Los hermanos Jan y Hubert van Eyck pintaron a principios del siglo XV el retablo del Cordero Místico, una de las obras maestras del arte flamenco y, en general, del arte de todos los tiempos. Deseada, repintada, fragmentada, escondida e incluso robada, esta gran obra ha tenido, literalmente, una vida de película. Su historia no está exenta de “otras historias” que han contribuido a magnificar su grandeza, pero de lo que no cabe duda es de que ante ella es imposible no sentirse conmovido.
El retablo fue un encargo del comerciante y concejal de la ciudad de Gante, Joos Vidj para decorar la capilla familiar en la iglesia de San Juan, convertida después en flamante Catedral dedicada a San Bavón. Tanto el comitente como su esposa, Elisabeth Borluut, ocupan un lugar relevante en el políptico, siendo sus retratos dos auténticas obras maestras en sí. Y aunque es la obra más importante de Jan van Eyck por sus dimensiones (abierto mide 340 x 440 cm y está considerado uno de los retablos más grandes realizados en el S. XV en el norte de Europa), no todo el mundo sabe que el encargo no fue originalmente para él sino para su hermano Hubert, cuya muerte en 1426, cuando apenas había comenzado a pintarlo, propició que fuera finalmente Jan el responsable de gran parte de su ejecución. Aunque cuesta reconocer lo que hubiera podido pintar cada uno de ellos, a Jan se le atribuyen las tablas que vemos cuando el retablo está cerrado, siendo las interiores una combinación de ambas manos.
El políptico, inmerso en un minucioso proyecto de restauración del que ya se han concluido dos fases, está compuesto por doce paneles dobles, que contrastan entre sí, siendo más sobrios los exteriores, mientras que los interiores ofrecen la representación majestuosa de la vida celestial. En su momento, el retablo solía permanecer cerrado y solo se abría los domingos y en festividades especiales. No se ha conservado el marco original pero se cree que se trataba igualmente de una pieza excepcional, que podía tener, incluso, un mecanismo de relojería. Cerrado, el políptico nos deja ver en su parte superior a las sibilas de Cumas y de Eritrea, y, junto a ellas, en los lunetos, los profetas Zacarías y Miqueas; la escena de la Anunciación, en el centro; y, debajo, las figuras de los Santos Juanes, flanqueados por los comitentes.
Abierto, encontramos en la parte superior a Dios, la Virgen y Juan Bautista, los ángeles músicos y cantores, vestidos con ropa de liturgia y Adán y Eva, que destacan, y sobre todo lo hicieron en su época, por ser figuras sin idealizar y por estar completamente desnudos. Es posible que Van Eyck utilizara como modelos a gente de la calle y ambos suponen una representación absolutamente novedosa. También lo fue la forma en la que el pie de Adán sobresale del marco, acercándolo al espectador, así como el hecho de que Eva portase en la mano un cítrico, en lugar de la proverbial manzana. En la parte baja del retablo encontramos la representación del pasaje del Apocalipsis de san Juan en el que se cuenta la historia de la redención del hombre mediante el sacrificio de Cristo (la historia que ha comenzado con el pecado representado por Adán y Eva, finaliza aquí con la entrega de Dios por los hombres). Sobre un altar se sitúa el cordero, de cuyo pecho brota un chorro de sangre que se recoge en un cáliz. La escena tiene lugar en un prado verde, lleno de flores en el que también se representa a 14 ángeles con elementos de la pasión y delante de ellos la fuente de la vida, gran ejemplo del virtuosismo de Van Eyck al representar cada gota de agua. A su vez, hay cuatros grupos de personas: paganos y judíos; apóstoles, papas y santos; mártires masculinos y mártires femeninas.
Destaca la imagen de la paloma iluminando la escena y al fondo la Jerusalén celestial, con edificios flamencos, algunos de ellos reconocibles.
En las tablas laterales, a la izquierda Los Jueces Justos y los caballeros cristianos; a la derecha, los ermitaños y los peregrinos, acompañados por San Cristóbal, patrón de los viajeros.
Tras su presentación en 1432, el altar permaneció durante 100 años en San Bavón, hasta que en 1566 comenzaron sus aventuras y periplos, cuando tuvo que ser desmontado para esconderlo durante las revueltas calvinistas iconoclastas. El retablo era claro objetivo de aquellos que consideraban que el Cordero Místico representaba el apogeo de la perversidad del catolicismo. Milagrosa y secretamente había logrado llegar hasta el Ayuntamiento, donde fue custodiado hasta que el catolicismo, que había dejado de ser religión oficial en Gante a mediados del siglo XVI, volvió a ser instaurado en 1584, y el retablo pudo volver a su emplazamiento original.
