Las carreras de la mayor parte de las artistas que trabajaron en siglos anteriores al XIX (y, muchas veces, también después) han permanecido envueltas en la oscuridad a causa de la ausencia de documentación; no es el caso de la de Elisabetta Sirani, que firmó siempre sus pinturas, las registró en su propio catálogo manuscrito y consiguió ser internacionalmente alabada pese a lo breve de su trayectoria: falleció a los veintisiete años, en 1665, tras un periodo fructífero de menos de diez.
Pintora, grabadora, dibujante y maestra con estudio propio, su relevancia como artista y como fenómeno cultural en el contexto del Barroco italiano fue estudiada ya en 1678, por el historiador boloñés Cesare Malvasia (que la calificó como gloria del sexo femenino, gema de Italia, sol de Europa), y su figura siempre ha sido bien conocida por los escolares de su país; las historiadoras del arte Babette Bohn y Adelina Modesti han publicado, asimismo, recientes ensayos en inglés en torno a su obra.
Hace cerca de veinte años, el galerista Robert B. Simon pudo identificar y adquirir su pintura Cleopatra, después en manos del Flint Institute of Arts. Previamente se había atribuido a Guido Reni, el maestro del propio padre de esta autora, Giovanni Andrea Sirani; y no fue la única vez en que este marchante retiraba la autoría a un Reni a favor de Elisabetta: ocurrió lo mismo en 2005 con Virgen en oración, en los fondos de Jane Fortune. Más recientemente adquirió, para un coleccionista privado, su Dalila y una versión hasta entonces desconocida del retrato de Anna Maria Ranuzzi como la Caridad.
Estas piezas se exhiben ahora en la sala de Simon en Nueva York, no con motivo de ningún aniversario -como suele ser habitual al revisar la producción de este tipo de artistas-, sino más bien desde el propósito de celebrar los hallazgos y casualidades que han llevado al dealer estadounidense a poder profundizar en los lienzos de la boloñesa, una de las últimas representantes del movimiento barroco en aquella ciudad, que por su condición de mujer no pudo formarse en una academia, pero sí se convirtió en pintora profesional a los diecinueve y vio reconocidas tanto su calidad como su rapidez a la hora de trabajar.
Junto a las composiciones que hemos mencionado, reúne esta muestra, titulada “Elisabetta Sirani: Maestra of Baroque Bologna”, otras tres telas representativas de la diversidad de la producción de Sirani: una de sus múltiples versiones de la Virgen con el Niño, en pequeño formato -este fue uno de sus temas más queridos y lo cultivó en constantes ocasiones, introduciendo variaciones llenas de encanto-; Omnia Vincit Amor, alegoría al tiempo que representación alegre de la infancia; y el recientemente descubierto retrato de Ortensia Leoni Cordini como santa Dorotea, cuya modelo dirige su mirada al espectador y se sitúa junto a un bodegón. Como en Dalila y la obra dedicada a Ranuzzi, en esta imagen encontramos la firma de Sirani tejida en las ropas de la figura.
Una representación de sus dibujos también puede verse en Robert B. Simon, entre ellos La tentación de Cristo y una extraña Cabeza de joven en tiza y pastel, a medio camino entre el carácter preparatorio y la obra acabada, así como un ejemplo de su buen hacer como grabadora.
Los clientes de la artista fueron fundamentalmente aristócratas y eclesiásticos, de ahí que la mayor parte de su obra se corresponda con piezas devocionales a pequeña escala y otras de nuevo religiosas, e históricas, de gran formato; llegó a desarrollar imágenes para retablos de iglesias de Bolonia, su ciudad natal, y alrededores. El claroscuro es una nota común en sus lienzos, suavizado a veces por las sombras tostadas que manejaron autores de aquel contexto; también la búsqueda de gracia y refinamiento, característica común a Reni, aunque ella supo crear su sello personal y distanciarse del maestro de su padre a partir de su mayor interés por los temas cotidianos e íntimos.
“Elisabetta Sirani: Maestra of baroque Bologna”
22 East 80th Street
Nueva York
Del 5 al 29 de septiembre de 2023
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