Es, sin ninguna duda, uno de los arquitectos con mayor alcance de influencia en la historia del arte occidental: se le deben cánones y modelos transferibles más allá de particularidades y se lo considera el primer “clasicista” de esta disciplina en la Edad Moderna; el maestro que, tras analizar a fondo la arquitectura de la Antigüedad, trató, no únicamente de imitarla, sino de revivirla para su época y darle una validez fuera del tiempo. Nos referimos a Palladio, que contribuyó a ofrecernos esa visión cuando publicó, en 1554, L´Antichità di Roma, como fruto de su primer viaje allí; se trata de un inventario de los monumentos conservados o redescubiertos a mediados del siglo XVI. Además, en la introducción de sus Quattro Libri dell´ Architettura (1570) manifestó haber escogido a Vitruvio como guía y maestro.
Palladio, nacido Andrea di Pietro della Gondola en 1508 y en Padua, se formó en su juventud junto al arquitecto y cantero Cavazzo da Sossano; en 1523, huyó desde allí a Vicenza, pero fue obligado a regresar para culminar su contrato. Cuando lo hizo, ingresó al gremio de albañiles y canteros de esa ciudad de Vicenza, donde lo admitió en su taller Giovanni di Giacomo da Porlezza, en Pedemuro, donde aún permanecía en 1534, tras un intento infructuoso de crear un obrador propio. Su formación debió ser compleja, y no se limitó el paduano a realizar trabajos de cantería de calidad: se le atribuye un pórtico de la iglesia Santa Maria dei Servi de Vicenza, cuya obra corrió a cargo del mismo taller de Giacomo da Porlezza.
En 1538 (cuando no contaba aún con título de arquitecto, sería en 1540) se encontró por primera vez Palladio con el conde Giangiorgio Trissino, prestigioso en círculos humanísticos y literarios, que le concedió acceso a potentes comitentes vicentinos y la posibilidad de estudiar a fondo las edificaciones romanas. En el verano de 1541, seguramente junto a su mecenas, Andrea emprendió su primer viaje a Roma, al que seguiría otro más prolongado, en 1545-1546; fue justamente Trissino quien le dio el pseudónimo de Palladio en alusión a Palas Atenea, la diosa protectora de las artes. En otra estancia en la ciudad, un año más tarde, hizo estudios en Tívoli, Palestrina y Albano; tuvo esperanzas de obtener un puesto en las obras de San Pedro, pero se vieron frustradas por el fallecimiento del papa Pablo III.
La actividad de este autor propiamente como arquitecto se inició en la década de 1540; en 1549, tras la construcción de varias villas en la región de Vicenza y el encargo del Palazzo Thiene, fue nombrado arquitecto principal de la Basílica, las loggias del Palazzo della Ragione de Vicenza, logrando el primer triunfo en su andadura: junto con Sansovino y Sanmicheli, mayores que él, fue reconocido como uno de los principales arquitectos de la zona norte de Italia. Su celebridad se extendió y en torno a 1550 estrechó lazos amistosos con Daniele Barbaro, que a su vez le abrió puertas a la aristocracia veneciana.
En absoluto precoz, Palladio alcanzó su madurez intelectual y profesional cuando rondaba los cincuenta, cuando había adquirido cualidades en lo artesanal, estudiado a fondo la historia de la arquitectura y desplegado numerosos intereses humanísticos. En los años cincuenta construyó, sobre todo, residencias para la sociedad vicentina y la mencionada aristocracia de Venecia, y en los sesenta a sus villas se sumaron el claustro de Santa María della Carità, el refectorio del convento San Giorgio Maggiore y el proyecto de la fachada de San Francesco della Vigna; también la colocación de la piedra fundamental de la iglesia San Giorgio Maggiore. En 1576 inició la construcción de la iglesia de peregrinación Il Redentore; todas esas obras cuentan con una significación histórica equiparable a la de su labor profana.
Su fama creció: en 1556 cofundó la Academia Olímpica de Vicenza y, una década más tarde, viajó a Turín invitado por el duque Emanuele Filiberto de Saboya y, desde allí, a la Provenza; también se convirtió en miembro de la Accademia del Disegno florentina. Además, en 1570 sucedió a Sansovino como arquitecto consejero de Venecia.
