El Museo del Prado estrena discurso expositivo en sus salas goyescas: Tiziano dialogará con las Majas

Con motivo de la gran exposición que la Fundación Beyeler suiza dedica actualmente a Goya, una selección importante de obras del aragonés han viajado desde el Museo del Prado a Basilea, circunstancia que ha favorecido la realización de varias intervenciones en las salas 34 a 38 de la pinacoteca, dedicadas a este artista. Su objetivo ha sido ofrecer al público un discurso expositivo y narrativo renovado en torno a parte de su colección en el Museo; además, se han abierto los balcones de las salas 34 y 38, dos de ellos dirigidos hacia el Paseo del Prado y el último al Jardín Botánico, para acentuar la entrada de luz natural y se ha creado una nueva sala de mayores dimensiones al fusionar las numeradas como 37 y 38, demoliendo el tabique entre ellas.

En ese nuevo espacio se exhiben ahora la Maja desnuda y la Maja vestida junto al retrato de la Marquesa de Santa Cruz y, por primera vez, también junto a una de las pinturas de Tiziano que representan a Venus, en concreto Venus recreándose con el Amor y la Música, datada hacia 1555. Procede esta pintura de la Colección Real y su ubicación aquí tiene que ver con la evocación de la decoración propia de uno de los gabinetes del palacio de Manuel Godoy, valido de Carlos IV, en el que se encontraban las citadas Majas de Goya junto a representaciones de la diosa del amor, como la Venus del espejo velazqueña (hoy en la National Gallery de Londres) y otra de Tiziano, recogida en una pequeña copia. La sala evidencia ahora, además, la novedad inherente a las composiciones de la Majas, desnudos que carecen de toda referencia mitológica y cuya modelo no esquiva, en su rostro, la mirada del espectador.

Sala 37-38. Foto © Museo Nacional del Prado.
Sala 37-38. Fotografía: © Museo Nacional del Prado

Por otro lado, la nueva ordenación se completará, en la sala 34, dedicada a pintura religiosa, con la muestra que reunirá durante un año dos bocetos goyescos de la colección de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, ambos preparatorios de su cuadro de altar de San Bernardino de Siena, situado en la basílica de San Francisco el Grande en Madrid; los visitantes podrán así conocer el proceso creativo de esta obra y la precisión aplicada por Goya a la creación de una composición, como esta, de gran complejidad. En esta misma sala, presidida por su Cristo crucificado de 1780, que le permitió el ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se ubican otros tres bocetos de cuadros de altar para iglesias, como las catedrales de Toledo y Sevilla, y pinturas destinadas a oratorios o pequeños altares de clientes particulares.

El conjunto nos permitirá, así, adentrarnos en el desarrollo estilístico de Goya durante cinco décadas, así como en su concepción original y realista de los hechos religiosos y de las acciones de santos y divinidades y en su muy novedoso empleo de la luz.

Las salas 35 y 36, por su parte, continuarán el recorrido por los retratos pintados por el genio a partir de la década de 1780 y hasta la de 1800, haciendo hincapié en el número y diversidad de sus clientes cuando ya se había consolidado como el retratista más importante en la corte de su tiempo. En estos trabajos apreciaremos que desaparece parcialmente el idealismo y la búsqueda de atemporalidad que habían caracterizado hasta entonces el género, que se busca profundizar en el carácter de los modelos y también que su autor quiso conferir a estas imágenes un carácter diferenciado entre sí, en cuanto a composición y expresividad.

Sala 35. Foto © Museo Nacional del Prado
Sala 35. Fotografía: © Museo Nacional del Prado

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