Ya hemos comentado el detalle de que Adán y Eva estaban lejos de ser figuras idealizadas y este hecho motivó que en 1781 el retablo se viera afectado por el pudor del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que en su visita a Gante consideró la desnudez de esos personajes tan impúdica como para que, por temor, el alcalde de la ciudad tuviera que retirar los dos paneles y clausurarlos en el archivo de la Catedral. Este no sería el único incidente relacionado con estos paneles, que en 1861 fueron vendidos al Estado belga (su actual dueño, el resto del retablo es propiedad de la Catedral de Gante) y este pagaría al artista Victor Lagye para que cubriera su desnudez con pieles.
Mucho antes de eso, durante la revolución francesa, el retablo fue despiezado y la tabla central del Cordero Místico fue trasladada en carreta hasta París y expuesta en el Louvre (entonces Musée Napoleon). No sería hasta 1815, tras la batalla de Waterloo, que el rey Luis XVIII devolvió el panel a la catedral de San Bavón. Pero los tiempos de paz no habían llegado, ni mucho menos, y el 19 de diciembre de 1816 los paneles laterales (a excepción de Adán y Eva) fueron vendidos a un marchante, L.J. Nieuwenhuys, de cuyas manos pasaron a las del coleccionista británico Solly y de él al rey de Prusia, que a su vez los cedió al Museo Kaiser Friedrich en Berlín, donde posiblemente pasaron por su momento más crítico. Con la intención de que pudieran ser expuestas ambas caras, alguien tuvo la temeraria idea de cortarlos longitudinalmente por la mitad. Las tablas centrales, que permanecían en la Catedral, también se verían afectadas, prácticamente en la misma fecha, debido a un incendio en la catedral de San Bavón que provocó que, en el rápido traslado que se ejecutó, el panel central inferior se partiera por la mitad. Entrados en el siglo XX las cosas no mejoraron y cuando, durante la Primera Guerra Mundial, Alemania invadió Bélgica, el canónigo de la Catedral ideó un plan para sacarlo de allí y evitar que cayera en manos de los soldados alemanes. Con la ayuda de dos ministros belgas redactó una carta falsa que afirmaba que el retablo había sido trasladado a Inglaterra para salvarlo de los bombardeos, pero en realidad nunca salió de la ciudad sino que permaneció oculto (y muy fragmentado) en casas particulares de Gante. Finalmente, tras la guerra, gracias al Tratado de Versalles, que obligaba a restituir los paneles expuestos en el museo de Berlín, como parte de las reparaciones de guerra, el retablo podía volver a componerse completamente. La Segunda Guerra Mundial y la megalomanía de Hitler volvieron a ponerlo en peligro. Almacenado junto a otras obras recopiladas por los nazis en la mina de sal austriaca de Altaussee, se libró por poco de saltar por lo aires, gracias de nuevo a la colaboración ciudadana, esta vez de los habitantes de Altaussee. Su traslado a Bélgica tampoco fue sencillo, pero por fin, en noviembre de 1945, el retablo volvía a la Catedral de San Bavón.
El Cordero Místico también fue objeto de un robo de novela. Fue la mañana del 11 de abril de 1934 cuando se descubrió que los paneles de Los Jueces Justos y San Juan Bautista habían desaparecido. Tras pedir un rescate de un millón de francos belgas, el ladrón entregó la tabla del santo como garantía de que disponía de los paneles. Sin embargo, tras fallidas negociaciones, la pintura de los jueces nunca pudo ser recuperada y aún hoy se desconoce su paradero. La que vemos en el retablo es una copia realizada por Jef Van der Veken.
EL AUTÉNTICO CORDERO MÍSTICO
En 2012 el KIR-IPRA (Instituto Real belga del Patrimonio Artístico) comenzó la primera fase de restauración del Retablo en el Museo de Bellas Artes de Gante. Una vez concluida la labor en los paneles exteriores, en 2016, se comenzó la de las tablas interiores inferiores, que se ha prolongado en el tiempo mucho más de lo esperado, hasta finales de 2019, en parte por la necesidad de eliminar capas de pintura añadidas (hasta en un 70%). Lo curioso es que la primera de ellas fuera en el siglo XVI. Esto quiere decir que durante siglos hemos admirado una obra de arte maravillosa, que en realidad no era el original, y que ahora, tras la limpieza, se descubre aún más bello. Más allá de la recuperación del color original, detalles en los pliegues y la profundidad, destaca la aparición de otros detalles hasta ahora ocultos. Uno de los más significativos es el del propio cordero, cuya cabeza ha cambiado ligeramente. Lo apreciamos en las orejas y en la boca, pero sobre todo en los ojos, que ahora miran de frente, directamente al espectador, y son mucho más “humanos”.
