes, quesos, almendras. Todo nos resulta familiar, pero todo nos plantea interrogantes: ¿en el siglo XVII se comía así habitualmente o solo en las ocasiones especiales? ¿Los utensilios y recipientes que vemos son atrezzo o se usaban a menudo? ¿Quiénes observaran estas pinturas, en esa época, hallaban en ellas significados ocultos?

Clara Peeters, como sabéis quienes acudisteis a su reciente exposición en el Prado, pintó bodegones de flores, de aves muertas, de pescados y mesas. Es posible que se formara en Amberes, pues sus composiciones resultan muy semejantes a las de artistas de esa ciudad, como Francken el Joven o Beert; además, varias de sus tablas y cobres presentan marcas de fabricación de artesanos de ese núcleo, importante en el desarrollo del bodegón. Vamos a hablaros de su Bodegón con quesos, almendras y panecillos (1612-1615) porque contiene objetos y alimentos representativos de la pintura de Peeters, y nos permitirá entender mejor el resto de sus mesas.

Si observamos los quesos, podemos comprobar cómo los pintó con todo detalle: con un orificio de cata en el gouda y con un trozo cortado en otro triangular y de oveja. En primer plano queda uno marrón verdoso, quizá un edam, tipo de queso producido sobre todo en Holanda del Norte, con leche de vaca.

Encima de ellos vemos un plato con lascas de mantequilla: la artista repitió este motivo (tres quesos y plato con mantequilla) en varias obras, pero incorporando sutiles diferencias. Otros autores, como Foppens van Es y Van Hulsdonck, también representaron quesos con mantequilla encima, pero solo en los de Peeters podemos reconocer que son de fabricación holandesa; hay que tener en cuenta que los Países Bajos eran en el siglo XVII grandes consumidores de este alimento, que producían a gran escala y en innumerables variedades, para consumo local y para exportación.

Sabemos que, en esa época, ya era habitual desayunar queso y mantequilla y que estos manjares cotidianos también se servían a menudo al final de la comida. Al ser abundantes, eran accesibles a gente de toda condición, lo que no impide que una pila de quesos pudiera sugerir cierto lujo entonces, asociarse a la prosperidad.

Clara Peeters. Bodegón con quesos, almendras y panecillos, 1612-1615. Mauritshuis
Clara Peeters. Bodegón con quesos, almendras y panecillos, 1612-1615. Mauritshuis

En primer término queda un plato azul y blanco de porcelana china con higos, pasas y almendras; a este tipo de porcelana se le llama Wanli, porque gran parte de su producción coincidió con el mandato de ese emperador. Peeters fue una de las primeras artistas en incluirla en bodegones, y este mismo plato aparece en otras obras suyas, con diversos alimentos pero con idéntica ornamentación, lo que sugiere que pudiera ser de su propiedad.

Esta porcelana se importaba entonces directamente a Holanda desde Bantam (Indonesia), donde los chinos comerciaban con ella, y pronto fue frecuente en hogares de las clases medias y altas.

No tenía un origen tan lejano la jarra de cerámica vidriada de color pardo que vemos tras los quesos. Su cuello parece decorado con el rostro de un sátiro, con barba y orejas puntiagudas, y surcan su cuerpo incisiones lineales. Podría proceder de Raeren, ciudad ahora belga cuya cerámica era de un color parecido, rojizo, tono obtenido de una aplicación de vidriado a la sal. Estas jarras solían tener un caño –aquí inapreciable por la composición– que las distinguía de los jarrones o cántaros. Probablemente se usara para servir vino o cerveza.

También son habituales estas jarras en los bodegones de la pintora, y las jarras y jarrones de cerámica vidriada se dan con frecuencia en los bodegones contemporáneos realizados en Flandes y Holanda. Las decoraciones de algunos los acerca al lujo.

