NOMBRE: Alba
APELLIDOS: Navas Salmerón
LUGAR DE NACIMIENTO: Sevilla
FECHA DE NACIMIENTO: 1975
PROFESIÓN: Artista
El trabajo de Alba Navas Salmerón pudimos verlo el año pasado en Valencia del Ventoso (en el marco de la iniciativa Contenedores de Arte Extremadura), en el Urban Festival de Múnich y en el Centro Cultural La Almona de Dos Hermanas y es fruto de las ideas que recogió formándose aquí en España, en Alemania e Italia y de su interés por los temas femeninos, el cambio de nuestra percepción de lo natural frente a lo artificial y la cara b de todo lo establecido. Búsqueda y reivindicación.
Como a todos nuestros fichados, le hemos preguntado por sus inicios y nos ha contado que dibujaba desde la niñez y que, a la hora de convertir su afición en estudio, contó con el apoyo familiar: Cuando pienso en mi niñez, me veo siempre dibujando y construyendo. Hasta el instituto mi otra pasión eran el teatro y la escritura, pero la verdad es que lo de dibujar se me daba mejor, así que me preparé el examen de ingreso en la Facultad de Bellas artes de Sevilla. Mi madre fue a ver los resultados y me llamó llorando de alegría, porque sabía que era mi gran deseo. Con eso ya se dice todo sobre el apoyo que recibí. Aunque mi padre querría que hubiese hecho carrera diplomática, por eso de que en el instituto sacaba muy buenas notas. Entré entonces a la facultad con la idea de hacer después la especialidad de diseño, pero en primero descubrí la pintura.
Alba es nuestra primera fichada en recordar a los profesores de los que más pudo aprender durante la carrera, así que reproducimos sus nombres para que sirva de homenaje a la labor de quienes han enseñado a artistas: En la clase de Joaquín González, en algunos ejercicios que nos propuso, me salió el torrente del color y vi que eso era lo mío, pintar. Fue un descubrimiento intuitivo, para ocupar la parte más mental estaba la resolución de la composición de las imágenes. Otros profesores a los que recuerdo con especial cariño son fueron Carmen Márquez, que me enseñó a pintar retratos, y aquel al que aun considero amigo, Manolo Caro, al que llamaban entonces el “pintor abstracto” de la facultad. Pasé el verano en Granada pintando paisaje con la beca “Rodríguez Acosta”.
Era 1998 y Alba se fue de Erasmus, movida por el deseo de seguir formándose: Al acabar la especialidad de pintura estaba ansiosa por aprender más, pues era evidente que la carrera en Sevilla te aportaba una formación muy tradicional (de la que no reniego) pero que me dejó desnuda en mi inquietud para enfrentarme a la realidad del mundo del arte fuera de la facultad. Me fui de Erasmus a Berlín en el 99, a la Hochschule der Künste, y me enamoré de esa ciudad en plena transformación; trabajé un montón allí. Vi muchas exposiciones y, como entendía poco el idioma, me dediqué a absorber con la vista mi nuevo entorno. De vuelta en Sevilla, y ya por mi cuenta, me admitieron como estudiante libre en la Bauhaus Universität de Weimar y durante un curso disfruté de la filosofía interdisciplinar que aún conservan de los tiempos en los que surgió la Bauhaus: Ten una idea (o cógela prestada) y busca cómo desarrollarla. Había que hablar mucho y no tener miedo a presentar ante los compañeros. Allí jugué con el arte, me liberé de los límites, empecé a inspirarme en los libros que leía, una frase oída, un roce cultural…
Tras aquella apertura de miras con el sello de Gropius llegó un máster sobre arte público, una mayor profundización en este campo en Italia y una muestra sevillana donde presentó uno de sus primeros proyectos. Corría el año 2001: Allí mismo empecé después un MFA en Arte público y al principio lo pasé mal, pues no sabía por dónde cogerlo. Parecía que tenías que posicionarte políticamente o ponerte del lado de las víctimas de la sociedad y para mí era algo forzado que no me convencía. Con este estudio estuve después un año en Venecia, en la facultad de arte de la IUAV. Allí los profesores eran artistas en activo que venían a trabajar con nosotros un trimestre. Artistas que participaban en la bienal de arte, por ejemplo. Fue muy instructivo, eran como ejecutivos súper atareados con otra gente a su alrededor materializando sus ideas. En Italia encontré un poco mi forma de entender el arte público, que en mí se materializaba en proyectos dirigidos al “espectador”, bien tocando un tema local, bien involucrándolo a ser activo, o incluso delegando en él responsabilidades. “Vasalisa, la muñeca en el bolsillo” se presentó en la Galería Isabel Ignacio de Sevilla. Eran cien muñecas sin sexo ni rasgos definitorios cosidas a mano y entregadas a otras tantas personas que debían terminar de definirlas con la sola sugerencia de un texto que acompañaba a la muñeca.
