A Alberti, genovés nacido en 1404 y fallecido en 1472, se le considera el primer arquitecto en el sentido moderno del término: da las trazas, pero no participa de las construcciones como tales. Procedía de una familia de exiliados florentinos y sus edificios obedecen a una visión tanto universal como propiamente florentina; estudió en las Universidades de Padua y Bolonia y participó en la reforma urbanística de aquella ciudad, siendo su obra teórica muy amplia: es autor de De re aedificatoria y de De pittura y estudió numerosísimas materias.
Enfocó su arquitectura desde un punto de vista humanista, abordando la ciudad como espacio donde vive el hombre, o los templos religiosos como el lugar donde el hombre reza, no solo como la casa de Dios.
Uno de sus proyectos más apasionantes es el del Templo malatestiano de Rimini, una ciudad que, desde 1432, se encontraba bajo el poder del que llamaban precisamente Lobo de Rímini, Segismondo Pandolfo Malatesta (1417-1468). Antes había eliminado a sus dos hermanos para que no pudieran hacerle sombra y, aunque el Papa Nicolás V lo reconoció como Señor de Riminí en 1450, posteriormente Pío II criticó la inmoralidad de sus actos y la decoración pagana de este templo. Ezra Pound rebajaría su maldad.
La cuestión es que él encargó a Alberti modificar la iglesia gótica de San Francisco, paganizándola para su honor y gloria. Aunque no todos sus planes pudieron llegar a término debido a su temprana muerte, sí llegó a levantarse allí un sepulcro precioso para su concubina, que sería su tercera y última esposa, Isotta degli Atti.
Malatesta pensó convertir el edificio en un exvoto por sus victorias: fue tras una muy destacada, en 1448, cuando obtuvo una bula papal para que Alberti interviniese en la que era una modesta iglesia gótica, lo que sucedería en 1449-1450. El Templo malatestiano, envuelto por una estructura de piedra, es una construcción potente y poderosa pese a estar inacabada: no hay cúpula y no se remató el frontón. Por una medalla de Matteo de´ Pasti, decorador del edificio, de 1450, sabemos, no obstante, cómo estaría proyectado: con cúpula y dicho frontón roto con una hornacina central; las columnas y el entablamento iban a apoyarse sobre un basamento interrumpido por una portada adintelada y con frontón.
Pasti había acudido a Rimini un año antes, en 1449, y uno de los elementos que con mayor profusión introdujo en la ornamentación del templo fue el elefante, símbolo de Malatesta; otro, las iniciales S e I entrelazadas, en referencia a Segismondo e Isotta, motivos que levantaron las críticas de Pío II.
Se sabe que en 1460 estaban acabadas todas las capillas y el cuerpo de las naves, pero las obras no continuaron porque Segismondo marchó al año siguiente a luchar al Peloponeso, contra los griegos, al mando de las fuerzas venecianas. De 1464 quedan testimonios de Pasti refiriéndose a la decoración de alguna de las capillas, pero los trabajos quedaron detenidos y no se reanudaron tras la muerte de Malatesta en 1468. Hay quien cree que Filarete también aportó dibujos a la decoración, pero no ha podido confirmarse; quien sí participó fue Agostino di Duccio, y Piero della Francesca, autor de un fresco en el que Malatesta aparece rezando a san Segismundo.
La planta se realizó con tres naves, siendo las laterales más estrechas, cabecera triple y transepto, pero Alberti proyectó convertir también en capillas las naves laterales más pequeñas, como hizo Michelozzo en l´Annunziata, buscando unificar el espacio. La rotonda y la cúpula que Malatesta quiso para acentuar un espacio de enterramiento no se llevaron a cabo.
Finalmente quedaron cuatro capillas a cada lado; las dos primeras desde los pies son abiertas a la nave central, como las terceras y las cuartas, mientras que las segundas están cerradas.
En el altar se halla una tabla con un Crucifijo de Giotto y una pintura de Vasari y los pilares góticos y los arcos de entrada a las capillas quedaron envueltos por mármoles no muy blancos, en contraste con el blanco puro del mármol exterior (este material ya remitía en sí a la Antigüedad).
Los planteamientos de Alberti en el Templo malatestiano eran romanos, no florentinos, pues era Roma y no Florencia el referente de los estudiosos del arte antiguo. Su enorme basamento procede del de los edificios romanos y la fachada se concibió como arco triunfal; hay que recordar que el arco de Augusto en Rímini es el arco romano más antiguo, datado en el 27 a.C., elaborado además en mármol y coronado por un frontón, y repercute en la fachada de esta construcción, porque la fachada la concibió el arquitecto como triple arco triunfal (en alusión a las tres naves), descontextualizando elementos de un arco romano en un templo religioso. Los laterales se han convertido en hornacinas cerradas proyectadas como enterramiento de los padres de Malatesta, y en la parte alta, sobre los arcos inferiores, debió haber un frontón triangular.
Las semicolumnas de la parte inferior son continuadas en la superior por pilastras (doble orden de soportes en pisos sucesivos, rasgo también clásico). Para la envoltura lateral, Alberti se inspiró en los acueductos romanos: Malatesta pensó que las catorce hornacinas laterales del exterior, siete a cada lado, se dedicasen a albergar enterramientos de grandes pensadores, y de hecho se trajeron los restos de Pletón, que yace aquí, y de poetas que escribieron a su favor. Se trata de hornacinas profundas, al igual que las de la fachada.
La decoración de la entrada se dedica a Segismondo, pero la de las capillas remite a diversos santos, por motivos que se desconocen. Isotta quedó enterrada en la tercera de la derecha y la cuarta de ese mismo lado contiene representaciones de planetas procedentes del sueño de Ciprión de Macrobio y musas, y es aquí cuando la ornamentación se desvía especialmente hacia los motivos profanos de culto a Malatesta, al que se identifica como el sol, como Apolo, relacionando el nacimiento de aquel en Delfos con el de Segismondo.
También el “arca de los antepasados”, donde yacen los padres del comitente, contiene iconografía pagana: se representa un Templo de Minerva y un carro triunfal al que, según se ha interpretado, podría estar subido Malatesta.