Ante las últimas noticias aparecidas en las secciones de cultura de los principales medios de comunicación del país, en las que el futuro de la colección se mezcla sin pudor con líos de familia, y ya sabemos que las herencias sacan lo peor de las personas…, en masdearte nos preguntamos si merece la pena tirar de un tema puramente privado y que en nuestra opinión poco tiene que ver con la cultura.
Para los que nos habéis pedido conocer el alcance de este culebrón en lo que a la Colección Thyssen se refiere, aquí intentamos resumir lo más significativo del asunto, ese del que por supuesto el Museo intenta mantenerse completamente al margen y sobre el que no tiene nada que añadir.
A falta de un año y dos meses para que finalice el periodo de préstamo gratuito de la colección de Carmen Cervera al Museo Thyssen, y por tanto de que acabe el plazo de negociaciones con el Ministerio de Cultura en torno al futuro de los cerca de 300 cuadros que componen los fondos privados de la baronesa, ésta avanzó ayer su voluntad de que dichas obras se expongan, desde el próximo mes de febrero y hasta 2011, de manera conjunta con las que integran la colección del barón.
Al margen de desavenencias familiares, causas en los juzgados, robos de documentos y vídeos televisados (ampliamente difundidos en otro tipo de medios), la baronesa quiso dejar claro, en una comida celebrada con algunos periodistas, que no existe duda de que las obras objeto de negociación son de su propiedad y que ningún interés más allá del artístico debe interferir en posibles acuerdos con el Ministerio de Cultura.
Los enfrentamientos por la herencia Thyssen no son recientes, sino que se iniciaron a finales de la década de los noventa. Hans Heinrich Heini Thyssen poseía en vida una de las mayores colecciones privadas de arte a nivel mundial y un vasto emporio económico, cifrado entonces, según algunas fuentes, en cerca de 3.000 millones de euros. Dicha cantidad, a su muerte, habría de corresponder a sus cuatro hijos biológicos (George, Francesca, Lorne y Alexander, nacidos de sendos matrimonios con la princesa austriaca Teresa Amalia de los Lippe-Weissenfeld y con la modelo Fiona Campbell), y a su última esposa, Carmen Cervera, y su hijo adoptivo, Borja Thyssen.
Parece ser que ya en los ochenta el barón y Carmen Thyssen fraguaron la idea de exhibir en España la colección del primero, iniciada en 1906 por su padre, primer barón Thyssen, y ampliada desde la década de los sesenta. Se descartaron ofertas internacionales porque la opción española garantizaba la preservación de los fondos Thyssen como tales, con un museo propio de un perfil determinado que además llevara el apellido familiar. En 1988 los Thyssen firmaron con el Gobierno español un primer contrato de arrendamiento por el que una vasta selección de sus obras se mostraría en Madrid durante diez años por una cantidad próxima a los cinco millones de dólares anuales. Finalmente, en 1992, abriría sus puertas en la capital el Museo Thyssen y, en 1993, alrededor de 800 piezas de la colección del barón se vendieron al Estado por una cifra nunca confirmada que muchos situaron entonces en torno a los 44.000 millones de pesetas. Dichas obras conforman hoy día la colección permanente del Museo Thyssen-Bornemisza madrileño.
Nueve años después, en febrero de 2002, el barón Thyssen y sus hijos firmaron un acuerdo general, denominado Pacto de Basilea, por el que la herencia de Heini se dividió en cinco trust que tendrían como beneficiarios a cada uno de sus hijos legítimos y a la última mujer del coleccionista, Carmen Cervera. En principio, y según este documento, Borja Thyssen, hijo de la baronesa, no tendría consideración oficial como heredero ni recibiría, de forma directa, bienes de su padre adoptivo, pero si podría beneficiarse, junto con su madre, de ciertas posesiones del barón en Suiza, posesiones que no incluyen la residencia de Villa Favorita, regalo de Heini a su última esposa.
Aceptar un trust de este tipo implica el compromiso de mantener en torno a él absoluta confidencialidad y de no establecer impugnación contra las otras partes ni contra el creador de dicho acuerdo, regido por la legislación británica. El barón Thyssen fallecería poco después de la firma del Pacto de Basilea, en abril de 2002.
Fue en 2004 cuando el Museo Thyssen madrileño acometió su ampliación, inaugurándose un anexo con cerca de las 300 obras pertenecientes a la colección privada de Carmen Thyssen. Hasta febrero de 2011 se exhibirán en el centro en régimen de cesión gratuita al Estado con opción a compra; hasta que llegue esa fecha, la baronesa negocia con el Ministerio de Cultura el alquiler de su colección durante 25 años, etapa en la que, como conocimos ayer, sus fondos se mostrarían junto a los de su marido. No se han hecho públicas las cifras que permitirían llegar a un acuerdo.
En declaraciones a diversos medios de comunicación, Carmen Thyssen ha subrayado que no tiene intención de vender la colección, ya que su propósito es que sus herederos dispongan de ella. Valora que las obras bajo su propiedad estén unidas al Museo Thyssen y unidas entre sí, cuadro a cuadro, con la colección del barón. Así mismo, ha aclarado que no hay riesgo alguno de que dos de esas piezas (un Giaquinto y un Goya reclamados por Borja, quien dice poseer documentos que prueban su propiedad sobre los mismos), puedan salir del centro, aunque reconoce que los propósitos de su hijo no facilitan las negociaciones con el Estado. Se trata, en concreto, del Bautismo de Cristo del italiano y de Una mujer y dos niños junto a una fuente, del aragonés.
Desde masdearte nos hemos puesto en contacto con el Museo Thyssen para conocer una posible postura oficial de la institución en torno a este caso, y nos han comentado que no cuentan con información sobre el tema, pero que, en cualquier caso, es un asunto que no afecta al Museo.