El Museo Thyssen presenta los frutos de su restauración del Joven caballero de Carpaccio

Finalizada la restauración de Joven caballero en un paisaje de Vittore Carpaccio, una de las obras fundamentales de la colección del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el centro presenta ahora los resultados del trabajo realizado en una instalación especial que puede contemplarse en la sala 11, donde se ha llevado a cabo esa intervención a la vista del público.

La obra se presenta junto a un vídeo que explica e ilustra los procedimientos y los resultados obtenidos, recogidos asimismo en una publicación monográfica: los análisis de materiales, las radiografías y reflectografías y otras herramientas de investigación han permitido estudiar a fondo esta pintura para conocer en detalle su proceso creativo y obtener la información necesaria para acometer los trabajos con el mayor rigor.

Se ha estabilizado el soporte del cuadro, consolidando zonas frágiles de la capa pictórica, y se ha eliminado el barniz envejecido y amarilleado que cubría la superficie; además, se ha restaurado el marco que realza y protege la imagen. Como resultado, el tono general del cuadro es más frío de lo que parecía antes de empezar la restauración; los blancos son más luminosos, las carnaciones, más rosadas y el cielo de un azul intenso. Aparecieron en los edificios tonos rosas característicamente venecianos y recobraron su intensidad los toques de luz en la hierba y en las flores. Por otro lado, la zona del armiño, antes algo apagada, ha recobrado vida y luminosidad, y la armadura ha recuperado su tono metálico gris-azulado, resaltando sobre el resto de la composición.

El estudio técnico ha revelado algunos datos importantes, confirmando que determinados detalles de la composición fueron modificados o añadidos por el propio artista. La obra supone un despliegue de elementos simbólicos: fauna, flora, paisaje y personajes transmiten mensajes e interactúan entre sí. Además, cada detalle está situado en una posición estratégica para crear un entramado que se relaciona con las virtudes y los hechos que se atribuyen al protagonista, ensalzando su figura: la lanza que sostiene la figura ecuestre es símbolo de la visión, la estrategia, el conocimiento y la victoria y el perro que lo acompaña es alegoría de la fidelidad y el sacrificio.

La propia figura del joven caballero, cuya identidad es aún objeto de debate, está formada por dos mitades antagónicas: la superior, con una armadura de estilo italiano, con remaches sencillos y motivos de plumas o escamas en los guardabrazos articulados y en la gorguera, presenta una actitud melancólica y resignada, mientras que la inferior, con motivos florales decorando las protecciones de la armadura, lo muestra más firme y arrogante. La espada divide esas dos partes de la figura. En la instalación se ha incluido una espada de características semejantes a la que sujeta el caballero, prestada por Patrimonio Nacional.

La observación de la pieza con luz infrarroja ha permitido visualizar los estratos subyacentes. El dibujo bajo las capas de color presenta un trazo firme y se comprobó que la figura a caballo se había añadido tras pintar la arquitectura de la izquierda y que ocultaba otra figura ecuestre, de menor tamaño y en dirección opuesta, concebida quizás en un primer planteamiento. También se pintó posteriormente el pavo real que, por un efecto óptico, parece posado sobre el yelmo. Este ave, cuando es representado con la cola plegada, es símbolo de humildad y contención.

Otros elementos fueron eliminados por el artista en la elaboración del cuadro, como un segundo ciervo – animal que guía las almas hacia el otro mundo – descubierto junto al que aparece en la pintura, aunque podría tratarse de una corrección en la posición de un único animal. También se han revelado cambios evidentes en el protagonista, como en la expresión del rostro, con una mirada al principio más frontal que Carpaccio modificó para fijarla finalmente hacia la derecha; o la mano que sujeta la vaina de la espada, que descansa sobre ella en una actitud relajada pero que antes sujetaba con mayor contundencia; o la eliminación de un anillo en su mano derecha.

El paisaje presenta también múltiples correcciones: la eliminación de un promontorio con arboleda y algunos detalles de la ciudadela y cambios en el grosor o en la posición de plantas y animales.

Además, gracias a la radiografía se ha podido apreciar que la pintura original medía unos centímetros menos que la actual y que, antes de aplicar la pintura, Carpaccio dibujó algunos trazos suaves y continuos con pincel. Las modificaciones en el rostro del joven caballero van más allá del ajuste en la dirección de la mirada: la luz del rostro era en un principio más intensa, marcando las facciones de la frente y la ceja derecha y, posteriormente, el pintor decidió suavizarla dejando un rostro más afinado y dulcificado.

El análisis de los materiales en el laboratorio ha permitido conocer, también, más detalles sobre la forma de trabajar de Carpaccio: el lienzo fue preparado con un aparejo de yeso de color blanco sobre el que se aplicó la imprimación. Encima, las capas pictóricas presentan un espesor fino y fueron aplicadas en una o varias manos, utilizando una variada paleta de pigmentos entre los que destacan los negros: carbón vegetal, negro de huesos y negro de antimonio. Destaca el uso de la estibina, un mineral natural de antimonio que, en forma de pigmento, tiene un color gris oscuro; el artista la utiliza sobre todo para la coraza, combinada con albayalde y granos rojos de laca y de bermellón, y aplicó esa mezcla sobre una base ligeramente gris de albayalde y negro de humo.

Detalle del rostro del caballero, antes y después de la limpieza Foto: Hélène Desplechin
Detalle del rostro del caballero, antes y después de la limpieza. Fotografía: Hélène Desplechin

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