Un joven arquitecto llamado John Wellborn Root, nacido en 1850 en el pueblo de Lumpkin, en Georgia, llegó a Chicago en 1872 con más ilusiones que medios y se convertiría en una figura destacada de su Escuela de Arquitectura. Lo que vamos a contar es la historia de su buen hacer.
Nacido en el seno de una familia acomodada que lo envió, en la Guerra de Secesión, a estudiar a Liverpool durante dos años, en 1866 se establecería en Nueva York, donde cursó Ingeniería Civil. Encontró trabajo, en 1871, en la Estación Central de la ciudad y fue supervisor de una nave de hierro y cristal hasta que, como decimos al año siguiente, se trasladó a Chicago, donde sería empleado por la firma Drake and Wight, en la que conocería al que sería su socio, Daniel Burnham.
Este último, estudiante pésimo que inició y no terminó varias carreras, fue aprendiz de Le Baron Jenney, intentó establecerse por su cuenta sin éxito y acabó entrando en aquel estudio; no tenía ni la formación ni el talento del de Georgia, pero sí don de gentes y capacidad de negocio. Aunque Drake and Wight intentó retener a Root, ambos se establecieron por su cuenta, gestando una firma, Burnham & Root, que alcanzó mucho prestigio entonces y que empezó llevando a cabo encargos de pequeñas residencias particulares antes de dedicarse a empresas de altura.
Creía Root que unos edificios pueden calificarse como arquitectura y otros no: merecían esa denominación aquellos cuya estructura es apreciable al exterior y no la merecían… los de imitación francesa; huelga decir que a él le interesaban los primeros. Junto a Burnham se embarcó en el diseño y construcción de unas 270 inmuebles en todo Estados Unidos solo en la década larga que pervivió su sociedad, porque el primero murió prematuramente en 1891 y el segundo continuó trabajando por su cuenta.
En Chicago destaca su Rookery Bulding (1886-1888), exento, de base cuadrada y objeto de una costosa renovación, en 1892, que lo salvó de ser derribado. Emblema de los nuevos edificios comerciales del momento, muestra las características de un centro de oficinas: luz natural y un espacio abierto como zona de encuentro para trabajadores, requerimientos ambos de sus propietarios: los Rooks. Cuenta también con un patio central cerrado en el segundo piso, destinado a la iluminación de los despachos en torno a él (el resto la reciben del exterior) y su estructura se basa en el hierro y el cristal.
Ese patio se convertiría en la primera galería comercial cubierta de América y en él, así como en el exterior, se concentra la decoración. En la escalera encontramos balaustradas y candelabros de hierro; su diseño es modernista, con curvas y contracurvas, lo que prueba que la firma mantenía el contacto con Europa en lo formal. El conjunto lo renovó en 1905 Frank Lloyd Wright, ocultando el hierro o parte de él con placas de mármol blanco con dibujos en pan de oro, disponiendo nuevas lámparas y sustituyendo aquellos candelabros por jardineras. Dado el alcance de aquella reforma, en los noventa del siglo pasado se discutió mantenerla o no… optándose por la vía conservadora.
Una escalera volante, de hierro, con peldaños de mármol y original de Burnham & Root no se tocó, pero las columnas, igualmente de hierro, también se recubrieron con dicho mármol y panes de oro; en una de ellas sí se eliminó un panel de piedra en 1992 para dejar ver el interior original.
Interior y exterior contrastan para estimular al espectador: en la calle, esta obra transmite sensación de fuerza; una vez dentro, predominan la amplitud y la ligereza. En la fachada encontramos un almohadillado rústico en la parte baja y ladrillo en la superior, con columnas y ornamentación; se mantuvieron, asimismo, arquerías que recuerdan a Henry Hobson Richardson, extraidas del romanticismo.
El arco de entrada es de medio punto rústico y en las jambas se representan nidos de pájaros (seguramente recordando que, antes, en este lugar se encontraba un edificio abandonado ocupado por muchos de ellos).