Los responsables de la restauración confían en poder iniciar en 2021 la tercera fase, la de la parte superior interior del retablo, que también se prevé complicada por la dimensión de la tabla, por la cantidad de repintes que tiene y por contener elementos muy delicados y complicados de limpiar como el brocado del manto, que está, además, en bastante mal estado.
JAN VAN EYCK, MÁS QUE UN GRAN PINTOR. UN ARTISTA REVOLUCIONARIO
Aunque Vasari le atribuyera la invención de la pintura al óleo, hoy sabemos que esto no fue exactamente así. De lo que sí fue responsable es de su perfeccionamiento y de la aplicación de aditivos y secantes que permitieron un mayor desarrollo de la técnica. También fue un avanzado en el nuevo uso de la perspectiva atmosférica, que otorgaba una profundidad nunca antes vista, y su capacidad para reflejar los detalles más minúsculos, a veces utilizando para ello pinceles de uno y de dos pelos, es también sorprendente. Por todo ello, en su época estuvo considerado el pintor más famosos de Europa y hoy en día es uno de los grandes maestros universales.
Se dice que Jan van Eyck (1390-1441) fue el primer pintor de la historia capaz de representar en sus cuadros fenómenos naturales como la luna de forma científicamente correcta. También fue de los primeros en firmar sus cuadros, lo que da testimonio de su consciencia como artista.
Su dedicación a la pintura no fue, sin embargo, exclusiva, sino que se sabe que como pintor de corte de Felipe el Bueno, realizó numerosos viajes al extranjero como miembro de la delegación de la corte de Borgoña y se dice que muchos de ellos tenían como objeto oculto obtener información de las cortes rivales. Más allá de verdades o leyendas lo que es un hecho constatable es que su maestría artística y su capacidad para innovar, así como su incansable deseo de aprender, se benefició de aquellos viajes. Un buen ejemplo de ello es la introducción de elementos de la flora y la fauna exótica que reprodujo de manera detallada en sus pinturas, especialmente en el retablo del Cordero Místico.
Ahora, hasta el 30 de abril, tenemos la oportunidad única de ver la obra de Van Eyck como nunca antes, gracias a “Van Eyck. Una revolución óptica”, la exposición que el Museo de Bellas Artes de Gante (MSK) dedica al autor del Cordero Místico. Se trata realmente de una muestra excepcional, la mayor dedicada al artista hasta la fecha, en la que, además, ocho de las tablas del políptico de Gante pueden verse, por primera y última vez, fuera de la urna de cristal en la que se custodia en la catedral, expuestas como piezas individuales y a la altura de los ojos.
La exposición nos propone indagar en los grandes aspectos de esa revolución óptica que ya nos avanza su título. La mencionada mejora de la técnica al óleo; la ilusión de cualquier objeto y las textura con el máximo realismo, con una brillante coordinación entre la mano y el ojo, que le permitía pintar directamente lo que observaba. Se recoge también su conocimiento científico: se sabe que fue un gran experto en geometría, conocía las leyes de la perspectiva y de la óptica y cómo estas se trasladaban a la representación de lo divino.
En todo el mundo tan solo se han conservado una veintena de pinturas de Jan van Eyck, de las cuales la mitad están presentes en esta muestra, organizada a partir de los ocho paneles exteriores de la Adoración del Cordero Místico, ya restaurados, más las tablas de Adán y Eva (aún por restaurar), que sirven para introducir los capítulos en los que se divide: “Caída y salvación”, “El espacio”, Madre e Hijo”, “Santos en un paisaje”, “El retrato divino”, “La Palabra de Dios”, “Arquitectura”, “La imagen pintada” y “El individuo”. Junto a ellas, nueve obras de su taller y cerca de un centenar de trabajos de la Baja Edad Media que sirven para contextualizar la producción del flamenco.
A lo largo de 13 salas del MSK nos adentramos en la obra de Van Eyck y podemos conocer mejor su figura. Desde las primeras salas centradas en su paso por la corte borgoñona, en las que se pone de relieve la prosperidad económica y cultural de la región, hasta avanzar poco a poco en su magistral tratamiento de la luz, los tejidos y múltiples detalles. La atenta observación de la realidad y su forma minuciosa y “verista” de plasmarla en la pintura, como nunca antes se había hecho, sigue resultándonos asombrosa hoy en día. También la forma en la que moldea las figuras o los objetos a través de la luz.
