La arqueología siempre ha ocupado un lugar muy importante en las exposiciones de CaixaForum: por sus sedes de Madrid y Barcelona han pasado objetos del Egipto faraónico, de la Roma antigua, de la cultura etrusca, de la Grecia clásica o el Imperio Aqueménida, y hasta el 4 de octubre recalan en su centro de la capital, tras poder contemplarse en Barcelona, dos centenares de piezas de arte mochica procedentes del Museo Larco de Lima.
Se trata de cerámicas, joyas y objetos ceremoniales de metales preciosos –que por su brillo aludían al poder de los astros-, textiles y objetos de uso ritual de madera, piedra, concha y hueso que remiten a la cultura desarrollada por el pueblo que entre 200 y 850 d.C, antes de la dominación inca, ocupó los desiertos y valles de norte de Perú, ricos en recursos marinos. Se considera que aquellas fueron las primeras sociedades estatales del hemisferio sur y que crearon una alfarería y una metalurgia extremadamente avanzadas para su tiempo. Se relacionaron además con los pobladores de otras zonas del que era el actual Perú y establecieron complejas obras hidráulicas para irrigar las tierras secas de la costa.
MUNDO DE ARRIBA, MUNDO DE ABAJO, AVES Y SERPIENTES
Sus modos de vida agrícolas se hicieron presentes en la decoración de telas, vasijas de cerámica, esculturas de madera y piedra, adornos de oro y plata…y los animales se convirtieron en sus símbolos para referirse al mundo celestial (las aves) y al inframundo mortuorio (las serpientes). Ambos se relacionaban, según sus creencias, con el aquí y el ahora del mundo terrestre: un espacio de conexión e interacción de fuerzas opuestas que tenía su símbolo en los grandes felinos cazadores, como el puma y el jaguar.
Precisamente el tránsito, la interacción y la dinámica entre mundos se expresaron en las creaciones mochicas mediante motivos escalonados, espirales y volutas que fueron empleados con frecuencia en el sistema de comunicación visual del arte precolombino y que se convirtieron en símbolos que perdurarían en el tiempo.
Los rituales de este pueblo perseguían instar a los ancestros para que en el mundo “de abajo” cumplieran sus roles, como fertilizar la tierra, y a los dioses del mundo “de arriba” para que otorgasen lo necesario: el sol, el calor, la lluvia y los vientos debían ser favorables para que la vida continuara en la tierra.
Muchas de las piezas expuestas hablan de la fertilidad, una auténtica obsesión para el pueblo mochica, muy preocupado por asegurarse su continuidad social.
Otro motivo de representación recurrente en el arte del antiguo Perú fue la cabeza humana, que a veces aparece individualmente y, en otras ocasiones, formando parte de escenas de combates entre seres mitológicos y humanos. Los mochicas entendían este órgano como metáfora de la potencia vital regeneradora y canal de transmisión del poder divino. Estas cabezas debían contener agua y enterrarse en la tierra, emulando la siembra de una semilla, para asegurar la regeneración de la vida en esa tierra. En general, sus ceremonias más importantes eran las que estaban relacionadas con la fertilidad, el sacrificio y el culto a los muertos y, en todas ellas, el ofrecimiento e intercambio de fluidos era esencial.
Uno de los apartados más interesantes de la muestra es precisamente su broche final, dedicado al personaje que los investigadores llaman Ai Apaec, el héroe mitológico de los mochicas. Creían que poseía el poder del ave, el felino y la serpiente y que era capaz de comunicarse y transitar por los distintos mundos: representaba a los humanos y los conectaba tanto con las fuerzas sobrenaturales y divinas del mundo “de arriba” como con los muertos y ancestros del mundo “de abajo”.
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