Desde hoy y hasta 2026, forma parte del discurso expositivo del Museo del Prado y de sus colecciones de Rubens El martirio de San Andrés de este artista, perteneciente a los fondos de la Fundación Carlos de Amberes. Puede contemplarse en la sala 16 B del edificio Villanueva mientras tienen lugar las obras de rehabilitación arquitectónica de la sede de esta última institución, privada, sin ánimo de lucro y dedicada al fortalecimiento y divulgación de la cultura y los valores europeos.
Fue un agente en Madrid de la Imprenta Plantiniana de Amberes, llamado Jan van Vucht, quien encargó al pintor flamenco este lienzo con el fin de que decorase el altar mayor de la iglesia del Real Hospital de San Andrés de los Flamencos, donde se dispondría en 1639. Se trata de una obra correspondiente a la última etapa de la producción del de Siegen, que lo llevó a cabo en los mismos años en los que se empleaba en el proyecto de la Torre de la Parada por demanda real. Aquel hospital fue fundado en la calle de San Marcos de la capital en 1606, cumpliendo la voluntad del ya difunto Carlos de Amberes de dar en él cobijo a los pobres y peregrinos que procediesen de las diecisiete provincias de los Países Bajos; en 1621 se le dotó de una nueva iglesia, coincidiendo con la reversión de la soberanía de esas provincias al rey Felipe IV. Es probable que la comisión de esta composición guardara relación con el propósito de atraer a este templo la festividad de San Andrés, que se celebraba habitualmente en la Real Capilla de los Austrias y estaba ligada a la orden del Toisón de Oro, por ser patrono de la Casa de Borgoña y los estados de Flandes.
Representó en esta tela Rubens un fragmento del martirio de San Andrés que se describe en La leyenda dorada de Jacopo de la Vorágine: ¿A qué vienes? Si es para pedir perdón, lo obtendrás; pero si es para desatarme y dejarme libre, no te molestes; ya es tarde. Yo no bajaré vivo de aquí, ya veo a mi Rey que me está esperando. Pese a esto los verdugos, por orden de Egeas, intentaron desatarle; pero no pudieron conseguirlo, más aún, cuantos osaron tocar las cuerdas quedaron repentinamente paralizados de manos y brazos. En vista de ello, algunos de los que estaban de parte del apóstol decidieron desatarlo por sí mismos, mas Andrés se lo prohibió y los invitó a que escucharan atentamente esta oración que pronunció desde la Cruz: ¡No permitas, Señor, que me bajen vivo de aquí. Ya es hora de que mi cuerpo sea entregado a la tierra! Al término de sus palabras el crucificado quedó durante media hora envuelto por una luz misteriosa venida del cielo, que ofuscaba la vista de los presentes y les impedía fijar los ojos en él.
Si La leyenda dorada es la fuente de su tema, el esquema compositivo deriva de la versión realizada por Otto Vennius para la iglesia de San Andrés de Amberes, que se conserva en un dibujo preparatorio en el Museo Boijmans van Beunigen de Rotterdam. Cuenta asimismo este Martirio con el marco original de los ebanistas Abraham Lers y Julien Beymar, criados de Felipe IV.

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