La exposición es magnífica en su conjunto, con préstamos de prestigiosos museos e instituciones internacionales, pero destaca de manera especial la penúltima sala, dedicada a los famosos retratos que Van Eyck hizo de algunos contemporáneos suyos. Allí están los comitentes del retablo de la catedral de San Bavón, Joos Vidj y Elisabeth Borluut, como introductores del tema; está Margarita, su mujer; el Retrato de Baudouin de Lannoy, que también ha sido recientemente restaurado, el de Jan de Leeuw, el Hombre con capirón azul o el Retrato de un hombre, Leal Souvenir (Thymotheos).
EL MAYOR TESORO DE LA CIUDAD
Gante, la ciudad donde Van Eyck pintó el Cordero Místico, se vuelca este año 2020 en celebrar la figura del pintor y su gran obra maestra. Durante meses, habitantes y visitantes serán testigos del vínculo entre el autor y la ciudad, a través de un completo programa de actividades bajo el título OMG! Van Eyck was here.
Más allá de la exposición en el Museo de Bellas Artes, abierta hasta el 30 de abril, Van Eyck estará presente en otros museos y en las calles de Gante. El “Tour de los 7 sentidos”, por ejemplo, dará la posibilidad de explorar la ciudad de otra manera, llevándonos a las mismas sensaciones que podía sentir el artista cuando paseaba por Gante y sus lonjas en el siglo XV; habrá manifestaciones de arte callejero inspiradas en Van Eyck o se podrá asistir al espectáculo multimedia e inmersivo “Lights on Van Eyck”, de Mat Collishaw, en la iglesia de San Nicolás (del 28 de marzo al 1 de noviembre).
Durante el mes de mayo Gante acogerá una nueva edición de su tradicional festival municipal de las Floralias, que este año estará dedicado a las plantas que aparecen representadas en el Cordero Místico. Una reinterpretación y un homenaje de los maestros florales al edén de Van Eyck. Las flores del retablo también motivarán la transformación de la plaza Maaseikplein en un auténtico huerto lleno de frutales y un oasis verde en el que el cemento habitual dejará paso a un espacio ajardinado de 1400 metros cuadrados para el disfrute de todos.
La música tampoco será ajena a la celebración de este año temático y contará con el estreno mundial, el 22 de septiembre de 2020 en la Catedral de San Bavón, de Agnus Dei, the adoration of the Lamb, una composición para coro y órgano del afamado compositor Arvo Pärt.
El Cordero Místico también ha sido fuente de inspiración para cocineros y pasteleros de la ciudad, que ofrecerán sus creaciones culinarias; y para diseñadores, destacando la exposición “Kleureyck. Los colores de Van Eyck en el diseño”, que tendrá lugar en el Museo del Diseño de Gante a partir del 13 de marzo y que permitirá descubrir el espectro de pigmentos utilizados por Van Eyck y sus contemporáneos. Os invitamos a conocer más acerca de estas propuestas y de todas las demás organizadas con motivo del año temático en la web de Visit Gent.
El 24 de junio, día de San Juan, se celebrará una gran fiesta popular en las calles alrededor de la plaza Sint-Baafsplein, con motivo de la “vuelta a casa” del Cordero Místico. Sin embargo, no será hasta el 8 de octubre cuando podamos ver las tablas instaladas definitivamente (a falta de la última fase de restauración) en su nueva capilla de la catedral, dentro de una nueva estructura de cristal que mejorará sus condiciones de conservación. Además, se abrirá al público un centro de visitantes, donde se podrá ampliar la experiencia de la contemplación del retablo con una inmersión virtual de realidad aumentada a través de una visita de treinta minutos o de una hora, en la que tanto la obra como la Catedral cobrarán vida. Podremos sumergirnos en las distintas fases de la construcción del edificio, pasear por el taller de Van Eyck y aprender cada detalle de la iconografía de la pintura así como conocer los principales hitos en su tempestuosa vida.
El Año Van Eyck es una iniciativa de Turismo de Flandes, dentro del proyecto de homenaje a los maestros flamencos que desde 2018 ha destacado el trabajo de grandes autores como Rubens (2018) o Bruegel (2019). Podéis encontrar toda la información sobre los eventos y actividades relacionadas con estos pintores y las ciudades en las que vieron florecer su arte en https://www.flemishmasters.com/es.