Su figura es conocida y amada por el público internacional, pero de la vida de Vermeer no es mucho lo que sabemos. Fue bautizado en Delft en 1632 y era hijo de Reynier Janszoony, un especialista en sedas que se relacionó con artistas como Pieter Steenwyck, Pieter Groenewegen y Balthasar van der Ast, quienes pudieron influir en la formación de este autor, aunque de esta no tengamos información. Solo sabemos que, en 1653, fue admitido como maestro independiente en el gremio de San Lucas y que, para ser miembro de esa institución, se requería un aprendizaje de al menos seis años con un pintor reconocido de la misma. Hay quien cree que ese maestro de Vermeer pudo ser Leonaert Bramer, pero las diferencias entre su obra y la de su posible alumno son enormes; también se ha manejado la teoría de que pudo haber aprendido con Carel Fabritius, a su vez alumno de Rembrandt; ese artista se convirtió en 1650 en ciudadano de Delft y, dos años después, ingresaría asimismo en el gremio de San Lucas de esa ciudad.
En el mismo año 1653, Vermeer se casó con Catharina Bolnes y, tras su boda, por su progresión artística y por la buena posición económica de su mujer, sus finanzas mejoraron, tanto como para mantener a una prole de quince hijos (cuatro de ellos murieron en su juventud). Además de pintor, probablemente fue, como su padre, comerciante de objetos de arte y con la venta de cuadros ajenos debió ganar incluso más que con los propios.
Es muy posible que trabajara poco para el mercado público; la mayor parte de los clientes de Vermeer fueron promotores o mecenas que apreciaban especialmente sus obras, lo que seguramente explica el escaso número de estas. Uno de esos promotores sería el panadero Hendrick van Buyten y otro fue Jacob Dissius, propietario de una imprenta en Delft, que atesoró nada menos que diecinueve de sus cuadros. De hecho, la mayor parte de los 21 subastados en 1696 en Ámsterdam por Gerard Houet procedían, casi con seguridad, de su legado.
Del prestigio del artista como experto en el mercado nos habla, por otro lado, el encargo honorífico que recibió para verificar la autenticidad de una colección de pinturas venecianas y romanas que el comerciante Gerard Uylenburgh había vendido al Gran Elector de Brandenburgo por 30.000 florines. Este las rechazó por parecerle las piezas copias torpes e imperfectas y Vermeer viajó a La Haya en 1672 para valorarlas: parece que su cliente había acertado, porque impugnó atribuciones a Rafael o Miguel Ángel y declaró ante notario que la colección valía, tirando por lo alto, una décima parte de lo demandado.
Los últimos años de Vermeer se vieron, sin embargo, oscurecidos por las deudas. En el declive de su economía tuvo que ver la guerra franco-holandesa, causa de que su familia, y la de su esposa, dejaran de percibir arrendamientos de propiedad; además, desde 1672 le resultó imposible vender sus cuadros y, según contó luego su mujer, cayó en un estado de melancolía tan hondo que, en día y medio, cayó enfermo y murió.
Como sabemos, representó especialmente mujeres jóvenes integradas en contextos narrativos, insinuados estos: la presentación de una trama es evocada por un atributo, sea un instrumento musical, una báscula dorada… Además de esas composiciones “de género”, hay en la obra de Vermeer lienzos que carecen de esos elementos, de modo que podemos considerarlos retratos, impresión reforzada por el hecho de que las mujeres que aparecen en ellos están pintadas en primer plano. No obstante, es difícil decidir si Vermeer buscó en todas ellos la individualización o si las modelos solo prestan su rostro para otros objetivos de la representación, para trasladar otros mensajes.
En cualquier caso, la mayor parte de su producción conocida formará parte, entre febrero y junio del año que viene, de la que será su mayor exposición hasta la fecha: podrá verse en el Rijksmuseum de Ámsterdam y en su recorrido conoceremos nuevas investigaciones sobre su proceso creativo realizadas por comisarios, conservadores y científicos valiéndose de avances tecnológicos recientes, como los que brindan los escaneados Macro-XRF y RIS. Gracias a ellos ha podido detectarse que subyacen en La lechera bocetos de una cesta y un colgador de cántaros y otros esbozos también se han advertido bajo La tasadora de perlas, arrepentimientos que prueban que, siendo un autor pausado y virtuoso, también introducía cambios en el camino.
Las veintiocho piezas (al menos) que viajarán a Holanda -son treinta y siete las que se tienen por suyas- serán prestadas por museos europeos, estadounidenses y japoneses y destacan las aportaciones de la Frick Collection -ahora cerrada por remodelación- con tres telas que, por primera vez, pueden verse juntas fuera de Nueva York: La lección de música interrumpida, Militar y muchacha riendo y Señora y doncella. El resto de los trabajos en exhibición serán Mujer escribiendo, Muchacha con flauta, aquella La tasadora de perlas y Muchacha con sombrero rojo (National Gallery of Art, Washington); Mujer joven sentada ante el virginal y Dama tocando el virginal de pie (The National Gallery, Londres); Alegoría de la fe católica y Mujer con laúd (The Metropolitan Museum of Art); Cristo en casa de Marta y María (National Galleries of Scotland); Diana y sus ninfas, Vista de Delft y La joven de la perla (Mauritshuis, la Haya); Muchacha leyendo una carta y La alcahueta (Gemäldegalerie Alte Meister, Dresde); Santa Práxedes (The National Museum of Western Art, Tokio); El geógrafo (Stádel Museum); La copa de vino y La muchacha del collar de perlas (Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie, Berlín); La encajera (Musée du Louvre); La carta de amor, Mujer leyendo una carta, Vista de casas en Delft, conocida como La callejuela y la citada La lechera (Rijksmuseum); Una dama escribe una carta con su sirvienta (National Gallery of Ireland) y Mujer joven sentada ante el virginal (The Leiden Collection, Nueva York).
Los lienzos que no formarán parte de este proyecto no pueden viajar, en los casos de los que se ha tenido noticia, por razones de conservación o porque en los contratos de sus legados se establece que no salgan de los museos que los custodian; de El concierto, robado del Isabella Stewart Gardner Museum de Boston, nada se sabe de momento. Y entre el histórico conjunto de piezas que sí veremos en Ámsterdam, los expertos en la figura de Vermeer han mantenido algunas divergencias de atribución en torno a tres (en absoluto extrañas, dados los escasos datos que nos han llegado del pintor y su obra, también poco prolífica): afectan a Muchacha con flauta, a la que el Metropolitan de Nueva York le ha retirado la autoría, concediéndosela a su entorno por su aspecto inacabado, mientras desde el Rijksmuseum se mantiene; y a Mujer joven sentada ante el virginal y Santa Práxedes, en el pasado en duda y hoy ya consensuadas como propias del maestro.
Si os habéis planteado viajar a Holanda para disfrutar de esta muestra, sabed que las entradas pueden adquirirse ya en la web del Rijksmuseum. Se espera alcanzar medio millón de visitas y habrá aforo limitado.
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