El pasado mes de abril el Museo del Prado y Fundación Telefónica iniciaron el proyecto El arte que conecta, destinado a acercar una selección de los fondos de la pinacoteca madrileña a diferentes puntos de la geografía española: en todas las comunidades autónomas podrían contemplarse durante cerca de un mes piezas relevantes de las colecciones del centro. El objetivo de esta propuesta es fomentar las conexiones sociales a través de la cultura y subrayar que el acervo del Prado forma parte de la memoria y el patrimonio común de todos los españoles, como ya se recalcó en la celebración de su Bicentenario, cuando se emprendió el programa De Gira por España.
La última parada de El arte que conecta es Santander: hasta el próximo 8 de diciembre, su renovado Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria. MAS acoge el retrato que El Greco dedicó al jurista toledano Jerónimo de Cevallos, que nació en Escalona, se formó en Valladolid y Salamanca, fue regidor tanto en su localidad natal como en Toledo y escribió, entre otros libros, tratados como Speculum practicarum et variarum quaestionum opinionum communium contra comunes o Arte real para el buen govierno de los reyes y príncipes y de sus vasallos, donde desplegó ideas que después trataría de llevar a cabo el Conde Duque de Olivares en sus reformas, junto a proyectos de política económica efectuados con anterioridad. Otro texto suyo tiene que ver con su identificación en esta pintura: una estampa datada en 1613 e incluida en su Tractatus de cognitione per viam violentiae in causis ecclesiasticis dio la clave.
El Greco lo retrató en ese mismo año de 1613, cuando aún faltaban casi treinta años para su muerte (en 1641) y sabemos que, igualmente, Cevallos fue amigo y protector de su hijo, Jorge Manuel, pintor y arquitecto nacido en Toledo, en 1631. Esta obra se considera uno de las mejores retratos de la última etapa del artista cretense y José Álvarez Lopera, que fue Jefe de Conservación de Pintura Española del Prado y se embarcó en el estudio y la catalogación de la producción del autor de El entierro del Conde Orgaz, lo relacionó con el retrato de Fray Hortensio Félix de Paravicino que hoy pertenece al Museum of Fine Arts Boston, en cuanto a que, en sus palabras, comparten un artificio que no se encuentra en otros retratos, y que parece haber sido privativo de algunos de la época final: aunque enfrentado al espectador, el efigiado desvía la mirada creando una sensación casi imperceptible, pero a la vez llena de efectividad, de movimiento instantáneo. Por otro lado, la técnica sintética de ambos, de una extraordinaria economía y levedad de materias.
Se registró en el Prado en 1834, procedente de la colección real, y antes estuvo en manos del duque del Arco, en su Quinta de El Pardo. Su exposición en Santander se acompañará de charlas y visitas guiadas.
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