En el mar de Sorolla: pintura y un relato

La muestra que lo reúne con Manuel Vicent llega a la Fundación Bancaja valenciana

Valencia,

La programación expositiva destinada a conmemorar el centenario de Sorolla aún no ha terminado fuera del museo del pintor en Madrid, que el pasado 1 octubre cerró sus puertas por obras de rehabilitación y ampliación que está previsto que duren hasta 2026. La exhibición “En el mar de Sorolla con Manuel Vicent”, que hace unas semanas pudo visitarse allí y que también ha pasado por el Museo Goya de Zaragoza, aterriza el próximo 4 de octubre en la Fundación Bancaja valenciana: en esta ocasión, en torno a la pintura vitalista de este autor se nos ofrece un comisariado literario, un diálogo entre su arte y los textos de Manuel Vicent a partir de la atención de ambos al Mediterráneo y la vida junto a él.

Contando con obras de los fondos del Museo Sorolla, el escritor castellonense ha construido, por un lado, un itinerario visual sobre la presencia dominante del mar en las telas del artista y por otro, y basándose en esas mismas piezas, un relato en el que se entreteje a sí mismo y su biografía con la del pintor y con las de todas las gentes que han vivido y trabajado bajo esa misma luz y junto a ese mar, que a fines del siglo XIX y en la primera mitad del XX protagonizaron las composiciones de Sorolla y que hoy quizá puedan aún encontrarse representados, a sí mismos o a sus familiares no muy lejanos, en estas escenas.

De este modo, convergen en el montaje dos miradas, la de un pintor que llegaba a disfrutar de su profesión hasta rozar el éxtasis, y la de un escritor que siempre ha ahondado en escenarios comunes a los de aquel: tienen en común su naturalismo; de algún modo, Vicent viene a seguir la estela de escritores contemporáneos al pintor que también narraron el mar y sus oficios. Se ha preocupado por poner palabras a la vida que se desarrolla en esas escenas vibrantes con su lado luminoso (el más evidente) y el que no lo es tanto, sin poder prescindir, evidentemente, de su propia experiencia. Algunos críticos literarios ya se habían referido al artífice de Balada de Caín, Tranvía a la Malvarrosa o Son de Mar como el Sorolla de nuestras letras por su estilo a un tiempo realista y bello, sensual y luminoso, plagado de matices y normalmente con el Levante como trasfondo.

Sorolla. Estudio para El baño, 1899. Museo Sorolla
Sorolla. Estudio para El baño, 1899. Museo Sorolla

Se articula la exhibición en cuatro secciones (El subconsciente está lleno de algas, Un drama naturalista bajo la luz del Mediterráneo, Veraneantes burgueses en el Cabanyal y En el mar de Xàbia) y en tres líneas básicas de discurso: el relato de Vicent de sus reflexiones ante las pinturas de Sorolla, ligadas inevitablemente a su propia memoria del mar desde la infancia; la narración de los quehaceres o placeres cotidianos en la playa del Cabanyal, donde confluían pescadores en la playa, marineros o burgueses que paseaban, distintas existencias compartiendo paisaje; y, por último, un acercamiento del mismo Vicent al arte de Sorolla y su estética luminista, que asocia asimismo a la literatura de Blasco Ibáñez (el creador de Cañas y barro fue amigo del artista).

El recorrido se inicia con algunas de las pinturas más luminosas de Sorolla (Después del baño, Nadadores, Jávea o El balandrito) y con el recuerdo de Manuel Vicent de su niñez y sus primeros hallazgos en la playa, un espacio para él temprano de alegría y libertad (El primer verano de mi vida, con solo tres meses de edad, lo pasé junto al mar y puede que mi cerebro hubiera absorbido de forma inconsciente el resplandor ofuscante del sol en la arena, la brisa de sal que expandía el olor a algas y a calafate de las barcas de pesca varadas, el sonido rítmico del oleaje). La memoria de su adolescencia y su desahogo sensorial se acompaña aquí de piezas como La hora del baño, Valencia o Después del baño, Valencia.

