El Museo del Prado ha adquirido recientemente, y exhibe ya en su sala 62A, un autorretrato de la pintora romántica Rosario Weiss, fechado en 1841 y titulado La atención. Se daba por perdido, pero ha podido identificarse gracias a un dibujo que se conserva en el Museo del Romanticismo, también en Madrid.
Esta obra, en la que Weiss se representó a sí misma como alegoría de esa virtud de la atención, hacía pareja con otra, también un autorretrato: una alegoría del silencio que pertenece a la colección del Ayuntamiento de Burdeos.
Como es sabido, esta pintora fue discípula de Goya y vivió con el maestro durante su niñez, mientras se encontraba exiliado en Burdeos, ciudad en la que sabemos que coincidió con una entonces muy joven Rosa Bonheur. Aunque murió tan pronto como a los 29 años, tuvo tiempo de llevar a cabo un conjunto de obras en las que probó su sensibilidad para el retrato y su originalidad a la hora de componer las escenas, en ocasiones con marcado sentido político.
Este autorretrato fue realizado por Weiss cuando se encontraba en la plenitud de su talento, y llaman la atención en él la mirada penetrante de la autora y una expresión que da cuenta de su actitud introspectiva: se dedicó especialmente a este género del retrato y supo profundizar en la psicología de sus modelos, en este caso la suya propia. Junto a la citada alegoría del silencio, fue presentada la pieza en una exposición de la Société Philomatique de Burdeos en 1841, tras la que la segunda obra pasó a los fondos del Ayuntamiento de esa ciudad francesa, pero La atención había desaparecido hasta ahora.
El Prado buscaba desde hace tiempo adquirir obras relevantes de Weiss, tras comprar en 2013 el dibujo Retrato de una dama de Burdeos y atribuírsele, en 2008, un retrato que ya se encontraba en su colección, Los duques de san Fernando de Quiroga, copia a partir de un original de otro artista. Con la incorporación de este trabajo a sus salas dedicadas al arte del siglo XIX, la pinacoteca perfecciona la imagen que nos ofrece sobre la pintura en época isabelina y también suma la representación en nuestro recorrido de la que pudo ser la mejor artista romántica de su tiempo.
Esta compra forma parte de la política de esta institución centrada en la recuperación del legado de las pintoras españolas anteriores al siglo XX, iniciada hace cuatro años y que, hasta ahora, ha permitido incorporar y exponer creaciones de autoras como Antonia Bañuelos (1856-1926), Carlota Rosales (1872-1958), María Blanchard (1881-1932) o Aurelia Navarro (1882-1968), entre otras.
WEISS, ACADÉMICA DE MÉRITO
Nacida en Madrid en 1814, Rosario Weiss era hija de Leocadia Zorilla, ama de llaves de Goya desde, por lo menos, 1815. Sabemos que fue él quien la instruyó en el dibujo desde niña y que, asimismo, recibió formación del arquitecto Tiburcio Pérez Cuervo en 1824; con él comenzaría a utilizar el difumino y la tinta china. Antes del 20 de septiembre de ese año 1824, Leocadia y sus hijos Guillermo y Rosario estaban ya instalados en el domicilio de Goya en Burdeos y con él vivirían hasta su muerte en 1828.
En Francia, Rosario continuó recibiendo las enseñanzas del genio hasta que en 1825 pasó a la escuela pública y gratuita dirigida por Pierre Lacour, donde se impartía una enseñanza más académica. En julio de 1833 la familia volvió a Madrid tras una amnistía política y ella trabajó durante un tiempo como copista en el Museo del Prado, en la Academia de San Fernando y en colecciones privadas como la de la duquesa de San Fernando. También elaboró miniaturas -aunque estas no están identificadas-, retratos a lápiz -el grueso de su producción- y litografías; con esta última técnica, que había aprendido en Burdeos, se grabaron sus retratos de Mesonero Romanos, Zorrilla, Espronceda y Larra.
Entre 1834 y 1842 participaría en las exposiciones anuales de la Academia, donde en 1840 recibió el título de Académica de mérito por la pintura, y sería un año después cuando su mencionada obra El Silencio se llevó una medalla de plata en la exposición organizada por la Société Philomatique de Burdeos. También fue socia, desde 1837, del Liceo Artístico y Literario de Madrid, donde realizó numerosos retratos.
Apoyada por el círculo liberal, en 1842 fue nombrada maestra de dibujo de Isabel II y de su hermana, la infanta Luisa Fernanda, recibiendo un sueldo de 8.000 reales al año, pero pudo trabajar en ese cometido poco tiempo, al fallecer a causa de cólera morbo en 1843.
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