Es difícil resistirse a considerar la trayectoria extensa de Eduardo Úrculo como un viaje en el que el artista contempla tanto su propia existencia como la de otros: además de por sus frecuentes maletas, sombreros o chaquetas, por su sugerencia de los secretos e incertidumbres que muchos de esos traslados prometen y por su aproximación a un número no menor de estilos; desde un clasicismo de raíz académica a la abstracción y el pop, cuyos referentes conjugó con mucha libertad.
Desde esa perspectiva aborda su producción la Fundación Bancaja en la antología que dedica a este autor hasta junio, “Un viajero cosmopolita”, comisariada por Alicia Vallina y compuesta por pinturas, linograbados, dibujos y esculturas datados entre los sesenta y 1999; él mismo se definió como un pintor que hace esculturas y estas últimas, que suelen compartir temática con sus telas, no podían faltar en este repaso. Por sus composiciones pasaron, desde la ausencia de rostro de sus personajes -que no deja de ser otro recurso favorable a la libertad-, la vida popular, el dolor y el sufrimiento, la sexualidad y el deseo y muchas espaldas emprendiendo viaje, rodeadas de equipaje hacia lo inesperado, hacia la posibilidad de un hallazgo -nueva metáfora del camino de todos los artistas-. Lo real siempre fue para él una potentísima fuente, pero no la única: leeremos algunas de sus imágenes desde la memoria del cine (explicitado en ciertos títulos), la publicidad e incluso la prensa.

Las piezas que han viajado a Valencia, a esta institución cuya programación siempre será amena para los interesados en el pop art español, proceden de los fondos del hijo único de Úrculo, Yoann Úrculo, del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y de otras colecciones privadas, y se estructuran en un recorrido cronológico vertebrado en tres etapas. La primera recuerda que este autor se acercó, pronto y solo de forma breve, a la abstracción para abandonarla en favor de los tipismos y del dolor conocido por quienes, en su entorno cercano, trabajaban duramente en las minas en un contexto económico aún marcado por las dificultades de la posguerra.
El tono de esas obras enlaza con su paleta, dominada por las tonalidades oscuras, pardas y grises; en aquel momento retrató a figuras individuales, solitarias, de ánimo desesperado, insertas en definitiva en el drama.


El final de los años sesenta supuso el inicio del gran cambio para Úrculo: tras descubrir el pop americano, su trabajo se empapó en el color y sus temas también se abrieron hacia la sensualidad y el hedonismo, aunque seguramente desde una perspectiva más ambigua y literaria que la ligada al consumo y la vida moderna; sus desnudos convierten al espectador en voyeur introduciendo el ingrediente del misterio y el anonimato.
Y la última etapa de esta exhibición, El viaje de la vida, se explaya en ese asunto tan suyo: sombreros, equipajes y paraguas devienen emblemas de lo efímero y de esos migrantes, o simples viajeros, cuya vida en tránsito implica el ejercicio de la emoción y la nostalgia. Como en los primeros protagonistas de sus creaciones, detecta igualmente en ellos el desgarro y la melancolía, aunque a veces también llevó su interés a objetos sumidos en el silencio o a las calles, mestizas y cosmopolitas, de Nueva York.
A lo largo de su carrera nunca quiso alejarse este autor de la economía de medios: sus frecuentes fondos de lino crudo en ocasiones no se cubren y se toman como un color más, aportando textura, que suele ser tan rica en Úrculo como sus formas.
En paralelo, pueden visitarse en la Fundación Bancaja las muestras “En el mar de Sorolla con Manuel Vicent“, que se prorroga hasta el 21 de abril; y “Picasso y la modelo. El perfil de Jacqueline“, hasta el 2 de marzo.

“Eduardo Úrculo. Un viajero cosmopolita”
Plaza de Tetuán, 23
Valencia
Del 21 de febrero al 8 de junio de 2025
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