La colección de pintura del siglo XIX es una de las más amplias del Museo del Prado, un extenso fondo del que tan solo se exhiben algo más de cien obras, lo que no supone ni un 10% del total. El resto permanece en los depósitos hasta que un proyecto puntual o una restauración permite rescatar alguna de ellas para el deleite del público. Es lo que ha sucedido con la obra de Antonio María Esquivel y es el motivo por el que el Prado creó en su día la sala 60 “Sala de presentación de colecciones del siglo XIX”. En ella, hasta el 20 de enero, se muestran ahora tres grandes obras de temática religiosa realizadas por Esquivel, que han sido recientemente restauradas por el taller de la pinacoteca.
Esta muestra, aunque pequeña en tamaño, es importante para el Museo porque pone en valor una figura fundamental del romanticismo hispalense, pero también porque propone otra mirada sobre la temática religiosa del XIX, de la que no hay demasiados ejemplos en las salas del Prado dedicadas a ese siglo.
Es la primera vez que estas tres obras, representativas del periodo de madurez del artista, pueden verse juntas y su conjunto permite apreciar el estilo y la mirada retrospectiva de Esquivel hacia otros grandes pintores, como Murillo o Guido Reni, su referente internacional.
Preside la sala La caída de Luzbel, una obra religiosa que, en este caso, tiene también algo de personal. Esquivel perdió temporalmente la vista y durante la época en la que no pudo pintar sus compañeros del Liceo de Madrid fueron su apoyo y sustento, por lo que una vez recuperada la visión, y en agradecimiento, pintó para el Liceo este triunfo del Bien sobre el Mal, de la luz sobre las tinieblas. Esquivel innovó aquí en la iconografía de este tema tantas veces representado en la historia del arte y pintó al arcángel San Miguel sin casco ni espada, dando a entender que únicamente necesitaba la luz para derrotar al mal.
Eva Perales, responsable de la restauración de esta pintura, nos desvela algunas claves interesantes como la originalidad y la dureza del tejido (conocido como tela de colchón), lo que nos indica que Esquivel se preocupó por elegir un soporte caro y duradero; una tela muy robusta y tensa, poco vulnerable a roturas. Ya en 1995 Perales realizó una primera limpieza de la capa pictórica para su exhibición en el Casón del Buen Retiro, donde permaneció muy poco tiempo antes de volver a los almacenes y es ahora cuando puede verse en todo su esplendor.
También para El Salvador Esquivel escogió el mejor soporte, manteniéndose con un buen estado de conservación en los años en los que la pintura estuvo expuesta en la Lonja de Palma de Mallorca, desde 1901 a 1964. Es en ese último año, momento en que es devuelta al Museo Provincial de Palma, cuando, posiblemente por falta de espacio, se enrolla y se producen alteraciones en la pintura y el quebrantamiento de los bordes. El trabajo de restauración, muy laborioso en este caso, ha consistido en colocar algunas suturas en los desgarros originados al eliminar las tachuelas con las que estaba guardada la pintura, la limpieza de barnices y la restauración de algunas faltas. Sin embargo, hay en ella algunos daños irreversibles, solo apreciables de cerca, producidos por el exceso de secativo empleado por el propio autor, lo que ha provocado en algunas zonas la aparición de pequeñas ampollitas, efecto que en restauración se conoce como piel de serpiente. En cuanto a la representación de Cristo, vemos un acercamiento a la manera de Murillo pero llama la atención el tratamiento que Esquivel hace de la anatomía, materia en la que era docto. En una vitrina a la entrada de la sala podemos ver expuesto el Tratado de Anatomía Pictórica que elaboró, junto a su hijo Carlos María, como manual de apoyo para los estudiantes –ocupó la Cátedra de Anatomía Artística en el Academia de Bellas Artes– y que se convirtió en un referente para los artistas.
La tercera gran obra en la sala es una imagen de La Virgen María, el niño Jesús y el Espíritu Santo con ángeles en el fondo, en la que aúna las referencias a Murillo con su gusto por la exactitud anatómica y la monumentalidad clásica. Esta es una pintura que fue adquirida por el Estado en 1956, en depósito hasta el 2000, y restaurada en 2011 para la exposición internacional “Portrait of Spain: Masterpieces from the Prado”. Tras la restauración, que básicamente consistió en la limpieza de los barnices, se ha conseguido recuperar la envoltura y los efectos cromáticos originales.
La muestra se completa con un Autorretrato de Esquivel, el último de los que realizara, y un retrato de José de Espronceda, amigo del pintor y uno de sus grandes apoyos durante su ceguera. La efigie del escritor, que también ha sido restaurada para la ocasión, es otro claro ejemplo del equilibrio entre el dibujo, la luz y las tonalidades, perseguido por Esquivel en toda su pintura.
“Antonio María Esquivel (1806-1857). Pinturas religiosas”
Paseo del Prado, s/n
Madrid
Del 10 de julio de 2018 al 20 de enero de 2019
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