También en Chicago, y para los mismos propietarios, diseñaron Burnham & Root el Monadnock Building (1891). Esta vez se pretendía que fuera un edificio a la vez práctico y estéticamente artístico, sin entrantes ni salientes muy pronunciados que implicaran la suciedad provocada por humos y nidos de pájaros y completamente construido en ladrillo, por economía. Root estuvo de acuerdo y el resultado fue una obra armoniosa y a la vez contundente.
Estudió para llevarla a cabo las construcciones egipcias antiguas, como se aprecia en el talud de la parte inferior (necesario para soportar el peso de sus 16 pisos) y en su remate en forma cóncava, que remite a las golas del Quiosco de Sesostris I en Karnak.
Tiene forma de I y estructuralmente no es especialmente moderno, pues sigue utilizando el sistema de cargas tradicional frente al acero autosustentante, aún en fase de aceptación. Hay que tener en cuenta que valerse de las últimas tecnologías era más costoso que continuar empleando en la planta baja tabiques más gruesos, aunque estos implicaran una pérdida de espacio. En altura, sí son más finos los muros.
No aporta por tanto, el Monadnock Building, novedades en lo técnico, pero sí representa una de las experiencias estéticas más importantes en los edificios en altura en esos años: al exterior su geometría rigurosa es matizada por ligeras curvas del muro y las ventanas proyectadas son más grandes que al interior y ofrecen un movimiento ondulante, evitando la monotonía del muro completamente liso y oscuro. Este es uno de los elementos distintivos de muchos edificios de la ciudad.
En el interior, el Monadnock cuenta con dos escaleras cuyas barandillas se decoran con un diseño muy relacionado con el art nouveau, en concreto con una de las de la Casa Tassel de Víctor Horta (1892-1893). Su planta es estrecha y larga, dividida en dos por un pasillo central con despachos a los lados; además, hay dos pares de ascensores.
En cuanto a iluminación, la solución es distinta a la del Rookery: se abren lucernarios en la parte alta para dar luz cenital y en los pisos bajos, donde está apenas llegaba, las puertas de las oficinas eran de cristal translúcido. Así que, si en lo estructural no, este edificio sí incorpora avances en lo espacial y estético, en la consonancia contenido-forma.
Algo antes, en 1890, Root había comenzado a emplearse en otra construcción, esta con estructura metálica autosustentante, el Reliance, en cuyo desarrollo murió; tuvo que continuarlo Charles B. Atwood, seguramente según los dictados de aquel.
Lleva su articulación en acero casi al límite y el tamaño de las ventanas es muy grande, con el fin de generar más luz natural; podemos considerarlo antecedente de las torres en cristal del siglo XX. Sin embargo, conjuga practicidad y decoración: su estructura de metal está envuelta en una piel de terracota (con placas de ese material entre pisos que facilitan la limpieza) y del citado cristal.
Se levantó sobre otro edificio de cuatro pisos ya existente, cuyas vigas de madera sustentantes se sustituyeron por otras de hierro; el conjunto suma quince plantas. No se trata de un inmueble, por tanto, exento; tiene medianeras en dos de sus lados y sus despachos dan a la fachada exterior o al patio para que todos reciban luz natural.
Las dobles ventanas cuentan con un panel central fijo y su decoración tiene aire neogótico; fue modelo para muchos edificios de Burnham & Root en este tiempo y es también el más racional, por eso se considera precedente de la propia arquitectura racionalista, del Estilo Internacional, de los rascacielos de los veinte y de muchas obras de Le Corbusier y Mies van der Rohe, por los vanos y cristal que ocupan todo el conjunto.
BIBLIOGRAFÍA
Benevolo. Historia de la arquitectura moderna. Gustavo Gili, 1977
Giedion. Espacio Tiempo y Arquitectura. Dossat, 1979