La Tate Modern resalta la modernidad del artista noruego y exhibe varios de sus trabajos inéditos
“Edvard Munch: The Modern Eye”
Bankside SE1 9TG
Londres
Del 28 de junio al 14 de octubre de 2012
De domingo a jueves, de 10:00 a 18:00 horas
Viernes y sábados, de 10:00 a 22:00 horas
Del 28 de junio al 14 de octubre de 2012, en la Tate Modern de Londres
Obras: cerca de 140
Organizan: Tate Modern, Londres y Centre Pompidou, París
Defender la plena modernidad de la obra de Edvard Munch es el objetivo de la muestra retrospectiva que desde hoy le dedica la Tate Modern londinense y que cuenta con cerca de ciento cuarenta obras entre pinturas, fotografías, obras sobre papel, films y una serie de esculturas apenas conocidas del artista escandinavo.
Analizando la obra de Munch desde nuevas perspectivas, esta exhibición desvelará la extraordinaria curiosidad del creador por absolutamente todas las formas de representación propias de su época, desde el cine y la fotografía hasta la prensa ilustrada o la escenografía teatral, aunque la mitología presente en sus obras y su carácter de artista atormentado nos recuerden que inició su trayectoria en el siglo XIX.
La exposición se articula en torno a nueve temas y doce salas y contiene piezas inéditas hasta el momento asociadas a sus experimentaciones fotográficas y fílmicas. El impacto de esas prácticas visuales contemporáneas se hizo patente en los efectos de transparencia perceptibles en sus trabajos y en el dinamismo y el carácter narrativo de éstos.
Planteada desde la ambición propia de las muestras de la Tate, “Munch: The Modern Eye” busca transformar la visión del espectador en torno a la obra del noruego y demostrar que, si parte de ella surgió de la angustia, otra parte surgió también de la experimentación y de enfoques absolutamente contemporáneos.
Se prestará especial atención al interés de Munch por la repetición de un mismo tema en múltiples copias y variaciones: veremos seis versiones de L´enfant malade, otras tantas de Jeunes filles sur le pont y una decena de Vampire. Sin perder de vista el carácter sagrado que el Romanticismo confirió a la obra de arte, el noruego fue sin duda el artista de su generación que más cuestionó el asunto de la reproductibilidad de la creación, fundamental en el siglo XX. A fuerza de repetir sus motivos, éstos quedaban reducidos a su más simple expresión y se convertían en autónomos. Terminaban por existir por sí mismos, como una especie de marca de fábrica o sello de Munch.
Ejemplo de ello es que cada año, como si tratara de registrar los efectos del paso del tiempo sobre sí mismo, Munch se autorretrataba, sobre todo entrado el siglo XX: entre 1940 y 1944 elaboró cerca de cuarenta autorretratos frente a los sólo cinco que pintó en el siglo XIX. Gracias a ellos sabemos que, a partir de la década de los treinta, una hemorragia en el ojo izquierdo perturbó su visión.
Edvard Munch
Autoportrait à la Marat, clinique Dr Jacobson, Copenhague, 1908-1909
Munch Museum/Munch Ellingsen Group/BONO 2011
ADAGP 2011
Edvard Munch
Enfants dans la rue, 1910-1915
Munch Museum/Munch Ellingsen Group/BONO 2011
ADAGP 2011
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