Mirad ahora la copa de vidrio con tapa dorada, ejecutada a la manera veneciana: se soplaba a partir de vidrio translúcido. En la primera mitad del XVI, ya se fabricaban en Amberes copas de cristal siguiendo modelos italianos y a fines de ese siglo este cristal se producía en ciudades como Ámsterdam y Middelburg. Junto con Osias Beert, Clara fue también pionera en representar este tipo de piezas, que se usarían para beber vino.

Clara Peeters. Bodegón con quesos, almendras y panecillos (detalle), 1612-1615. Mauritshuis
Clara Peeters. Bodegón con quesos, almendras y panecillos (detalle), 1612-1615. Mauritshuis

Sobre esta mesa hay, igualmente, un cuchillo nupcial, que formaría parte de una serie de cubiertos ofrecidos como regalo de bodas en una funda decorada. Solían tener, los cuchillos nupciales, un mango de plata que se ensanchaba en su extremo, repujado por ambas caras con adornos, figuras alegóricas o escenas bíblicas. Este cuchillo, en concreto, presenta dos figuras de mujer en nichos, bajo las inscripciones FIDES y TEMP (fe y templanza). Por encima, dos manos entrelazadas sostienen un corazón en llamas.

Este mismo cuchillo también lo representó Peeters en al menos cinco obras más, así que es probable que, como el plato de porcelana, también fuese un utensilio real.

La mayoría de los cuchillos nupciales conservados llevan inscrito el nombre de la novia y la fecha de la boda, pero el hecho de que en este veamos el nombre de Clara Peeters no quiere decir necesariamente que fuera suyo ni que lo obtuviera con motivo de su matrimonio; desconocemos si estuvo o no casada, y tampoco sabemos nada de su extracción social. Algo sí tenemos claro: la hoja del cubierto contiene una marca que es símbolo de Amberes, así que podemos deducir que se fabricó allí. No es habitual que los cuchillos nupciales se incluyeran en bodegones; Peeters fue la única que los pintó. Se utilizarían en las comidas, pero con toda seguridad, no a diario.

Otro elemento de esta obra que da fe de la precisión que alcanzó Peeters es el pan blanco detrás de la copa. Numerosos artistas, también de Amberes y Haarlem, lo presentaron en grabados, dibujos y pinturas, pero este pan blanco, de calidad, que la autora representa lo comerían principalmente las clases altas, y el resto en días festivos. No tenemos por qué vincularlo al cuchillo, pero… decía Erasmo que el pan no debía morderse, sino rebanarse de forma conveniente.

Podemos concluir que todos estos productos estaban disponibles en Amberes, aunque se elaboraran, en algunos casos, en otras partes del mundo, y que las copas doradas, el cuchillo y el plato de porcelana eran objetos costosos que no se usaban cotidianamente y que pueden transmitir riqueza, como los quesos apilados.

La simbología no debe ser estricta, pero se han hecho apuntes probablemente válidos. Anne Lenders, en el catálogo de la muestra del Prado, cree que la imagen del queso y la mantequilla juntos podría evocar a los espectadores del s. XVII un proverbio entonces común: El queso y la mantequilla son obra del demonio, en alusión al exceso que supone su mezcla en el pan.

En este bodegón, como en otros suyos, Peeters pintó su reflejo en una superficie brillante: la de la tapa de metal de la jarra. Es posible que este fuera un acto de virtuosismo y también de autoafirmación, como su nombre en el cuchillo. El hecho de que pintara muchas piezas a partir de ejemplos reales, repitiendo frecuentemente objetos (circunstancia no habitual en los bodegones de su tiempo), revela algo de su situación personal: las tendría a su alcance.

Y algo más podemos deducir: al margen de que en algunas de sus obras introdujera ciertas críticas a la exhibición de riqueza o a los excesos, la razón básica de que las pintara sería seguramente el desafío pictórico que implicaban, el placer de representar hasta el mínimo detalle. Para los observadores del XVII como para los de hoy, estas obras son, ante todo, festines visuales.

Clara Peeters. Bodegón con quesos, almendras y panecillos (detalle), 1612-1615. Mauritshuis
Clara Peeters. Bodegón con quesos, almendras y panecillos (detalle), 1612-1615. Mauritshuis

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