Terminé mi Master en Weimar con un proyecto bien arriesgado, Weckdienst Weimar, en el que invoqué a los ciudadanos a expresar deseos que yo debía materializar después en pequeñas obras de carácter artístico. El atrevimiento de trasladar pensamientos ajenos y particulares a la producción propia.
Después recibiría otras becas: del INJUVE (2004), la Taipei Artist Village o Iniciarte (Junta de Andalucía).
En 2004 llegó el regreso a Madrid, residencias en Taipei y Ho Chi Minh y la presentación en Barcelona de otro proyecto de arte público: Dancing Salon. Son interesantes las reflexiones de Alba sobre lo que implica desempeñar propuestas de este tipo, en las que no se cuenta con el público como eslabón final que da más o menos sentido a una obra sino como parte integrante y muy significativa de la misma: Trabajar con gente tiene sus peligros, pues la soledad de las personas puede diluirse con el interés por el arte. Poner los límites sin herir a tus “participantes” es una tarea complicada.
Tras aquel periodo de intensa formación en centros internacionales, llegó para la artista el deseo de asentarse: Esta época de movimiento y experimentación fue muy enriquecedora y cansada. En las residencias también conocí a muchos artistas estupendos, pero con una vida de idas y venidas, siempre pensando en lo que vendría después, y me pareció que además de ser artista yo quería tener raíces.
En ese punto llegó su primera hija, y al margen de lo personal, su nacimiento también se dejó sentir en su actividad artística. Crecieron las búsquedas hacia dentro y hacia fuera y también la claridad de sus reivindicaciones, sin que por ello perdieran sus trabajos sentido estético: Tener una hija (qué nació en Barcelona) me revolvió la vida personal y profesional, a partir de entonces no me valía cualquier cosa, ni todo me interesaba. A esta niña la integré en mi actividad artística; volví al trabajo de taller, más delimitado. Con su llegada se reafirmó el aspecto reivindicativo de mis obras, que en esta fase fue una reflexión sobre la infancia en su vulnerabilidad respecto al conductivismo social y sobre la maternidad como forma de consumo. Crítica pero siempre amable, lo que hago nunca pierde su carácter fuertemente visual. Basta una segunda lectura para captar que hay un mensaje sugerido pero contundente. Un buen amigo artista definió mi trabajo como “proveniente de una sutil rebelión”. Puedes tomarlo o dejarlo, pero te perturbará de algún modo.
Para entonces, Alba ya había participado en un buen número de muestras en España, entre ellas una presentación dentro del programa “Emergencias” en La Casa Encendida, una individual en la Galería Concha Pedrosa. Su obra se exhibió además en ROOM ART FAIR y ARTE SANTANDER. En el Centre d’ Arte Contemporani Addaya balear presentó “Ahora debo pensar en lo mejor para ti”, en Alaró, y “Póngase una cruz (X) en la casilla correspondiente”, en Palma de Mallorca.
Al margen de sus propuestas de arte público, quizá sea la pintura el medio en que más ha trabajado nuestra fichada, siguiendo procedimientos que tienen mucho de intuitivos y libres y que parten de motivos de inspiración cotidianos y de sus reflexiones sobre ellos.