En sus últimas décadas de trayectoria, la riqueza de soluciones artísticas de Palladio creció: lejos de manejar un lenguaje preestablecido, tuvo en cuenta condicionamientos urbanísticos y geográficos particulares, también funcionales. Además, su prestigio le proporcionaba libertad y, desde luego, nuevos encargos: el Teatro Olímpico de Vicenza o la capilla familiar junto a la Villa Barbaro de Maser. Murió en 1580, no se sabe en cuál de las dos ciudades.
Sugirió que la Antigüedad era el único sistema de referencia adecuado para evaluar sus obras, pero irremediablemente su entorno artístico también le influyó: continuó la tradición del esquema veneciano de la villa con dos torres y recurrió a modelos de la generación de sus maestros al establecer las secuencias rítmicas entre paños ciegos y vanos. Paulatinamente, invirtió la proporción entre los bloques laterales y el central: ya no son los resaltos laterales los que se proyectan hacia delante, sino que lo hace el cuerpo central, destacado mediante un frontón. La crujía central se abría en ocasiones con un motivo serliano; otras, con tres arcos iguales, y por primera vez se insinúa una tendencia a acentuar el volumen y centralizar la planta. No fue hasta la década de 1550 (Villa Pisani, Villa Cornaro) cuando escogió Palladio un pórtico de doble altura para acentuar el cuerpo central, intención que en 1554 concretó en un orden colosal de columnas que soportan un frontón. Las reminiscencias romanas son evidentes.
Su primer encargo para la construcción de un palacio urbano le llegó en 1542: fue el Palazzo Thiene de Vicenza. Recogió en él el repertorio formal de Giulio Romano, pero trascendió la imitación de motivos, como el de las ventanas enmarcadas por sillares en saledizo, que emplea adosando los sillares a columnas.
Por su parte, la Basílica, la Villa Rotonda y la iglesia Il Redentore ofrecen un patrón de medida que identifica al arquitecto con la Antigüedad romana: el sello unitario de cada obra de Palladio, al margen de préstamos formales puntuales, es en cierto modo una máxima de Vitruvio. Rezaba: En todo buen edificio, cada una de las partes ha de concordar tan armónicamente con las contiguas como con el todo. Este principio integrador enlaza al de Padua con el clasicismo antiguo. Otro motivo de referencia es la naturaleza, como apunta en los Quattro Libri dell´Architettura: Afirmo que la arquitectura, al igual que otras artes, es una imitadora de la naturaleza, no aceptando nada extraño a esta: solo permite aquello que esté ligado a la misma.
No se entendía entonces lo natural, hay que recordar, como antítesis de la actividad humana, sino como concepto que explicaba el funcionamiento de todo el universo, de animales a plantas. Palladio no quería que sus edificios se consideraran artefactos desligados del paisaje, sino creaciones integradas en él, por eso respondían a cada entorno particular.
En todo caso, década tras década, buscó aspirar a un enorme grado de unidad: partiendo de la concepción del todo como la suma de las partes, fue desarrollando poco a poco una idea de unidad integral en la que los detalles se sitúan de manera inamovible. La logró sobre todo a través de una composición de carácter vertical, en la que las plantas tienden a definir centros en torno a los que las habitaciones secundarias se agrupan simétricamente. Los motivos decorativos, que utilizó siempre con sobriedad, se reducen en favor de presencias arquitectónicas puras. Otro de los rasgos esenciales de sus construcciones es su tendencia a tratar plástica e íntegramente las fachadas y los espacios, algo que, en las obras tardías, llega a los límites de un modelado de planos entrantes y salientes.
Como clasicista orientado a la arquitectura romana, podríamos tomarlo como un sucesor del Alto Renacimiento, de ahí su análisis de la idea del edificio de planta central pura, que pudo concretar en la Villa Rotonda y en Villa Barbaro. La concentración del espacio bajo una cúpula dominante en sus dos principales obras eclesiásticas puede considerarse una herencia de ese momento, al igual que su admiración por Miguel Ángel; también la citada armonía clara entre las partes y la de estas con el todo permite que sus propuestas se distancien del Manierismo propio de su tiempo.
BIBLIOGRAFÍA
Manfred Wundram. Palladio. Taschen, 2009.
Andrea Palladio. Las antigüedades de Roma. Akal, 2008.