Por contraste, en la siguiente sección tendrá cabida el drama: no solo era el Mediterráneo un lugar de dicha, también de trabajo y esfuerzo para pescadores y niños que participaban de la faena y que difícilmente encontraban en las aguas posibilidades de placer. En palabras de Vicent, en el fondo de una luz blanca deslumbrante hay una luz negra que te ciega y te obliga a entornar los párpados. Esta dialéctica estética entre contrarios me ha acompañado siempre y llegado el caso me ha servido para penetrar en el significado profundo que contiene esa lucha contra el mar que establece la pintura luminosa de Sorolla.

A la obra de este (en ese apartado se recogerán La llegada de las barcas, Valencia; Cordeleros, Valencia; Pescadora con su hijo, Valencia; Pescadoras valencianas o Chico del Cabanyal) llegaron, igualmente, esas penurias: Debajo de la luminosa estaban las miserias y las pasiones de los hombres de la mar, las blasfemias o los silencios humillados, las borrascas que sucedían en tierra mediante celos, venganzas y naufragios que expresa la novela Flor de Mayo, de Blasco Ibáñez.

Sorolla. La llegada de las barcas, Valencia, 1905. Museo Sorolla
Sorolla. La llegada de las barcas, Valencia, 1905. Museo Sorolla

El contrapunto, burgués y ocioso, se reserva para un tercer capítulo en el que el sol no abrasa sino que broncea y se posee el tiempo y la relajación necesarios para aproximarse al mar con otros ojos: A inicios del siglo XX los poblados marítimos estaban unidos a las colonias veraniegas que los burgueses de Valencia habían establecido en la playa y en ellas los felices tenderos de la ciudad y los pescadores de pasiones elementales convivían durante unos meses al año. Unos habitaban casas de estilo colonial y otros sobrevivían en miserables barracones; unos llevaban pamelas o sombreros de Panamá y vestían telas blancas de dril, otros iban descalzos y escondían una navaja en la faja. Contemplaremos, en este caso, algunos retratos familiares del suegro y la mujer del creador de Triste herencia, vestidos de un blanco en el que caben decenas de matices derivados de la luz.

Sorolla. Antonio García en la playa, 1909. Museo Sorolla
Sorolla. Antonio García en la playa, 1909. Museo Sorolla
Sorolla. Clotilde y María en la playa, 1908. Museo Sorolla
Sorolla. Clotilde y María en la playa, 1908. Museo Sorolla

La exhibición se cerrará llevándonos a Jávea, el otro escenario habitual, junto al Cabanyal, en el que trató Sorolla de apropiarse de una luminosidad que le proporcionaba inspiración y gozo. Había acudido por primera vez a esa localidad de Alicante en 1896, y su impresión más que favorable la compartió en una carta a Clotilde: Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar. Supera a todo. La belleza del entorno se convierte allí, incluso, en razón para la espiritualidad, la enraizada en los placeres más sencillos y próximos a la naturaleza. De luz de moscatel habla Manuel Vicent.

Pocos trazos le bastaron a Sorolla para transmitir el encanto de estos lugares en Cabo de San Antonio, Jávea; Isla del Protichol, Jávea; La noria, Jávea o Mar de Jávea. Es el último de los enclaves en los que vincula esta exhibición la actitud moral y estética del pintor y del escritor; podremos ver, asimismo, fotografías de época con el primero en el Mediterráneo y un audiovisual elaborado para este proyecto en el que Vicent relata sus vivencias vinculándolas a las pinturas de aquel.

Sorolla. Isla del Portichol, Jávea, 1905. Museo Sorolla
Sorolla. Isla del Portichol, Jávea, 1905. Museo Sorolla

 

 

“En el mar de Sorolla con Manuel Vicent”

FUNDACIÓN BANCAJA

Plaza de Tetuán, 23

Valencia

Del 4 de octubre de 2024 al 9 de marzo de 2025

 

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