Nos recuerda, además, que no dejemos de fijarnos en sus títulos, en ellos sí que no interviene el azar. Cuando desarrolla acciones o trabaja con objetos, las cosas cambian: La pintura siempre me ha acompañado. El proceso se ha ido definiendo con el tiempo: un elemento fijo, tal como “sobre un lienzo estampado de flores”. Un impulso o imagen como punto de partida: por ejemplo un encuentro con “un señor que busca un sótano para sus pertenencias, aunque sea con humedades”; empiezo el cuadro o dibujo sin saber cómo acabará. A veces es un proceso largo y difícil. Lo hago así porque me gusta que el resultado me sorprenda, dar lugar al no control. Hasta la fecha sigo pintando una figuración que oscila entre la simplificación y cierto realismo, según la fase. Me gusta escribir en los cuadros, los títulos son muy importantes, jamás un S/T.
Con los objetos y acciones el proceso es diferente: las ideas dirigen. El medio es indiferente mientras sea técnicamente sencillo. Los temas pueden ser cosas que se van repitiendo hasta irritarme, como los comentarios en la calle sobre lo rubias que son mis hijas siendo yo española y “tan oscura”. Hablo de cosas que he vivido de primera mano y que a la vez se refieren a temas sociales, culturales, tópicos, apreciaciones, prejuicios o valores.
En su producción está presente, como decíamos, la indagación en lo femenino, el juego de unir lo bello y lo que provoca rechazo en una misma obra y el espacio que somos verdaderamente capaces de otorgar a lo natural sin necesidad de modificarlo: Trabajé mucho tiempo con las contradicciones entre lo bello y lo repulsivo, como en mi “BRAUTKLEID”, un traje de novia confeccionado con pañuelos de papel usados en un traje imposible de tres metros de largo. He hecho también un par de acciones con compresas femeninas de celulosa. En el fondo es una necesidad de mostrar la otra cara de la moneda, sea cual sea. Soy recurrente en los temas femeninos porque soy mujer. Me interesa el tema de la transformación de la naturaleza humana, me refiero por ejemplo a las operaciones estéticas. Observar cómo llegamos al punto de reconocer lo intervenido como natural, incapaces de distinguir entre naturaleza y artificio.
Como muchos de los que ahora se hacen llamar “expatriados” (ella reside en Múnich desde hace siete años) ando ocupada con temas y puntos de fricción de mi cultura de origen y la cultura donde vivo. Sé que es causa de la añoranza. A la vez considero una posición privilegiada ver las cosas desde fuera, desde otra perspectiva mucho, mucho más amplia. Ahora me entusiasma el éxtasis que buscan y encuentran los costaleros en Sevilla, la espontaneidad de los actos cotidianos, la forma desenfadada de hablar que aquí donde vivo resulta completamente descarada. En esta dirección el año pasado realicé una performance con el título “Culo blanco”, por la canción que cantaban los niños del postfranquismo.
Quien mira al pasado con ironía quizá es porque lo ha asumido. Alba fue consciente de la llegada de una madurez mayor también a su trabajo, y sitúa 2012 como punto de inflexión: En el fondo lo que estoy haciendo es mirar a una época ya pasada, un síntoma de la entrada perturbadora en la madurez. Podría situar la brecha en el 2012, cuando un problema grave con mis ojos, fundamentales para mi trabajo, me removió en mi base, provocándome gran inseguridad con respecto al futuro. El desprendimiento de retina me dejó en principio paralizada para después hacerme mirar hacia adentro, empezar el camino de enfrentamiento con los propios miedos y sombras. Lo bueno de dejar la fase de la juventud es que es como renovarse. Mejor ser un maduro joven que un joven viejo. Aunque ahora nadie quiere resignarse a envejecer. En eso me encuentro, sacando de dentro mi parte oscura, y respondiendo a lo de fuera, defendiendo la libertad de no seguir la corriente establecida, sea cual sea.
Actualmente Alba codirige el taller de grabado y serigrafía dreiUNdreizig en la Leonrod Haus für Kunst, una casa de artistas del barrio creativo de Múnich, y también diseña y estampa colecciones textiles e imparte talleres.
Para conocerla mejor, podéis permanecer atentos a su web: www.albanavas.com, o a su perfil en Facebook, que ella concibe como diario profesional: www.facebook.com/alba.navassalmeron